jueves, junio 29, 2006

Familias que no son la mía

-Pues a mí el Carlton de New York no me termina de convencer…

Esta frase, dicha así, en frío, puede sonar algo pedante. Pero cuando el autor de la frase en cuestión es un niño de nueve años (a quien llevas escuchando parlamentar durante la última media hora sobre las desventajas del Metropolitan Museum de Nueva York frente al Louvre de Paris), la frase deja de ser pretenciosa para pasar a convertirse en surrealista.

Y yo, que con 30 años, además, aún no he estado en ninguno de los dos museos nombrados la califico también de asombrosa. Pero así era la conversación que se estaba desarrollando a nuestras espaldas en la terraza del restaurante Casa Mía, un italiano de barrio que no tiene nada que ver con lo que tú te imaginas que es un italiano de barrio. Quizás, por eso, su clientela no tiene nada que ver con lo que tú te imaginas que es una familia normal y corriente que va el domingo a comer al italiano del barrio. Porque familias son, pero nada que ver con la mía. Sobre todo, porque yo nunca me he pasado una comida discutiendo con mi padre sobre las exposiciones de pintores modernistas en París o las ventajas de la clase Business de Air France frente a las de KLM. ¡Si la primera vez que mis padres salieron de España fue el año pasado! ¡Y porque les acompañaba un guía-intérprete en todo momento! ¡A ellos y a un grupo de otros cuarenta españolitos aturdidos! ¡Y estaban cagados de miedo!

Sentados en la terraza de olivos de Casa Mía escuchábamos fascinados la conversación, como vulgares “voyeurs” sociales. Eran tres: papá de cuarenta y muchos y pelo pintado de canas, el pequeño infante conocedor del Carlton de Nueva York y la hermana adolescente con piercing incluido. Por podían haber pasado por tres miembros de la gauche divine. He aquí un pequeño listado de los temas que se trataron durante aquella comida sencilla de pizza y ensaladas:
1.- las colecciones de pintura del Louvre,
2.- las colecciones de la Tate Gallery en comparación a las del Louvre,
2.- la supremacía de los monumentos franceses (y no, no se referían a las zagalas del país vecino) frente a los ingleses;
3.- los delicatessen que servían en los bistrots franceses,
4.- frente a los restaurantes mas in de Nueva York,
5.- la última adquisición del Rikjsmuseum de Ámsterdam en la subasta de Christie´s
6.-y la inconveniencia de esperar tantas colas en los museos italianos.

Aquel día abandonamos Casa Mía sumergidos en una nebulosa de desconcierto. ¿Era aquella familia normal? Entonces, ¿cómo era la nuestra? ¿Anormal? ¿Lo habríamos soñado todo? ¿Estarían hablando por lo bajini de Belén Esteban mientras aparentaban que estaban por encima del resto de los mortales? ¿Era eso a lo que debíamos aspirar en la vida?

Nunca encontramos respuestas para aquellas preguntas, pero…

Pero el pasado domingo. nuevamente en Casa Mía y en su refrescante terraza de olivos, cuando ya estábamos a punto de atacar los primeros con alevosía, una camarera acomodó a nuestra vera a una familia…

Argggggggggggggg.

Había vuelto a pasar. Antes de que nos diéramos cuenta estábamos más pendientes de la conversación que había en la mesa de al lado (una conversación que recorría suavemente las colinas del Existencialismo y que estaba derivando hacia una enumeración de todas las corrientes filosóficas de la última mitad del siglo XX) que de la no-conversación que manteníamos con un plato de pasta. Una conversación que, para más INRI, se desarrollaba en varios idiomas. ¡Con chavales de menos de quince años! Pero... ¡aquello era la repanocha! ¿Qué extraño fenómeno tenía lugar en Casa Mía? ¿Acaso Casa Mía era más que un restaurante? ¿Era una delegación encubierta de la MENSA? ¿Un vórtice espacio-temporal? ¿El refugio secreto de una raza de super-hombres?


Un adolescente dudando entre los tagliatelle al pesto y la focaccia rosso como primer plato

Me temo que nunca podré responder a estas preguntas, pero me temo aún más que tendremos que volver a Casa Mía a comprobar qué oscuro secreto esconde tras esos olivos de esa, su fresca terraza. Puede pasar que nos descubran, pero, al menos, moriremos habiéndonos puesto las botas de pasta fresca.

9 comentarios:

Palomares dijo...

Bueno, bueno, hay que decir que Rebeca es una exagerada, porque Casa Mía tampoco es estrictamente un italiano de barrio.

Lo demás es cierto, pero de la segunda familia, que pasaban del francés al inglés y al español con una facilidad pasmosa, hay que destacar que los dos adolescentes eran guapísimos -pero mucho, ¿eh?- y que le niño de doce años, a pesar de ser franceses, llevaba una camiseta de fútbol de España. A dos días del partido infausto. Familia desestructurada seguro.

Anónimo dijo...

Yo cené anoche con un matrimonio del que me enorgullece considerarme amigo. Hablo varios idiomas, no conozco el Carlton pero sí los museos de UK, Países Bajos, Francia, España e Italia. Y no nos hizo falta hablar de ninguno de esos temas para disfrutar de una conversación en la que se mezcló con gracia española lo humano y lo divino.
Caesar dixit.

Palomares dijo...

Ah, pero tú no tienes doce o trece años. O si los tienes, permíteme que te diga que estás muy desmejorado. Y que no tenías que haber tomado vino, que eres menor.

Lo asombroso de la primera familia era que parecían personajes de Woody Allen, pero con cuarenta años menos cada uno. Como si Antonioni adaptara "Teo va al zoo".

Anónimo dijo...

Con doce o trece años era todavía más pedante y estúpido que ahora...
Y es que hay vivencias que necesitan tiempo para ocurrir. Y eso no lo atajas por muy maduro que seas en la adolescencia.

tirkha/MAP/Miguel Angel dijo...

¿Pero Carlton no era el de Air Fresh? (hey, yo también change el idioma sin give me importancia )

Dios, cómo me recuerdo al Fernadisco de Florentino Fernández.

Palomares dijo...

¿Vas a menudo a Casa Mía, entre semana? Hija, qué poderío.
En fin de semana hay bastante padre divorciado con niños, familias que analizan todo y parejas de señoras que bostezan discretamente. Y un atractivo dúo amancebado con su hermosa hija pequeña (nosotros). Bueno, al menos las dos veces que hemos ido.
Puede que sean los olivos, aunque creo más bien que nosotros atraemos a la gente rara, porque haya donde vayamos ocurren cosas marcianas. O a lo mejor es que tenemos la antena siempre desplegada.

Palomares dijo...

Coño, "allá donde vayamos" se ha transformado en "haya donde vayamos". ¡Escuece, escueceeeee!

Corro a flagelarme.

Ricardito ëmore dijo...

O_O... Crei que lo que estaba escribiendo rebeca era un relatito corto de verano, completamente INVENTADO (Por cierto Rebeca, un aplauso, por haberloe scrito asi de bien, que verdaderamente crei que se trataba de una novelita).
Ya me estaba preguntando..."?Y esta introduccion tan larga al tema de hoy, a que viene?"

Alucino pepinillos con la de pedantes y resabidillos que pueblan nuestras ciudades; los demas parecemos subnormales.

tirkha/MAP/Miguel Angel dijo...

ricardito dixit:
"los demás parecemos subnormales"

.....
demasiado fácil, me callo.

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