domingo, diciembre 11, 2011

De cómo me libré del horrible Cruzado Mágico®

En mi primera novela, Sabrina:1 - El Mundo:0, la protagonista se quejaba constantemente de ser plana como una tabla y de que, más que tetas, ella tenía dos huevos fritos. Pues bien, mi caso es justo el contrario y desde los doce años me he visto obligada a lucir los modelos más horribles de sujetadores que podáis imaginar. O, venga, imaginadlo, no os cortéis. Sólo tenéis que acordaros de los sujetadores color carne que llevaban vuestras abuelas para daros cuenta de mi triste sino. Snif, snif. Sí, me estoy refiriendo a esos armazones gigantes donde escondían las viejas el dinero cuando salían de viaje. Los famosos sujetadores Cruzado Mágico®. Esos eran los míos. Snif, snif. Llevar cualquier otra opción (traducción: esos que eran monísimos de la muerte o cualquiera que no fuera un armazón feo y repleto de costuras) equivalía a acabar arrastrando los pechos a la altura del subsuelo, como las indígenas que salen en los documentales de La 2.

Los sujetadores Cruzado Mágico presumen de más ingeniería que cualquier nave de la NASA...
... y todos sabemos lo puestísimos que están los ingenieros en moda...
Pero gracias a este blog (y no precisamente a los post del señor Palomares de este y este estilo que tanto disfrutan los que frecuentan esta casa) he conseguido librarme, por fin, del horrible Cruzado Mágico®. Hace unas semanas, gracias a una promo de Bloguzz, la gente de Change of Scandinavia nos invitó a pasarnos por la tienda y a descubrir por qué son especialistas en tallas grandes. ¡Qué listos estos señores, que sin haberme visto en persona sabían lo mucho que mi fisonomía (por no mencionar, mi autoestima) necesitaba de un poco de esperanza! Así que movida por la desesperación (o las ganas de esperanza o, mire usted, yo qué sé), agarré al señor Palomares por las solapas y le arrastré hasta un centro comercial. Mirad si estaba desesperada. La tienda que Change of Scandinavia tiene en Madrid promete bastante ya sólo viendo el escaparate.
Rebeca Rus a punto de descubrir la luz al final del túnel.


Pero el interior es como una tienda de golosinas para mayores.

Que me los envuelvan, me los llevo todos.

Una vez identificada debidamente, una simpatíquisima dependienta me tomó las medidas, me hizo una ficha con las tallas de contorno y copa y me ayudó a elegir unos cuantos modelos para probar. Esa misma y, repito, simpatiquísima dependienta no dudó en meterse en el probador conmigo para asegurarse de que cada modelo ajustaba donde tenía que ajustar. Al final, me decidí por este modelo porque me sentaba de miedo y era la antítesis de los odiosos sujetadores que me he visto obligada a llevar durante toda mi vida:



¿El resultado? Podría enseñároslo, pero ¿para qué perder el tiempo cuando todos sabemos por qué vienen ustedes a este blog?

Ejemplo de como, gracias a Change of Scandinavia, hasta la tía Pascasia
puede lucir espectacular estas Navidades.
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