viernes, mayo 30, 2014

Vota en las Elecciones (en las próximas)

Ya todo el mundo ha hablado de la campaña electoral pitufa de Arias Cañete o de la de los abrazos de Valenciano, así que me la voy a ahorrar y voy a contaros tres cosas minúsculas que me llamaron la atención porque soy un enfermo que se fija en detalles como esos.

A Pablo Iglesias le llaman Pablemos, que me parece un apodo genial. Yo es que soy muy de apodos a los políticos. Mola más Pasionaria que Dolores, o Isidoro que Felipe González, Felipe que Felipe González. Me encantó que en los guiñoles del Plus Aznar bautizara a Zapatero como Zapatitos y desde entonces yo le decía eso mismo, Zapatitos (también le llamaron en su momento, dentro del PSOE, Bambi). A Rajoy yo creo que le beneficiaría que le pusieran un apodo en condiciones o algo (algo que no sea el Maricomplejines que le decía Jiménez Losantos). Ya lo he contado muchas veces, pero una vez estuvo en una manifestación (la de No a la guerra) y la consigna que más me gustó era una que gritaban y decía:

¡Mariano!
¡Rajoy!
¡Tu nombre es asqueroso!

El caso. Que lo de Pablemos está muy bien puesto, ya saben ustedes que este chico proyecta la imagen de ser el centro del Universo (no hace falta que les recuerde que está equivocado: el centro del universo es sin duda un lugar maravilloso excavado en la roca llamado Fraggle Rock). En sus carteles salía con más gente, pero...



Él en color y los demás en sepia. Me parece una preciosa metáfora de lo que parece el partido (habrá que ver ahora que están en la cresta de la ola cómo se comportan) y me imagino las reuniones viendo los bocetos. ¿Y quién diría lo de "Vamos a poner a Pablo en color"? El pelota del grupo. Yo creo que Jiménez Villarejo. Un pálpito que tengo.

Miren esto otro:



Creo que es la primera vez en mi vida que veo una pegatina electoral pegada en un árbol. ¿No es gracioso que sean precisamente los de Equo los que la pusieron? ¿Querrán decir algo? ¿Será biodegradable la pegatina?

Pero lo que más me ha llamado la atención es una campaña que animaba a votar y ha pasado, que yo sepa, completamente desapercibida. Y no puedo entender por qué.

Fíjense en la marquesina y discúlpenme la calidad de la foto:



No está mal. Tú decides quién dirige Europa. Ricardo, Pensionista. Muy bien. Pero yo no venía a hablar de Ricardo, sino de...

(expectación)



Jens y Sedsei. Diseñadores.

¿Pero qué espantajos salidos de Solomon Kane son estos? Con sus tatuajes, sus sombreros, su pelo sin lavar, su profesión de guays… Que por cierto, a ver si dejamos de poner profesiones guays en los anuncios. Basta de diseñadores, arquitectos, publicitarios y tatuadores de perros. La gente se merece ver gente normal con profesiones normales. Se merece ver menos fantoches.

Pero en realidad tampoco quería hablados de Jens y Sedsei (¿Sedsei no es el nombre del Caballero del Zodíaco Andrómeda?), sino de este otro anuncio. Es que estaba colocando el toro.



Wegene y Rudi. Pareja.

Pero qué cojones…

Aparte del sucio truco de sacar una negra y un minusválido en el mismo anuncio para así matar dos pájaros de un tiro (¡dos minorías representadas en un solo anuncio! ¡Bingo!), ¿a qué viene eso de pareja? ¿Es que es de eso de lo que trabajan? ¿Es para que no pensemos por qué está ella encima de él? ¿No es un poco raro poner al de la silla de ruedas en un bosque?

A mí la verdad es que toda esta gente me da pocas ganas de votar. Porque entre la amplia representación de seres humanos que había en las marquesinas no había ni una, repito, NI UNA, supermodelo en bikini. ¿Por qué no habéis puesto supermodelos en bikini?

¿Sabes lo que falta en publicidad electoral? Imaginación. A ver qué os costaba haber hecho por ejemplo estos carteles para animar al voto que he hecho yo en un rato.

Uno:


Dos:



Tres:



Cuatro:



Y cinco:



Igual el texto hay que retocarlo un poco, pero de imagen está niquelado.

martes, mayo 27, 2014

Menos policía y más educación


Lo curioso es que la pintada está escrita en la pared de un colegio, y no en la de una comisaría.

Y también que escriben "Más" como +, pero esto ya son manías mías.

miércoles, mayo 21, 2014

Una historia puede empezar con alguien que dice adiós

Últimamente se me muda mucha gente a partes del mundo variopintas. Es tanta que la razón no sé si es la crisis (Vente a Alemania, Pepe) o que quieren huir de mí (No os vayais, puedo cambiar. A lo mejor el país no, pero yo sí).

Se me ha ido gente a Nueva Zelanda, a Chile, a Argentina, a México, a Londres, a Barcelona y hasta a La Coruña. Nuevas perspectivas, nuevos objetivos, nuevas ilusiones. Nuevo capítulo.

Punto y aparte.

Estaba pensando en esos primeros días de comienzo en el nuevo lugar en el que vas a vivir y pensaba que en realidad el comienzo no está ahí. Lo que pone en marcha las cosas es la mudanza. Elegir lo que quieres trasladar, tirar el resto, que se te rompa una cosa que sí querías llevar, llevarlo, que aparezca en una caja otra que creías que habías tirado.

Rebeca y yo nos mudamos una vez de una casa a otra que estaba a unos doscientos metros y válgame qué sufrimiento. Imagínate si te tienes que llevar tu vida a Argentina, o a Chile, o a Brasil. Encapsular tu vida en unos cuantos bultos. O parte de tu vida. Decides que el coche lo dejas aquí, pero los libros te los llevas. Los abrigos no, que allí hace mucho calor, pero el cuadro que te hizo con mucho amor tu cuñada te lo llevas. Y decides todo lo que quieres llevar, entras en una web de transporte marítimo para que se encarguen de llevarte las cosas a tu destino y hala, que comience la aventura. Tu vida en un contenedor de tres metros por cuatro.

Qué de cosas comienzan por una mudanza. Qué interesante, narrativamente, es una mudanza, y qué poca atención se le dedica generalmente en las historias. El Resplandor, por ejemplo, comienza con una mudanza (que acaba mal, siento destripároslo), pero luego no se trata más el tema.

La historia de El hombre que mató a Liberty Valance también empieza con una mudanza, cuando James Stewart viaja al pueblo del Oeste en el que Liberty Valance impone el terror. Luego hay tiros y amor y enormes diálogos, pero no se vuelve a hablar de la mudanza, cuando en realidad es lo que desencadena todo el conflicto.

Toy Story termina con una mudanza (el clímax es la estupenda persecución en el coche a pilas del camión)

En Cuando ruge la marabunta, Eleanor Parker se muda a la selva para casarse con un hombre que no conoce (Charlton Heston).  Así que viaja en río con todos sus objetos y allí conoce al bueno de Charlton, cuyo agrio carácter se demuestra en la famosa escena del piano (un piano que también fue "traído por el río con enormes dificultades para alimentar a su vanidad").


Hay que ver cómo les gustaba a los guionistas ponerle escenas soterradamente sexuales a Charlton Heston. Recordemos a Ben Hur y Messala, que no tiene mudanza por ninguna parte excepto quizá de ideología, pero, bueno, qué tensión:


Pensando en Charlton Heston se me ocurre que la historia de Los diez mandamientos no deja de ser la historia de una gigantesca mudanza, por cierto.

Hasta yo tengo una novela a medias que comienza con una mudanza. También comienza con un señor que viaja en un tren, a pesar de que, ya saben, no hay que comenzar nunca una novela en un tren o una estación de tren. Igual tengo que reformarla y que la novela sea sólo esa mudanza.

En fin, todo esto para deciros que os echo de menos, los que os habéis ido. Para vosotros es genial y seguro que está en marcha una historia maravillosa, pero eso. Que os echo de menos. Llamad de vez en cuando.


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