Como muchos ya sabréis (porque se ha hablado de ello en todos los telediarios, periódicos y demás medios de comunicación de este país y porque es un tema de moda, nunca mejor dicho) el Ministerio de Sanidad ha puesto en marcha el primer estudio antropométrico sobre la Mujer Española Con Mayúsculas. El reto es medir las hechuras de unas 8.500 féminas, elegidas aleatoriamente sobre el padrón, para saber cuál es la morfología real de la Nueva Española y las tallas más habituales. Es decir, si somos más culonas, más altas, más bajas, tenemos más o menos pecho…. El objetivo del estudio no es sólo saber cómo son realmente las féminas de este país sino, además, diseñar unas tallas prototipo homologadas que los fabricantes de moda tendrán que usar en el futuro impepinablemente.
Normalmente, yo con estas cosas soy bastante escéptica, sobre todo con el tema aleatorio y el muestreo y sus variantes. También.
Pero, date tú, que el otro día me llegó una carta del Ministerio de Sanidad a casa. ¡Había sido convocada para participar en el dichoso estudio de marras! ¡Aleatoriamente! ¡Yo!
Mi primera reacción fue hacerme la longui. Si ya de por sí soy una persona remilgada, enemiga de mostrar en público mis carnes, acomplejada de los estragos de la edad y el embarazo, desnudarme para que expertos en el tema hagan un estudio pormenorizado de mis michelines no me parecía plato de buen gusto. Pero, luego me dije: Rebeca, si todas empezamos igual no habrá estudio que valga.
Y reconozco que el estudio es necesario.
Cualquier mujer que lea estas líneas me entenderá: una 40 en Zara, un 38 en H&M, una 42 en Mango, ninguna talla que te entre ni en el tobillo en Blanco… Cualquier hombre que lea estas líneas lo entenderá también: “Ahhhhh, ¿así que era por eso que nunca acertaba con las tallas ni para atrás?” Que no, chicos, que no... si no acertáis es por otra cosa.
Así que llamé y concerté una cita.
Me presenté por la mañana a las 10, 00h en el Instituto Nacional de Consumo y un guarda de seguridad me acompañó hasta el patio del edificio donde habían colocado una carpa con un titular bien gordo que decía “Primer Estudio Antropomórfico de la Mujer Española”. Para que quedara bien claro. Allí, dos chicas muy amables y engalanadas con sendas batas de científico (supongo que para aportar seriedad al tema) me explicaron en qué consistiría la prueba. Las dos señoritas eran del Instituto de Biomecánica de Valencia, encargados del proyecto. Primero, me hicieron una encuesta con un montón de preguntas que venían a cuento (¿qué talla tienes de parte superior?, ¿y de inferior?, ¿te deprimes en las tiendas si no encuentras tu talla?, etc.) y otras que no venían a cuento (¿qué ingresos mensuales hay en tu casa?, ¿estás embarazada?... Y ¿a usted que le importa, oiga? ¿Está insinuando algo? Que esta tripa no es así de natural, que este fin de semana tuve comida familiar). Cuando terminamos la larga encuesta llegó el momento de comenzar a tomar medidas.
Y fue entonces cuando el sistema informático se cayó.
Afortunadamente para mí las revistas habían salido ese mismo martes y pude entretenerme durante los más de veinte minutos que tuve que esperar a hacerme la prueba. Veinte minutos en los que las chicas revolotearon alrededor del ordenador, tocaron cosas y pidieron que un programador del Ministerio fuese a la carpa a ayudarlas. Tanto, tanto esperé que la cita de las 10,20h llegó antes de que a mí me hubiera medido ni un centímetro de más (porque yo de lo que no tengo son centímetros de menos).
De repente, todo se arregló como quien no quiere la cosa y por fin, pude pasar al probador a ponerme el conjunto de ropa interior que me dieron. Era un short y un top, blancos de algodón. Cuando conseguí cambiarme comenzó la prueba. Primero, en el mismo probador, me pinzaron con un extraño instrumento la piel en varios sitios: en el brazo, en la cintura, en el muslo… Supuse que era para medir el grosor de mi masa cárnica. Fue justo en ese momento cuando llegó el programador que habían reclamado, y a pesar de no verle la cara, tenía una pinta de funcionario…
-Hola, han llamado a un programador, ¿no? –gritó desde la puerta muy seco. En ese mismo instante, como ya he dicho, las dos señoritas estaban muy ocupadas pinzándome las carnes así que nadie podía recibirle.
-¿Puede esperar un momento? –pidió una de ellas.
-Han dicho que era urgente.
-Será un minuto. Ahora mismo salgo.
-Creía que tenían un problema. Ya si eso vuelvo.
Y se largó.
Alucinante.
No pude verle la cara a aquellas dos señoritas, pero me imagino que pusieron los ojos en blanco y exclamaron sin hablar “¡Funcionarios!” *
Cuando terminaron de medirme el grosor corporal (por llamarlo de algún modo) me hicieron pasar a la cabina donde se hacía la prueba molona. La prueba molona, por supuesto, era aquella en la que con un rayo láser te recorría el cuerpo y tu silueta se formaba en 3D en la pantalla del ordenador. Y así ocurrió. Me colocaron en un pedestal en medio de una cabina en una postura determinada y allí me dejaron sola. Y antes me volvieron a preguntar:
-¿No estarás embarazada?
-Que yo sepa... -pero ya empecé a ponerme nerviosa con tanta pregunta de embarazo.
-No, hombre, no te preocupes, que el láser no le haría nada de daño al bebé.
Hombre, imagino que no lo iba a borrar de un plumazo y tal. Pero eso no era lo que me preocupaba a mí, lo que me preocupaban eran todas esas insinuaciones. ¿Qué pasa? ¿Me estaba insinuando que me pusiera a dieta?
-Sólo que si estás embarazada la concavidad del vientre cambia y eso...
-No, es que yo lo tengo así -bonita.
Y cerramos conversación no fuera a ser que la cosa acabase muy mal.
Unos segundos después escuché un chasquido y aquello empezó a moverse. Una delgada línea roja se dibujó en el espacio y comenzó a subir desde el suelo hasta el techo. ¿Se supone que eso era un rayo láser? Pues vaya birria. En las pelis los rayos láser tienen una pinta mucho más espeluznante. Este era como una raya de rotulador dibujada en la nada. Pero había leído que aquel rayo lo captaba todo, incluso esa bola de grasa que se aloja debajo de la cadera y que sienta tan mal. Afortunadamente, yo no tengo esa bola de grasa pero tengo mucha más grasa repartida por el resto del cuerpo. La operación se repitió unas cuantas veces más. Y ya está. Todo acabó allí. Me indicaron que me volviera a vestir y que me quedase con el conjunto de ropa interior. Fruncí el ceño extrañada. ¿Para qué quería yo esa cosa tan fea? Y entonces, me di cuenta de que en la parte superior del short venía grabado el logotipo de los diseñadores Devota y Lomba. ¡Y yo que había pensado que aquel era un conjunto de esos de usar y tirar de papel que te dan en las clínicas de estética y en las peluquerías! Y resulta que era de marca.
Ya fuera del vestuario me dieron las gracias varias veces y salí de allí pensando que, si bien no le había hecho un favor a la humanidad, si había contribuido a que en un futuro no muy lejano todas las tallas en las tiendas sean más reales, iguales y más cercanas a las mujeres de verdad.
Aunque reconozco que, por mi culpa, ahora la imagen de la Española Media responderá a una mujer más bajita, más tetona y más culona. Vamos, nada que ver con esta:
*Que yo no tengo nada en contra de los funcionarios, ¿eh? Que el padre de una lo es y a mucha honra.
Normalmente, yo con estas cosas soy bastante escéptica, sobre todo con el tema aleatorio y el muestreo y sus variantes. También.
Pero, date tú, que el otro día me llegó una carta del Ministerio de Sanidad a casa. ¡Había sido convocada para participar en el dichoso estudio de marras! ¡Aleatoriamente! ¡Yo!
Mi primera reacción fue hacerme la longui. Si ya de por sí soy una persona remilgada, enemiga de mostrar en público mis carnes, acomplejada de los estragos de la edad y el embarazo, desnudarme para que expertos en el tema hagan un estudio pormenorizado de mis michelines no me parecía plato de buen gusto. Pero, luego me dije: Rebeca, si todas empezamos igual no habrá estudio que valga.
Y reconozco que el estudio es necesario.
Cualquier mujer que lea estas líneas me entenderá: una 40 en Zara, un 38 en H&M, una 42 en Mango, ninguna talla que te entre ni en el tobillo en Blanco… Cualquier hombre que lea estas líneas lo entenderá también: “Ahhhhh, ¿así que era por eso que nunca acertaba con las tallas ni para atrás?” Que no, chicos, que no... si no acertáis es por otra cosa.
Así que llamé y concerté una cita.
Me presenté por la mañana a las 10, 00h en el Instituto Nacional de Consumo y un guarda de seguridad me acompañó hasta el patio del edificio donde habían colocado una carpa con un titular bien gordo que decía “Primer Estudio Antropomórfico de la Mujer Española”. Para que quedara bien claro. Allí, dos chicas muy amables y engalanadas con sendas batas de científico (supongo que para aportar seriedad al tema) me explicaron en qué consistiría la prueba. Las dos señoritas eran del Instituto de Biomecánica de Valencia, encargados del proyecto. Primero, me hicieron una encuesta con un montón de preguntas que venían a cuento (¿qué talla tienes de parte superior?, ¿y de inferior?, ¿te deprimes en las tiendas si no encuentras tu talla?, etc.) y otras que no venían a cuento (¿qué ingresos mensuales hay en tu casa?, ¿estás embarazada?... Y ¿a usted que le importa, oiga? ¿Está insinuando algo? Que esta tripa no es así de natural, que este fin de semana tuve comida familiar). Cuando terminamos la larga encuesta llegó el momento de comenzar a tomar medidas.
Y fue entonces cuando el sistema informático se cayó.
Afortunadamente para mí las revistas habían salido ese mismo martes y pude entretenerme durante los más de veinte minutos que tuve que esperar a hacerme la prueba. Veinte minutos en los que las chicas revolotearon alrededor del ordenador, tocaron cosas y pidieron que un programador del Ministerio fuese a la carpa a ayudarlas. Tanto, tanto esperé que la cita de las 10,20h llegó antes de que a mí me hubiera medido ni un centímetro de más (porque yo de lo que no tengo son centímetros de menos).
De repente, todo se arregló como quien no quiere la cosa y por fin, pude pasar al probador a ponerme el conjunto de ropa interior que me dieron. Era un short y un top, blancos de algodón. Cuando conseguí cambiarme comenzó la prueba. Primero, en el mismo probador, me pinzaron con un extraño instrumento la piel en varios sitios: en el brazo, en la cintura, en el muslo… Supuse que era para medir el grosor de mi masa cárnica. Fue justo en ese momento cuando llegó el programador que habían reclamado, y a pesar de no verle la cara, tenía una pinta de funcionario…
-Hola, han llamado a un programador, ¿no? –gritó desde la puerta muy seco. En ese mismo instante, como ya he dicho, las dos señoritas estaban muy ocupadas pinzándome las carnes así que nadie podía recibirle.
-¿Puede esperar un momento? –pidió una de ellas.
-Han dicho que era urgente.
-Será un minuto. Ahora mismo salgo.
-Creía que tenían un problema. Ya si eso vuelvo.
Y se largó.
Alucinante.
No pude verle la cara a aquellas dos señoritas, pero me imagino que pusieron los ojos en blanco y exclamaron sin hablar “¡Funcionarios!” *
Cuando terminaron de medirme el grosor corporal (por llamarlo de algún modo) me hicieron pasar a la cabina donde se hacía la prueba molona. La prueba molona, por supuesto, era aquella en la que con un rayo láser te recorría el cuerpo y tu silueta se formaba en 3D en la pantalla del ordenador. Y así ocurrió. Me colocaron en un pedestal en medio de una cabina en una postura determinada y allí me dejaron sola. Y antes me volvieron a preguntar:
-¿No estarás embarazada?
-Que yo sepa... -pero ya empecé a ponerme nerviosa con tanta pregunta de embarazo.
-No, hombre, no te preocupes, que el láser no le haría nada de daño al bebé.
Hombre, imagino que no lo iba a borrar de un plumazo y tal. Pero eso no era lo que me preocupaba a mí, lo que me preocupaban eran todas esas insinuaciones. ¿Qué pasa? ¿Me estaba insinuando que me pusiera a dieta?
-Sólo que si estás embarazada la concavidad del vientre cambia y eso...
-No, es que yo lo tengo así -bonita.
Y cerramos conversación no fuera a ser que la cosa acabase muy mal.
Unos segundos después escuché un chasquido y aquello empezó a moverse. Una delgada línea roja se dibujó en el espacio y comenzó a subir desde el suelo hasta el techo. ¿Se supone que eso era un rayo láser? Pues vaya birria. En las pelis los rayos láser tienen una pinta mucho más espeluznante. Este era como una raya de rotulador dibujada en la nada. Pero había leído que aquel rayo lo captaba todo, incluso esa bola de grasa que se aloja debajo de la cadera y que sienta tan mal. Afortunadamente, yo no tengo esa bola de grasa pero tengo mucha más grasa repartida por el resto del cuerpo. La operación se repitió unas cuantas veces más. Y ya está. Todo acabó allí. Me indicaron que me volviera a vestir y que me quedase con el conjunto de ropa interior. Fruncí el ceño extrañada. ¿Para qué quería yo esa cosa tan fea? Y entonces, me di cuenta de que en la parte superior del short venía grabado el logotipo de los diseñadores Devota y Lomba. ¡Y yo que había pensado que aquel era un conjunto de esos de usar y tirar de papel que te dan en las clínicas de estética y en las peluquerías! Y resulta que era de marca.
Ya fuera del vestuario me dieron las gracias varias veces y salí de allí pensando que, si bien no le había hecho un favor a la humanidad, si había contribuido a que en un futuro no muy lejano todas las tallas en las tiendas sean más reales, iguales y más cercanas a las mujeres de verdad.
Aunque reconozco que, por mi culpa, ahora la imagen de la Española Media responderá a una mujer más bajita, más tetona y más culona. Vamos, nada que ver con esta:
*Que yo no tengo nada en contra de los funcionarios, ¿eh? Que el padre de una lo es y a mucha honra.
8 comentarios:
Este texto es un buen ejemplo de lo acomplejadas que estáis las mujeres con vuestras tallas y/o cuerpos. Cualquiera que lo lea sin conocerte sacará la conclusión de que eres Roseanne Barr, y no, mentira y de las gordas, abucheos, te pareces más a la rubia de la foto que a Roseanne Barr. Sí, me reafirmo y no exagero.
Últimamente tenemos mucha suerte en los sorteos. A mí el otro día me llegó un lote de libros que me había tocado por participar en una encuesta (como tenemos pocos...) y nos llegó también una carta para que pasáramos a recoger una televisión LCD (¡sorteo ante notario! ¡sin compromiso de comprar nada!). A ver qué pasa con el Premio Planeta, hablando de sorteos.
Me alegra mucho esta iniciativa, y espero que sirva para algo. Yo no me deprimo por tallas ni cosas así, pero sí que me da muchísima pereza comprar, porque tienes que llevarte cuatro tallas distintas al probador. Y ni así, que lo que te está bien de cintura, no te llega pal muslo, y... en fin, que a ver si hacen bien la ropa ya, cohone.
Otra cosa que deberían pensar los fabricantes es hacer dos líneas de todo: la línea pera y la línea manzana, porque hay mujeres pera y mujeres manzana, y eso lo sé yo sin hacer estudios antropotéticos de esos.
jijijij, menuda aventura. si lo que no te pase a ti...solo faltaba que el Funcionario entrase justo en el provador "en el momento" pa preguntar.
Por cierto, Rebeca, mejor, sobre todo en este contexto, es decir que "el letrero era GRANDE, no GORDO" jejejeje.
De todas maneras, a proposito de esa foto, habra un problema si pillan a mujeres como esa, y es que la silicona no reflejara la realidad corporal de las mujeres en españa. Ayer leia la nocticia de que los españolitos se gastan 800 millones al año en cirujia plastica, y una gran parte va destinada a los pechos. ?Eso se tendra en cuenta en el estudio? Misterio misterioso
Enhorabuena por haber superado la pueba y muchas gracias por y contribuir (a ver si es verdad) a que las mujeres entradas en añitos no nos sintamos tan ridículas embutidas en unas ropas eternamente adolescentes. Precisamente en el mundo de la moda es dónde más se prolonga la adolescencia (no confundir con juventud). Parece que si pasas de los cuarenta y no te sienta bien la 42 de Zara, eres una supedesgraciada que ha de correr a pedir un préstamo usurero a Vivaguay para una lipo. Mira, en eso envidio a los hombres. Tienen una mayor capacidad de aceptar su cuerpo sin tantas zarandajas.
Aleatoriamente, ¿os han hecho alguna encuesta del CIS, de Población Activa, en fin, de algo relevante?
A mí me parece mu bien que regulen las tallas: a mí todos los pantalones que me están bien de cintura me están cortos y los que me están bien de largos me están enormes de cintura. !Los altos también tenemos nuestros derechos, leñe¡
Qué suerte lo del sorteo, yo nunca participo, pero hoy he mandado un sms a lo de la Pepsi light por si me toca un pisito.
Y, Rebeca, siento desilusionarte, pero me parece que cuando nos midan a los tíos van a salir muchos más Landas que Jackmans.
Por cierto, qué impúdica exhibición de carne, esto parece el blog de Palomares... Ah, que es el blog de Palomares.
Malenasintango, a mí nunca me han hecho una encuesta del CIS, ni conozco a nadie al que se la hayan hecho. Sospecho que el CIS es una leyenda urbana, como la chica de la curva. De hecho no me extrañaría que fuera la chica de la curva la que hiciera las encuestas.
Luisru, al menos ha sacado sólo una foto del rostro de Landa, que Rebeca quería sacar una en la que don Alfredo sale como Hugh jackman, mostrando pectorales (o lo que sea).
Flipariais si supieráis lo que gusta Alfredo Landa en el mundo osuno. Él y Bob Hopskins son dos auténticos mitos sexuales.
Y lo digo completamente en serio!!
No, si después del camarero aquel de Ibiza yo ya me creo todo.
Así es el cerdo agridulce, señores, ofrece macizos y macizas para todos los gustos.
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