jueves, enero 28, 2016

¿Es esta la mejor foto de la Historia?

Era una pregunta retórica: sí lo es.

Estaba yo cumpliendo mi promesa de hace unos meses de documentarme sobre las rusas, porque yo soy el típico tío que siempre cumple sus promesas, cuando me encontré con esta joya.




Robert Capa habría dado su mano por poder hacer esta foto (la mano con la que no apretaba el botón de la cámara).

La chavala del #vestidorojo se llama Olesya Malinskaya y dice que es diseñadora de moda (podéis echar un vistazo pero os advierto de que es los vestidos son muy rusos y mucho rusos). Qué bonito vestido, qué pelazo, qué tetas y qué culo (que hay que decíroslo todo). Ya, podría fingir que no me he fijado, pero yo soy un hombre sincero de donde crece la palma.

Pero lo interesante, no sé si lo han visto ustedes, está detrás de ella, siguiendo la línea de la alfombra. Vamos a hacer zoom manual, es decir, voy a recortar la foto.



Efectivamente. Dos señores de avanzada edad mirando estupefactos a Olesya. Uno con andador, la otra con el brazo en cabestrillo, los dos con cara de "Qué está sucediendo en este país últimamente". Igual él un poco más con cara de "Ojalá tuviera doscientos años menos".

Me he puesto a fantasear con que ellos forman parte del Consejo de Residentes del que hablábamos el otro día y ella es la artista invitada. ¿Te imaginas al abuelo enseñándole una foto a los nietos? "A esta la he recibido yo". Sería muy bonito.

lunes, enero 25, 2016

Consejo de residentes

Esta todo muy bien explicado en el cartel:



El Consejo de Residentes está formado por ancianos de la residencia, naturalmente. Quiero decir: no es parte institucional de la residencia, sino un grupo que trata de mejorar la vida de los viejos allí.

Debo estar blandito, porque me ha conmovido un poco.

Me han producido ternura casi todas sus funciones, como la de Entregar la carta de bienvenida a los nuevos ingresos, o la de Ir a control para informarse sobre posibles problemas, que parece casi una manera de mantenerse entretenido. He sonreído con esa arrogancia típica de los que aún somos jóvenes, o más bien no somos viejos, al leer las actividades de ocio programadas: Bingo, Cine y Baile. Qué gilipollas somos por despreciar las aficiones de los demás sólo porque nos resulten ajenas. Nosotros que dedicamos nuestro tiempo a Tuiter y a subir fotos de hamburguesas a Instagram.

Me ha dado pena, y un poco de angustia, el primer punto: control de ingresos, bajas por fallecimientos. Está tan cerca la muerte en una residencia de ancianos, y la decadencia, que es casi como una muerte lenta, que es lo primero que se considera.

Y he deseado que vayan muchos artistas, muchos, para hacer frecuente el punto número cinco: que los del Consejo puedan recibirlos y acompañarlos; que se sientan útiles y orgullosos y que luego puedan decir a sus hijos y sus nietos que conocen a tal o cual artista, que era muy amable y muy humilde. Y que esas tardes -siempre me imagino a los artistas yendo por la tarde- sean un momento emocionante para ellos, que les hagan pensar que vivir aún merece la pena.


martes, enero 19, 2016

El secreto de las abejas, de Carlos Laredo

Había oído hablar del cabo José Souto, alias cabo Holmes, un cabo de la guardia civil destinado en la Costa de la Muerte gallega, y quería conocerlo. Ya lo he hecho y ha sido un verdadero placer. El secreto de las abejas, que me proporcionó gentilmente la editorial Sinerrata a través de Javi de Ríos, es su tercera aventura, tras El rompecabezas del cabo Holmes y La decepción del cabo Holmes.

Mi valoración a bocajarro por si no queréis leer más: está muy bien y estáis perdiendo el tiempo en haceros con un ejemplar.



Y ahora vamos a hablar de ella en detalle.

El protagonista es un cabo gallego de la guardia civil que lee muchas novelas policíacas.  Hago hincapié en esto último porque debe coincidir con el autor. Se nota la influencia, para bien, de muchos autores. Es inevitable acordarse, por la propia naturaleza del personaje, con Domingo Villar y su inspector gallego Leo Caldas, con el que el cabo Holmes comparte escenario; tenemos también a Lorenzo Silva y sus guardias civiles Bevilacqua y Chamorro, con los que comparte cuerpo; y tenemos a García Pavón y su Plinio, con los que comparte el escenario del pueblo diminuto, con sus peculiaridades de pueblo diminuto.

Pero si tuviera que comparar las aventuras del cabo Holmes con algún autor sería con Andrea Camilleri (hay un momento en la novela, de hecho, en el que Holmes está leyendo una aventura de Camilleri). Con Camilleri y su Montalbano comparte el ambiente rural y sobre todo el humor socarrón que recorre sus páginas, que es quizá lo más interesante de la novela: aparte del misterio policiaco hay una retranca continua que hace su lectura realmente muy divertida.

El autor logra retratar, igual que Camilleri, un escenario muy realista en el que los personajes están vivos: personajes bien dibujados -qué importantes son los personajes, no me canso de decirlo por muy obvio que sea-, con un pulso firme, en el que hay ineptos y vagos y perfeccionistas y gente que bromea y personas que se emocionan. Todos orbitando alrededor del cabo Holmes, un hombre peculiar de ideas aparentemente peregrinas en torno al que se aglutina la narración; es tan fuerte el influjo del cabo Holmes que a su lado algunos personajes parecen más débiles. Me pregunto si no necesita el cabo Holmes un Watson que dé contrapunto al personaje y no obligue a que todo gire a su alrededor

La novela es más policíaca que negra. De ingenio más que de acción, al viejo estilo de las novelas-problema. Si el truco de la novela negra clásica para resolver un misterio es moverse mucho e ir empujando al lector para que no reflexione, en el caso de El secreto de la abejas el truco es plantear hipótesis verosímiles constantemente para impedir que el lector encuentre el descanso suficiente para saber cuál es la pista verdadera y cuál la falsa.

En esto el autor es muy hábil, casi como un trilero (aunque no hace trampas, como pide la novela policíaca ortodoxa; todas las cartas están sobre la mesa). Se le nota que disfruta (yo también) con estos juegos tan de la tía Agatha, y crea una astuta trama en torno a lo que parece un robo de un banco corriente y moliente, muy bien trabada, que se resuelve con un truco de ilusionista (lo digo como piropo).

Uno acaba la historia, que se lee muy rápidamente, con muy buen sabor de boca y con el deseo de conocer más casos del protagonista. No hay mejor prueba del éxito de una novela policíaca, puro entretenimiento en su esencia, que esta.

En resumen: muy recomendable. Seguiremos de cerca al cabo Holmes y su evolución.

jueves, enero 07, 2016

El perro Mistetas

Gracias a un tuit llego a un artículo de la Wikipedia dedicado al chiste del pero Mistetas en el que te explican el chiste pero no mucho tampoco. No llega a destriparse, es más como el cuñado que repite el gag:


Lo que sí está muy bien es que ponen una foto para ilustrar el artículo:



Una mujer pasea a su perro. ¡Pero no sabemos si ese perro se llama Mistetas! La mujer oculta su rostro con uno de esos sombreros que se han puesto de moda, puede que porque le dé vergüenza estar en un chiste verde (la Wikipedia dice que es un chiste verde, sí). En cualquier caso es un poco absurdo porque ahí el perro AÚN ESTÁ, no ha desaparecido. Es una escena previa al chiste, o al menos en su prólogo. ¿No debería salir una chica que está desesperada porque ha perdido al perro? O un guardia. O una chica que te pregunta: ¿Ha visto a Mistetas?  y tú puedas contestar: No, pero me gustaría verlas.



Milú jugando con Bar y su media. Maldito perro afortunado...
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