lunes, julio 26, 2010

Peluquería con las ideas nada claras

Paseaba yo ocioso por el barrio cuando vi una peluquería con un cartel en el escaparate. Y la hice una foto:

Un póster del tipo de Prison break, sí. Un póster de este señor:

Mucha gente no entendió que lo de Acero azul era una broma

El chico está buenérrimo, las cosas como son, pero también él tiene cara de decir: ¿Cómorl? (con voz de Chiquito) ¿Por qué yo? ¿Qué pinto yo aquí?

Llamadme loco, pero si yo tuviera una peluquería no pondría un cartel de un tipo cuyo peinado consiste en pasarse una maquinilla eléctrica. Podría dar malas ideas a los clientes. Como que podrían comprarse una maquinilla eléctrica y cortarse ellos el pelo, por ejemplo, ahorrándose el hecho de acudir a mi peluquería, con la que me gano la vida y gano lo sficiente como para comprar pósters.

Como en el Cerdo Agridulce somos partidarios acérrimos de los comercios minoristas de barrio, hemos creado un pequeño manual de ayuda a todos los peluqueros que quieran poner un cartel.

Empezamos por la primera posibilidad. Poner un cartel con este personaje:

¿No se parece un poco a Pepiño Blanco? Fijaos bien.

Mal. Aunque aquí somos fervientes fans de los señores calvos con cicatrices que tratan de dominar el mundo mientras acarician un gato porque aspiramos a ser, algún día, como ellos (en lo de la calvicie vamos ya bastante avanzados), es una mala política mezclar peluquerías y genios del mal. A la gente no le gusta parecerse a los genios del mal. ¿Cuánta gente conoces que quiera ser Bill Gates? Vale, algunos. Pero, ¿y llevar el peinado de Bill Gates?



Mola, ¿no? La de animadores que se habrán cagado en la madre del Toriyama por el diseño de Son Goku. Pero que mola no tiene discusión (sección de comentarios para hablar de si mola o no). Cualquier hombre quisiera tener el pelo de Son Goku. Por ahí bien. Lo que pasa es que Son Goku es un dibujo. Y la realidad es esta:


Y lo que era encantador y molón se convierte en tolili. Y la gente lo sabe.


Robert Pattinson, el terror de las nenas. No es un genio del mal (ni un genio), no es un personaje de ficción (en realidad sí lo es), y ese peinado no se consigue con una maquinilla de afeitar. Parece perfecto para una peluquería de caballeros, porque sólo un gran peluquero puede conseguir ese nido de cigüeñas. Excepto. Que. Nunca tienes en casa un peluquero. Así que tras el primer corte te tienes que apañar tú. Cuando uno ve esta foto no piensa en lo guay que te quedará este peinado, sino en estas dos cosas:

1) Como tenga que hacerme yo ese peinado por las mañanas con la legaña tardo tres o cuatro horas.
2) Hablando de legañas, ¿por qué tendrá tanto éxito la Kristen Stewart esa?

Nadie quiere estar tres o cuatro horas peinándose. Nadie. Y encima para que parezca que vas despeinado. A los hombres nos va más el rollo descuidado e informal de este estilo:

Sí, es uno de los hombres más feos del mundo. Y sí, tiene un pelo en el que se podría freír medio kilo de calamares. Pero es campeón del mundo. Campeón del Mundo. Y tiene pelo. Más de lo que muchos de vosotros podéis decir. No es la mejor opción del mundo, claro, pero la otra posible estaba pillada:



Tiene cojones que el triunfador publicitario del Mundial no haya sido Adidas ni Nike ni alguna de esas sino Giorgi, ¿eh?

El caso es que ahí está Puyol como reclamo, y si os parece raro que sea eficaz para anunciar una peluquería es que no sabéis de publicidad. Los próximos meses vais a ver de todo anunciado por los jugadores de fútbol. De todo. Tenga o no que ver. Porque ahora un jugador de la selección atrae la atención de la gente, especialmente de los hombres. Y eso es bueno. Tampoco es que el que va a cortarse el pelo mire antes los pósters para decidir qué corte quiere que le hagan. Claro que no. Por eso nuestra experta recomendación es poner a Puyol o un póster así:


Un pelo precioso, mucho mejor que el de Puyol. Atrae la atención del que va a cortarse el pelo seguro. Por el pelo. Porque no es una genio del mal. Porque esta chica te hace pensar. Hace que pienses: ¿y esta quién es? ¿Quién la habrá atropellado y la ha dejado en esa postura tan rara? Pero rara rara. Si la miras por partes no es tan marciana. Miras de costillas para arriba y aparte de esa torsión característica de las que buscan el macicismo, es medio normal. Bueno, las manos agarradas a la cabeza por detrás no son normales, pero no son descabelladas. Ahora bien, en la cintura hay un giro que es antinatural, a menos que esta chica esté compuesta por partes como los muñecos de He-Man:



La morena va a golpear con los codos. O con las tetas, lo que llegue antes.

De costillas para abajo hay un escorzo a lo Caravaggio (yo estoy oyendo el crac crac crac de la columna vertebral mientras se desencaja) y las dos piernas, una en lo que viene a ser la posición normal y la otra en posición Lesión de Menisco.

El caso es que después de pensar en todo esto lo que menos ganas tienes es de que te corten el pelo. Tú lo que quieres es un masaje e irte a la cama a descansar. O a practicar la postura delante del espejo (envía tus fotos haciéndolo a la dirección de siempre y crearemos una categoría especial dentro del blog). Así que a lo mejor un póster con esta chica no es lo mejor. Es mejor recurrir a esta otra:


Es un ángel y los ángeles están de moda (los vampiros ya han pasado). Es buena. Es perfecta. Tiene torsión de cintura pero no te preguntas si se habrá descoyuntado. Te está diciendo con la mirada: seré tuya, si te cortas esas greñas que llevas. Está diciendo: a lo mejor Puyol es campeón del mundo, pero me irás a comparar; fíjate qué pelo; fíjate que ojos; fíjate qué todo. Perfecto para la peluqueria del barrio. Y para la carnicería y el delicatesen y el locutorio y el dentista y mi despacho.


En efecto: ya hemos vuelto de vacaciones.

viernes, julio 09, 2010

Felices vacaciones

Pues sí, queridos amigos, llegó la hora de anunciar que por causas, nada ajenas a nosotros mismos, este blog se cierra durante unos días. ¿El motivo? Ya os imagináis: Vacaciones con Mayúsculas. O, VACACIONES CON MAYÚSCULAS DE VERDAD.

Aunque... la verdad es que se trata de una denominación muy rimbombante para apenas una semana fuera de Madrid, algo que ya no tiene nada que ver con lo que significaba hace unos años para los españoles la palabra vacaciones:




Cuando dejéis de tararear la música, plantearos a ver quien es el guapo que se tira ahora
tres meses sin pegar chapa en Nerja y se os quitarán las ganas de volver a cantar.


Claro que, veinte años atrás, la cosa estaba realmente muy malita para mis padres (malita de las de verdad no malita de las de "voy al banco y pido un préstamo porque aquí nadie se queda sin playa") y las vacaciones se transformaban en tres meses en Madrid, que se estiraban como un chicle pisoteado. Tres aburridos meses en los que yo deambulaba como alma en pena por su piso de Vallecas intentando esconderme del calor y del aburrimiento. Deseando que llegara el colegio. O el Apocalipsis, que total, eso y julio en Madrid es prácticamente lo mismo.

Hasta que un día Caja de Madrid abrió este local cerca de mi casa:

Mira a la carretera, niño, ya verás el edificio cuando entres en el Cerdo agridulce

No sólo era un local de acceso gratuito (imprescindible para una adolescente sin paga como yo) sino ¡que tenían aire acondicionado! (imprescindible. Punto y final). Al principio, las responsables pensaron que yo había suspendido todo en junio y estaba haciéndome la remolona para no comenzar a estudiar. Pero no tardaron en darse cuenta de mi maquiavélico plan.

¡¡Rebeca Rus estaba pasando sus vacaciones en la biblioteca de Doña Carlota!! ¡¡Por todo el morro!!

Y qué vacaciones, tíos. Uff. Menudo tobogán de emociones. Menudas conversaciones trascendentales. Qué bien funcionaba aquel aire acondicionado. Y los libros que prestaban tampoco estaban nada mal. En serio, puede que me leyera casi cien libros cada verano que pasé allí, uno por día. Puede que hiciera cientos de amigos. Puede que mis veranos cambiaran para siempre desde que encontré un sitio al que ir. O muchos sitios. O muchos libros, que para el caso es lo mismo.

Así que os podéis imaginar que ayer, cuando leí en El País que Caja Madrid ha decidido cerrar esta biblioteca y muchas otras más, me invadiera la nostalgia. Una nostalgia de veranos tan laaaaaargos como chicles, sin nada que hacer más que leer un buen libro y tener una conversación trascendental de tres o cuatro horas con tu mejor amiga mientras compartes una bolsa de chuches. Veranos de patines injertados en los pies y rodillas llenas de heridas. Veranos de intentar colarse en la piscina de algún amigo rico y de ganarse unas pelillas cuidando a tus primos pequeños. Esos veranos que ya no existen para mí. Y que no se pueden comparar con apenas una semana en la playa.

viernes, julio 02, 2010

Esa incómoda sensación de que se te encojan los huevos

Qué tendrán algunas instituciones para que estés siempre un poco temeroso cuando te cruzas con ellas. Yo, por ejemplo, me pongo nervioso cuando veo en la carretera una pareja de guardias civiles, incluso los días en que no llevo ningún cadáver en el maletero. Y con Hacienda pasa lo mismo. Que te recorre un escalofrío cuando se relacionan contigo.

Hasta para dar buenas noticias Hacienda acojona. Recibido en el móvil (sí, ya sé que tengo que cambiar de móvil):

Alguien debería decirle a la Agencia Tributaria que, aunque hayan dado una orden, las mayúsculas no son necesarias. Lo que pasa es que yo no me atrevo a hacerlo.
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