Ver algo por televisión será muy cómodo, pero no hay nada comparable a participar en el espectáculo en sí, en directo. Gracias al siempre recomendable Bar Deportes me tropiezo con esta joya del Pressing Catch, la cosa esa en la que unos forzudos con mallas (o unas macizas con idem) se dan de golpes ficticios mientras el público enloquece. Uno de los luchadores quiere usar una silla para castigar a sus oponentes y se la pide al público. Y el público se la da.
Qué gracioso es el jodío público. No sé qué es más divertido, si el tipo de la izquierda esquivando sillas y luego fingiendo el desvanecimiento, el locutor gritando Stop the chairs! Do not throw chairs to the ring! o los que están bajo las sillas que siguen el espectáculo y sacan el brazo en ese gesto tan característico de Hulk Hogan o los zombies de las películas: ¡Estoy vivo! Vídeo de la semana y puede que hasta del mes.
Nos ha costado casi un mes y unos días, incluyendo una reparadora semana de vacaciones, recuperarnos de la dolorosa derrota ante Ken Follet en la Feria del Libro. Porque sí, amigos, perdimos, por increíble que les pueda parecer a ustedes. Hubo más gente esperando a que Follet les firmara que esperando a que firmara Rebeca. ¿Cómo es posible? Ya, yo tampoco me hago la idea. Pero así fueron las cosas.
Llegamos al Retiro con un cuarto de hora de adelanto sobre el horario previsto. Aquello estaba ya tirando a denso, como se puede ver en la foto documental que aportamos:
Iba todo el mundo camino de la caseta 204, donde firmaba Rebeca ese libro que conocemos. ¿Todos? Sí, hasta los que aparecen de frente en la foto iban hacia la caseta 204, pero caminando hacia atrás. ¿Por qué? Eh... no estoy autorizado a decir las respuestas. Que hay gente muy rara, eso. Era gente rara. De pronto miramos a un lado y nos damos cuenta de que hay ya una fila formada, como cuando éramos jóvenes y jugábamos en el patio del colegio a imitar el Cuponazo, qué tiempos:
Nos asustamos porque yo vi que no salíamos de allí para comer, pero seguimos hacia nuestro destino y entonces, oh, sorpresa, nos encontramos con que la cola era la de Ken Follet:
A los cabrones se les había ocurrido regalar globos a los que traían su libro para ser firmado, y claro, así cualquiera. Además Follet llevaba ya su buena hora larga firmando como un campeón.
Ahí le tenemos al fondo firmando, intentando no mirar al señor del pelo aceitoso (un día tengo que hacer un estudio sobre los caracolillos de la nuca de los señores que son calvos aceitosos). Nos acercamos para ver cómo firmaba Follet y copiarle el método, que resultó ser el que sigue: 1. Tú guardas cola una hora. 2. Llegas a la carpa. 3. Un señor te quita tu libro. 4. Pasas al lado de Follet mientras él firma tu libro tras dárselo el señor. 5. Dos segundos después te vas a por tu globo.
La gente no es que estuviera muy emocionada, la verdad, y el que menos Follet, un hombre impertérrito que había alcanzado ya un ritmo estable y firmaba libros como churros. Fíjense:
Si miran bien, se puede hasta distinguir al titiritero que mueve los brazos de Follet mientras firma. Ahí ya nos dimos cuenta de que la cosa iba a estar difícil para ganar, llamadlo intuición femenina. Y eso que al llegar a la caseta nos dijeron que Rebeca también tenía promoción como la de los globos: un mazas que repartía abanicos disfrazado de escocés:
Obviamente no me dejaron a mí la elección de quién repartía los abanicos, o la cosa habría sido muy distinta. Rebeca entró en un estado de histeria que compartió con su compañera de firmas, la muy simpática Anna Casanovas, como se puede ver aquí:
Y se pusieron ambas a firmar. La cosa fue bien, esencialmente porque Rebeca se acordó de que no tenía que sacar la lengua al escribir:
Ahí está la prueba, sin sacar la lengua. Y venía gente a que firmara ("un montón de gente que no conozco de nada", como dice ella), y de pronto pareció que era posible la remontada, hasta se empezaba a oír esto:
Qué emocionante, mientras Rebeca firmaba, una, otra, pim pan pum, venga a aparecer adolescentes, eso sí, dedicándoles cinco largos minutos a cada una de ellas, porque anda que ir a que te firmen y que no te miren siquiera... (no señalo a nadie, bueno sí, qué coño, al de pelo blanco... el de los bestsellers), y subían las cifras y echamos cuentas y... Y Follet nos había ganado por goleada.
Entonces nos dimos cuenta de que la banda sonora de Rocky no era la buena, porque a Rocky le ganan en la primera película. Eso sí, en la segunda, al año siguiente, le pega una paliza a Apolo Creek. Guiño, guiño. Ya ves, Ken Follet, no te digo ná y te lo digo tó. Hasta el año que viene.