martes, octubre 31, 2006

Uno de los mejores anuncios de la Historia

Creo que sería incapaz de elegir el mejor anuncio de la Historia, al igual que soy incapaz de elegir el mejor libro o la mejor película. Es una definición demasiado categórica como para sentirnos cómodos con ella. Sin embargo sí tengo más claro que hay algunos anuncios que están entre los diez mejores de la Historia. El que os presento hoy es uno de ellos. Fue el gran triunfador de Cannes en 1999 y como todas las obras maestras marcó un antes y un después. Tuvo cientos de imitadores -aún estamos sufriendo los efectos- sin que ninguno alcanzara la contundencia del original, cambió muchas de las reglas publicitarias y aún mantiene, siete años después, suficiente frescura como para que me ponga los pelos de punta. Es la campaña para el periódico inglés The Independent:




Ha pasado mucho tiempo. Por aquel entonces aún éramos capaces de creer en el Periodismo. Hoy, francamente, no sé si es un ideal obsoleto.

viernes, octubre 27, 2006

Introducing Mr X

Verán ustedes, en realidad es muy poco probable que los generales se presenten voluntarios a misiones suicidas. Quizá por el adjetivo, suicida, que les echa para atrás. Los generales son así, prudentes hasta la cobardía. Por eso han llegado a generales. El caso es que siempre que se pide un voluntario sale el pringao del batallón. O le empujan los compañeros. El recluta Patoso, vamos.

Enfrentarse a Gallardón por el Ayuntamiento de Madrid es una misión suicida, así de claro. Y no sólo porque el PP tenga en Madrid una sólida posición (coño, que es que ganaba Álvarez del Manzano. ¡Álvarez del Manzano! ¡El que cantaba villancicos!). Es que además el tío es listo y tiene tirón y no asusta a los de izquierdas. En las elecciones anteriores tuvo un debate con Trinidad Jiménez y la despedazó sin despeinarse.

Y claro, ningún pez gordo del PSOE ha querido presentarse. Anda que no han barajado nombres: Bono, Solana, Felipe, De la Vega, etcétera. Y todos escurrían el bulto. Menos Bono, que primero escurrió el bulto y luego dijo eso de “a mí no me amarga un dulce, que me lo pidan”, guiño, guiño, y los del PSOE se entusiasmaron, ah, pues se lo pedimos, y entonces Bono dijo: “Aquí ha habido un malentendido; no era un guiño, sino que se me había metido algo en el ojo”. Y vuelta a empezar.

Hasta que han decidido que lo mejor era presentar a un tipo desconocido que pasaba por allí. Miguel Sebastián. Pero que es madrileño, ¿eh?, que es gato, dicen como si eso fuera un mérito: una de las pocas ciudades del mundo donde casi nadie es de aquí. Y donde a nadie le importa.

Miguel Sebastián. En El País han tenido que recurrir a una entrevista de hace tres años para poder ofrecer algo de él. En el 20 minutos han recurrido a sus exalumnos (era majo y tal, a mí me aprobó). En nuestro diario favorito han pasado de líos y se han hecho su propia portada imaginativa:


Insisto: portada del diario gratuito Qué! Es que no me imagino la conexión mental
que lleva a una persona a hacer esto y a un jefe a aprobarlo.


Luego los del PSOE han cerrado filas, han dicho que van a ganar, que el tío está preparado, que era el mejor candidato posible, que patatín, patatán, pero al hombre es que no se le va la cara de si lo sé no vengo (pinchad el enlace, córcholis, que me lo estoy currando). Porque el tío tampoco parece que tenga mucha cintura o esa palabra tan bonita, carisma. “Aznar tampoco tenía carisma, Zapatero no tenía carisma”. Coño, ya lo sé, pero Aznar estuvo seis años dándose a conocer y martilleando (Váyase váyase váyase váyase váyase) y Zapatero tuvo otros tres para depilarse las cejas y probar distintos tipos de peinado. Miguel Sebastián tiene unos meses y, repito, se enfrenta a Gallardón, que va a fregar el suelo de la M30 con él.

¿Entonces? ¿Por qué han elegido a Sebastián? Veamos un extracto de la información de El País:

La decisión fue tomada anoche en una reunión en la que participaron el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, el secretario de organización del PSOE, José Blanco, el presidente de la Federación Socialista Madrileña, Rafael Simancas, y el propio Sebastián.

En El sabor del cerdo agridulce hemos tenido acceso a una grabación de esa reunión (chúpate esa, Escolar) y os la ofrecemos en exclusiva. Tras la opípara cena, los cuatro están fumándose sus puros y tomando unos orujos (“A mí en copa de balón con dos piedras”).

-Bueno, ¿y qué hacemos con lo de Madrid?

-Pues verás, José Luis, he hecho un sondeo y me sale que ganamos a Gallardón si presentamos un candidato concreto. Es una apuesta audaz.

-Déjame que adivine, Pepiño: el propio Gallardón.

-No, ese chiste ya lo han hecho en otros blogs. Todos los sondeos indican que ganaremos si presentamos a Tierno Galván.

-¿Tierno Galván?

-Sí. Tiene carisma, tiene experiencia, es conocido. Es perfecto.

-Pero Tierno está muerto.

-Bueno, ya te he dicho que es una apuesta audaz.

-No sé, no sé.

Hay un silencio. Luego Simancas intenta pedir otra ronda de orujos, pero el camarero no le hace caso, finge que no le ve. Sebastián también lo intenta, pero nada. Al final Zapatero pide otra ronda.

-¿Y qué habría, que resucitarle?

-Claro. Ya lo hicimos con Morán. Ah, no, espera, que Morán no estaba muerto, sólo lo parecía.

-No sé, Pepe, no me convence. Ese tío era muy raro.

Quedan en silencio. Apuran sus copas. Le dan vueltas al asunto, piensan que el pacharán está mucho mejor que el orujo. Piden unos pacharanes.

-¿Y por qué no te presentas tú, Zapa?

-Sí, hombre para perder. Preséntate tú.

-Sí, hombre.

Miguel Sebastián aprovecha para ir al baño. Zapatero le ve irse. De pronto Pepe Blanco, que acaba de tirar una copa y ha puesto perdido el mantel, dice:

-¿A que no hay huevos de presentar a éste a candidato?

-¿A quién?

-Al Sebastián.

-No jodas que ha venido, si no le he visto.

-Está en el baño. ¿A que no hay huevos de presentarle de candidato?

-¿Que no?

-No hay huevos.

Vuelve Miguel Sebastián. Se ha dejado la bragueta abierta, pero no se lo dicen.

-Oye, Miguel, qué te iba yo a decir… Tómate un pacharán, que tenemos que contarte una cosa que se le ha ocurrido a este.

-Yo es que el pacharán...

-Es una orden.

Y el resto es historia.

miércoles, octubre 25, 2006

La modelo más eficaz del planeta

Imagina que eres un importantísimo anunciante. Imagina que decides invertir una burrada de millones en una campaña de publicidad. Imagina que contratas a la mejor agencia de publicidad que puedas contratar, con los mejores creativos y que estos, a su vez, contratan al mejor fotógrafo, al mejor estilista, al mejor peluquero, al mejor maquillador… y a la mejor modelo. Para hacer un anuncio como, por ejemplo, este:

Y un buen día, cuando te llegan todas las revistas nacionales e internacionales a tu despacho, te encuentras que tu directa competencia ha hecho esto:
Y también sale esto:
Y esto otro:
Y también esto:

Y esto otro:



Todo en el mismo número de Vogue, todos con Kate Moss.

Uffffff.

¿Qué significa todo esto?, te preguntarás entonces. ¿Cómo conseguirá tu anuncio destacar entre todos los demás anuncios de la competencia si todos habéis elegido a la misma persona para representaros? ¿O si la gente no sepa ver más allá de la modelo en sí, que es bastante más famosa que tu producto? ¿Será eficaz entonces tu anuncio? ¿Habrá merecido la pena gastarte ese chorro de millones?

Como publicitaria de pro puedo decir que no lo sé. Como hace bien poco se hablaba en este mismo blog, reconozco la importancia que tiene para los creativos utilizar famosos a la hora de anunciar un producto. Asociar el perfil del famoso a la imagen del producto es una cosa que siempre, siempre, ha funcionado bien. Te da notoriedad, te da lustre... Pero ¿qué pasa cuando tu famoso es utilizado en veinticuatro campañas al mismo tiempo? ¿Desde Dior pasando por Chanel hasta la barata y poco glamourosa marca de cosméticos Rimmel? ¿No pierde un poco de eficacia el asunto?

Quizás no. O quizás sí. Quizás Kate Moss es la modelo más eficaz del planeta y yo no me he dado cuenta aún. Quizás convierte en oro todo lo que toca y por eso, da igual si su rostro sale en veinte o más campañas diferentes porque en cada una de ellas sabe dar lo mejor de sí misma y al mismo tiempo, algo totalmente diferente. Puede parecer ella (la famosa Kate Moss) y otra a la vez. Ni idea, oyes. También me pregunto qué es lo que tiene Kate Moss para que sólo este año haya sido elegida para protagonizar las campañas de Burberrys, Dior, Chanel, Rimmel, Louise Vuitton, Chaucer, Topshop, Bulgari, entre otras más. Si realmente es tan increíble...

domingo, octubre 22, 2006

El lento declive de Los Simpson

El otro día estuvimos viendo en Antena 3 uno de los episodios de la última temporada de los Simpson –bueno, de la penúltima, que acaba de empezar otra, la número 18, en Estados Unidos-. Como de costumbre, tiene algún golpe estupendo, pero el capítulo era realmente flojo comparado con los clásicos de los Simpson. ¿Cómo es posible que haya descendido tanto el nivel de la serie? ¿Cansancio de los autores? ¿No hay más temas que desarrollar? ¿Los personajes amarillos ya no están de moda? Quizá. Pero nosotros nos fijamos en un detalle del capítulo y decidimos compararlo con un episodio de una de las primeras temporadas.

Tercera temporada, episodio 1: Homer Simpson entra en un psiquiátrico y allí conoce a un hombre blanco y gordo que dice ser Michael Jackson. Créditos:

Creado por
Matt Groening

Desarrollado por
James L.Brooks, Matt Groening, Sam Simon

Coproductores ejecutivos:
Al Jean & Mike Reiss

Productores supervisores:
Jay Kogen & Wallace Wolodarsky

Productor:
George Meyer

Producido por
Richard Sakai
Marina Jean Adamson
David Silverman

Coproductor:
Jon Vitti

Coproductor:
John Swartzwelder

Escrito por
Al Jean & Mike Reiss

Dirigido por
Rich Moore


Bien. Pasemos a la temporada 17. Episodio 5. Créditos, por favor:

Creado por
Matt Groening

Desarrollado por
James L.Brooks, Matt Groening, Sam Simon

Productor ejecutivo
Ian Maxtone-Graham

Productor ejecutivo
Matt Selman

Coproductor ejecutivo
Dan Greaney

Coproductor ejecutivo
Carolyn Omine

Coproductor ejecutivo
Tim Long

Coproductor ejecutivo
John Frink

Coproductor ejecutivo
Don Payne

Coproductor ejecutivo
Dana Gould

Coproductor ejecutivo
Kevin Curran

Coproductor ejecutivo
J. Stewart Burns

Coproductor ejecutivo
Michael Price

Coproductor ejecutivo
Bill Odenkirk

Supervisor de la producción:
Larina Jean Adamson

Supervisor de la producción:
Marc Wilmore

Supervisor de la producción:
Joel H. Cohen

Productor:
George Meyer

Productor:
Ron Hauge

Productores
Tom Gammill
Max Pross

Productor
David Mirkin

Productor:
Mike Reiss

Coproductor:
Matt Warburton

Director de producción
David Silverman

Producido por
Richard Raynis

Producido por
Bonita Pietila

Producido por
Dense Sirkot

Producido por
Richard Sakai

Escrito por
Daniel Chun

Dirigido por
Mike B. Anderson


¿Tendrá algo que ver que en la temporada 3 hubiera 10 productores de distintos tipos (que ya es decir) y en la 17 hubiera 27? Que a lo mejor no, claro. A lo mejor es casualidad.

El Fiscal ha terminado su alegato, señoría.

jueves, octubre 19, 2006

La gente está como una cabra

Como hay elecciones catalanas a la vista, las juventudes de ICV, un partido de izquierdas, ha repartido preservativos en los que venía inscrito el lema: "Fóllate a la derecha". Como era de esperar, se ha montado un escándalo y han decidido retirar la campaña. Lo lógico, ¿no?

Pues no. Porque resulta que la retiran, abro comillas:

tras recibir varios correos electrónicos de personas que "se habían sentido molestas por la connotación machista que podía tener"
Me he quedado con la boca abierta. O sea que el problema no es que hablen de follarse a una ideología, sino que sólo puedan hacerlo los hombres. O que se insinúe que la derecha es una mujer, no estoy seguro, yo en estas cuestiones me pierdo siempre. Supongo que si hubieran encontrado una manera de decir: "Hombre o mujer, fóllate a la derecha" estaría permitido.

Qué gente más rara.

miércoles, octubre 18, 2006

Porque yo lo valgo

Leí el otro día en una revista del corazón que el actor Patrick Dempsey, el guapo médico rompecorazones de Anatomía de Grey, ha asegurado su estupenda cabellera por una barbaridad de millones de dólares.

Este asunto me ha dejado totalmente patidifusa.

Pero luego, recapacitando, me he dado cuenta de que todo el asunto tiene su lógica. Si Patrick perdiera pelo dejarían de llamarle para hacer de galán cada dos por tres y, a cambio, le saldrían papeles de perdedor como a Paul Giamatti (que, ¿lo veis?, tiene unas entradas de cuidado y por eso siempre hace de perdedor).


¿A quién elegirías para hacer de cirujano bombón? Exacto. Yo también.

También recordé a otros famosos que habían asegurado otras partes de su cuerpo: Jennifer Lopez, Mariah Carey, Janet Jackson... Además, parece ser que esta moda no es de ahora, que las antiguas estrellas de Hollywood ya lo hacían. Por ejemplo, Fred Astaire y Bette Midler aseguraron por una buena suma sus piernas. Las dos, por si acaso, porque con una no se puede bailar claqué.

En fin, que este asunto tan trascendental me hizo pensar mucho.

Comencé a pensar en si Brad Pitt habría asegurado su culo, en si Hugh Jackman habría puesto precio a su pecho-lobo, en si Ewan McGregor se había hecho un seguro a todo riesgo, en si... uff, y sobre todo, pensé en que había prometido hacer un post de maromos para las mujeres que leen este blog y necesitaba una excusa cualquiera para llenarlo de fotografías como estas:





Pero, ahora pensando en serio: si realmente considerásemos asegurar partes de nosotros mismos ¿no tendría mucho más sentido asegurar nuestra habilidad interpretativa que nuestra melena? ¿O nuestra inteligencia? ¿O el talento? ¿O nuestro sentido común a la hora de elegir? ¿O mil cosas más? Quizás en la vida real eso sería mucho más práctico, ¿no? De momento, me he conectado a la web de la Mutua Madrileña y no dicen nada sobre asegurar mi capacidad para hacer croquetas de cocido incólumes. Ya os mantendré informados de mis avances.

martes, octubre 17, 2006

Ender contra Ender

Hace eones me leí una novela de ciencia ficción que había ganado todos los premios posibles, El juego de Ender, de Orson Scott Card. Me gustó mucho. Tanto que me leí dos secuelas, La voz de los muertos, que es el típico libro que la gente usa para refutar lo de que segundas partes no fueron buenas, y Ender el xenocida, que a la serie vino a significar lo que El retorno del Jedi a La guerra de las Galaxias. Vamos, que es una castaña.

Mucho tiempo después le regalé a mi hermana La sombra de Ender, una nueva secuela (la quinta novela) de la que había oído muy buenas críticas. El planteamiento era muy interesante. ¿Y si volviéramos a contar los acontecimientos de El juego de Ender, pero desde la perspectiva de otro personaje? Como Rashomon, pero sin japoneses.

Bueno, pues me leí las dos del tirón; primero la novela original, para refrescarme la historia (y ver qué tal estaba quince años después) y acto seguido la secuela. El juego de Ender es la historia de un niño reclutado por la Humanidad para entrenarse en una escuela militar y convertirse en el comandante de la flota que se enfrentará a una raza alienígena, los insectores. A través de los ojos del pequeño Ender, asistimos al cruel proceso de formación de la personalidad de un líder. En su momento la novela me impresionó mucho; ahora no tanto. No es que el libro haya envejecido mal; el que ha envejecido soy yo. El juego de Ender es una novela casi juvenil que se lee con mucha rapidez –es una novela realmente ligera, de leer de un tirón- que al lector adulto le dejará un sabor de boca casi agrio. Lo que de joven eran inteligentes reflexiones ahora resultan un poco ingenuas, sin profundidad, y lo que parecía un vívido retrato de personajes ahora parece estar hecho con brocha gorda. No obstante, El juego de Ender me sigue pareciendo una novela muy apreciable, con más virtudes que defectos, y que aprovecha sus recursos eficazmente. Ya no tiene para mí el tirón que tuvo, pero es que he dejado de ser su público objetivo: el adolescente friki.

Entre los adolescentes Ender es casi una representación de ellos mismos, una hábil representación. Está aislado (“nadie me comprende”), es más pequeño y débil que el resto de compañeros, apenas tiene amigos, es el favorito de los profesores, todo el mundo le odia, pero es el más inteligente y esta destinado a salvar la Humanidad. Vamos, exactamente tal y como nos vemos los frikis adolescentes en esos años. Es nuestra metáfora perfecta, lo que nos gustaría ser. Como Harry Potter. Que vive con una familia de mierda que le trata fatal y es el raro, pero coge la varita esa y salva el mundo (vaya, os he estropeado el libro, perdonad el spoiler). Harry Potter y Ender son el lector. Ese lector tímido al que se le da fatal la gimnasia y el fútbol, que lee y lleva gafas de culo de vaso, sin demasiadas habilidades sociales, que dice esa frase tan bonita de Salvor Hardin (“la violencia es el último recurso del incompetente”) justo antes de que le partan la cara. Y que salva al mundo, os jodéis, matones.

Card se apoya en ese personaje que somos todos y construye con habilidad la novela a su alrededor, apoyándose en un triunfador que no parece un triunfador. Lo maltrata y le hace salir triunfante de todas las pruebas –como en los cuentos de hadas, que también tratan de personajes que están solos y son desgraciados-. El resultado es muy bueno. Sobre todo si tienes diecisiete años, pero no sólo si tienes diecisiete.

Pero no pasa lo mismo con La sombra de Ender. Para empezar porque es mentira lo que promete: no es una nueva perspectiva sobre los sucesos de la primera, sino una novela sobre otro personaje. Card intenta el mismo truco de Ender con Bean, su lugarteniente. Pero no funciona, porque no puede haber dos personajes solitarios, aislados, pobrecitos pero que acaban triunfando. Card fracasa al reproducir el esquema porque la estructura de El juego de Enderno lo admite. Y como personaje Bean sale debilitado de la comparación, parece tener reacciones gratuitas. Hay una extraña complacencia del autor por su personaje que le obliga a cometer disparates argumentales contradictorios con la primera obra, a hacerle tan superdotado que resulta increíble en contraposición con otro superdotado como Ender. ¿No habría sido más inteligente, ya que en la original hablamos de un triunfador vestido de fracasado, hablar en esta de un fracasado que parecía destinado al triunfo? Habría sido una novela más difícil de realizar, más adulta, más compleja y más amarga. Pero habría sido sin duda mucho mejor que este mediocre intento, una floja novela que no le hace justicia a la interesante historia original. Es curioso que el titulo del libro sea La sombra de Ender, porque eso es justamente la novela: una pálida sombra de su original.

Card ha sacado otras tres novelas-secuela más con el truco este de “La sombra de…". Pero a mí ya no me coge vivo.

lunes, octubre 16, 2006

La fundación de la autoestima

Me pregunto si hace miles de años los seres humanos nos preocupábamos tanto como nos preocupamos ahora por nuestro aspecto físico. Si había niñas con problemas de anorexia, si soñaban con parecerse a otra persona que vivía a miles de kilómetros de sus pequeñas villas y a la que ni siquiera habían visto en carne y hueso, si la obsesión llegaba a tales extremos como para provocar depresiones, suicidios o para no querer salir de casa nunca jamás.

Probablemente no.

Porque hace miles de años no existía la alta tecnología ni Max Factor o el Photoshop.
Tampoco existían hace cincuenta años. Y nuestras abuelas no tenían los problemas estúpidos que ahora tenemos nosotros porque los ideales de belleza no eran tan tiránicos como son hoy en día. Ni tampoco una patraña semejante.

Me envía hoy un amigo un maravilloso vídeo que ha grabado la Dove Self Esteem Fundation y alucino con lo que la publicidad puede llegar a hacer. Mirad:



Siendo yo misma publicitaria y viendo estas cosas a diario en la mesa de enfrente todavía me cuesta creer que la belleza a la que aspiramos es una belleza que no existe. Y si me cuesta creerlo a mí, que trabajo en un mundo en el que el retoque fotográfico es el pan nuestro de cada día, ¿qué no conseguirá hacer en la mente de los profanos al tema? ¿O de las niñas y adolescentes que lo respiran día a día? Acciones como las de Dove son cada vez más necesarias. Sólo espero que algún día lejano mi hija sea capaz de mirarse en el espejo sin tener una imagen ficticia en la cabeza de lo que debería ser. Mientras tanto, me conformaré con compartir este vídeo con vosotros y en imaginar que la modelo que aparece en la portada del último Cosmopolitan es en realidad un fotomontaje que ha improvisado el fotógrafo con su caniche y la suegra que pasaba por allí.

Una muestra de lo que Photoshop permite hacer con una escoba vieja,
un colador, un Fox Terrier y un vestido de Versace.

P.D.: Próximamente, temas mucho más trascendentales. Temas que incluyen maromos, of course. Lo prometo.

viernes, octubre 13, 2006

El cliente siempre tiene la razón

Algunos lectores del blog nos dicen a menudo: ¿Por qué hacéis entradas tan largas? Si fueran más cortas, a la gente le costaría menos leeros.

miércoles, octubre 11, 2006

Famosos que hay que decir que son famosos

En publicidad se usan muy a menudo personajes famosos porque tienen importantes ventajas. La primera, y más importante, es que prestan su notoriedad a los productos que anuncian. A todos nos atraen los famosos: nos llaman la atención. Basta que aparezca un famoso en televisión para que nos mostremos dispuestos a escuchar, y eso es muy importante para los publicitarios: en un mundo saturado de estímulos, llamar la atención entre la marabunta es fundamental. Naturalmente, nos mostraremos más interesados si admiramos al famoso en cuestión que si le despreciamos. Y aquí está la segunda ventaja del uso de los famosos: que pueden proyectar sus virtudes a los productos que anuncian. Si un producto lo anuncia alguien simpático, el producto es simpático. Si asociamos con un famoso el adjetivo familiar, lo mismo ocurrirá con lo que anuncia.

A cambio de estas dos ventajas, el famoso en cuestión se embolsa una pasta. ¿Cuánto? Pues depende del famoso, claro. Fernando Alonso se levanta un pastizal y eso que cae mal a la mitad de la población. Ronaldinho, que cae mejor, se lleva otro pastizal. Que podía emplear en ir al dentista, por cierto, con todo ese dinero y sin hacerse una ortodoncia como Dios manda. Aída Nízar no gana nada porque no le cae bien nadie, aunque aseguraría notoriedad.

¿Pero qué pasa cuando el cliente no quiere gastarse ese dinero en un famoso pero quiere un famoso? Porque no tenga ese dinero o sea un rácano o prefiera gastarse la pasta en otras cosas. Pues pasa lo que pasa. Que para que la gente sepa que el producto lo anuncia un famoso hay que decírselo:

-Eh, tú, que esto no lo anuncia Pepe Pérez, que te lo está diciendo un famoso, así que obedécenos y haznos ricos comprando esto que te vendemos.

Lo cual no deja de ser absurdo. Porque si la gente no sabe quién es ese tío, ¿exactamente por qué le pagas? Ni aporta notoriedad ni sus valores, porque la gente no sabe quién es. ¿Ridículo? Sí. Y cada vez pasa más. La cosa se complica, porque por ejemplo puede ocurrir esto:



Esta chica tan mona no sabemos quién es, aunque no nos importa seguir mirando la valla un rato a ver si lo averiguamos. Y la estamos mirando con atención porque somos unos profesionales cuando de repente, ¿eh, qué es eso escrito a mano justo debajo del brazo? Pone Erin Wasson, para los que no puedan leerlo (todos, vamos). Como si lo firmara ella. El Corte Inglés, anunciado por Erin Wasson. Sea quien sea Erin Wasson, que nosotros no lo sabemos. Acudamos al Oráculo y resulta que es una supermodelo conocida mundialmente menos en España, hasta que ha hecho la campaña de El Corte Inglés.

Pero en realidad tampoco es que sea tan importante, ¿no? En El Corte Inglés no es que estén diciendo: venid a verme, tengo un famoso. Aunque lo tengan. Ellos lo ponen por si alguien lo ve. Esta chica no la hemos sacado de la mercería, es alguien. Que sea famosa o no nos da igual. Pero lo es, que conste. Vale, vale, no se ponga así.

Caso distinto es el de ABC:



No se fijen en la calidad de la foto sino en el discreto nombre en blanco que aparece en la parte superior derecha. Nieves Álvarez. Aquí no hay duda. Estamos vendiendo el abanico gracias a la modelo. ¿Y si la gente no cae en quién es? Pues lo decimos. No vaya a ser que paguemos por ella y la gente no la reconozca. Sácame la cara de la modelo bien grande y el abanico bien grande. Hala, solucionado. Nombre en blanco. Pequeñito. No está mal, es sutil. Muy bien por el periódico con el mejor suplemento cultural de España.

Otro ejemplo:



La cosa les da tanto miedo que ya se identifica a gente que no necesita ser identificada. Puyol y Torres se comen nuestras pizzas (que tienen aspecto de haberse quedado frías hace una semana). Coño, ya sé que son Puyol y Torres, quién va a ser ese tío tan feo si no es Puyol. No, yo te lo digo por si no lo sabías, no a todo el mundo le gusta el fútbol. Ya; pero si no me gusta el fútbol, ¿qué más me da que sean Puyol y Torres?

Un ejemplo distinto:



Qué chica tan extraguapísima, sea quien sea. Eh, un momento, el truco del nombre escrito ahí abajo para asegurarse de que sabemos quién es. Es, hagamos zoom, forcemos la vista, Charlize Theron. Ostras, esta vez sí hacía falta, porque en la vida habría adivinado que es Charlize Theron. Mira que he visto veces el anuncio y nada. Hasta que te das cuenta de que lo es. Que tiene su mérito esto, oye. Te gastas cinco millones de dólares en contratar una famosa y te gastas otra pasta gansa en encontrar un fotógrafo para que éste saque a la estrella irreconocible. Guapísima pero irreconocible. Buen trabajo, chavales. Que sí que es Charlize Theron, te lo juro. ¿La misma del anuncio de El Corte Inglés donde hace de maniquí? Sí, ya sé que no lo parece, pero sí.

¿Hay algo peor que gastarse una millonada en contratar una famosa y luego asegurarse de que nadie sabe que es famosa? Sí. Esto:



Contratar a alguien como si fuera famosa, darle tratamiento de famosa y encima anunciarla a ella, no a lo que promociona. Carrie Underwood anunciando Skechers. Que son unos zapatos, vaya, aunque que me aspen si entiendo por qué tienen el mismo nombre que los malos de Cristal Oscuro –esa obra maestra del cine, y sí, esto va por ti, Rafa Fortis-. Carrie Underwood, que además lanza su disco en verano. Underwood como la máquina de escribir, Carrie como la adolescente chunga de Stephen King. ¿Alguna pista más sobre Carrie Underwood? ¿Por qué debería interesarnos lo que nos cuente? Pues porque es la ganadora de American Idol, el Operación Triunfo yanqui. ¿Se imaginan una valla en el Metro de Nueva York con Rosa de España anunciando Paredes? Pues aquí tenemos lo inverso. Una chica que no nos importa nada y que no tenemos el gusto de conocer que nos anuncia unos zapatos desconocidos rodeada de cachorrillos, qué cosa más tierna, al mismo tiempo que promociona su disco. Que a saber si ha salido o no en España. ¿No es uno de los anuncios más delirantes que habéis visto nunca? ¿Quién paga aquí, Carrie o Skechers? ¿O los dos? Señores de Skechers, para la próxima vez, si quieren tirar el dinero, no lo tiren: dénmelo a mí, ya se me ocurrirá en qué gastármelo y total, los resultados para ustedes van a ser los mismos.

Y el último ejemplo:



¿Y estas quiénes son? Pues ni idea, la verdad. Y tampoco pone nada. Yo creo que no son famosas y que esto parece una foto gratuita de seis culos estupendos (otra más en este blog). Sí, es otra táctica de El sabor del cerdo agridulce para seguir enseñando macizas en lugar de poner maromos. Y si supierais la cantidad de gente que entra en el blog buscando “los mejores culos del mundo” entenderíais que ponga esta foto para su deleite. Que yo me debo a mi público.

lunes, octubre 09, 2006

Sabor a muerte

Como estaba un poco agotado tras leerme un tocho de 674 páginas y otro de 784 páginas, decidí relajarme con algo ligerito: Sabor a muerte, de P.D. James (sólo 662 páginas).

P.D James es una de esas Damas del Crimen que aparecen como setas (insertar chiste sobre setas venenosas, mortales). No sé por qué la novela negra y/o policíaca es tan buen caldo de cultivo para encontrar buenas escritoras, pero el género parece producir con regularidad un buen número de grandes autoras; más que en ningún otro género, diría yo. No, no leo novela romántica ni histórica.

P.D. James es especialista, junto con Ruth Rendell y Patricia Highsmith, en la novela negra psicológica, más ocupada en describir las profundidades del alma y los complejos dilemas morales que en el juego detectivesco en sí. P.D. James es distinta a las otras dos en que tiene un detective definido, Adam Dalgliesh, un comisario de Scotland Yard metódico, distante y muy british, que es además poeta, y que protagoniza bastantes de sus novelas, entre ellas esta.

No os fiéis del título, que parece sacado de un telefilme de Antena 3 (como otros muchos de sus libros, por otra parte, porque P.D. James titula fatal: Muerte de un forense, Muerte en el seminario, La sala del crimen, Muertes poco naturales, Sangre inocente, La torre negra); Sabor a muerte es una sosegada historia detectivesca que arranca a todo trapo: una mujer y un niño descubren los cadáveres de un ministro recién dimitido y un mendigo en la capilla de una iglesia. Lo que en otros autores nos llevaría por un desenfrenado recorrido con muchas pistolas y revelaciones sorprendentes es en manos de la inglesa un moroso análisis de la conducta humana, una lenta exposición de los hechos y de los pasos que Scotland Yard da para descubrir al culpable.

P.D. James tiene la extraña habilidad de tomarse todo el tiempo del mundo para plantear la investigación sin que nos impacientemos, porque sus libros son al mismo tiempo el planteamiento del problema detectivesco clásico –un enigma que el lector ha de resolver ayudado por el detective, a veces compitiendo con él- y una descripción de la sociedad en la que el crimen se ha producido. El crimen no es sino el reflejo perverso de esa sociedad y nos ha de servir para comprenderla mejor. P.D. James hace esto a la perfección, bucea en los abismos de la sociedad y a la vez nos ofrece una intriga que funciona como un reloj.

Con 86 años, P.D. James aún está en activo; y aún más sorprendentemente, sigue escribiendo obras lúcidas que no desentonan con sus novelas anteriores, cada vez más pesimistas y amargas, cada vez más precisas en su disección del lado oscuro de la sociedad. Será que conoce a los seres humanos cada vez mejor.

Actualización: hay que ver lo que es la serendipia. Justo hoy he visto una valla de publicidad en el Metro anunciando una película llamada Hijos de hombres, y me he dicho (a menudo hablo conmigo mismo, pero no porque esté loco, no, no, no, no, no, no, no, no, no): Anda, qué gracia, cómo el libro ese de ciencia ficción de P.D. James que compraste de saldo pensando que era otra novela negra de las suyas y que empezaba bien pero luego no tenía ni pies ni cabeza y que al final no sabías si recomendar o no y ni que te mataran serías capaz de recordar de qué iba, lo cual no es precisamente una buena señal (soy pensador de párrafo largo). Y miro los créditos y dice: Basado en la novela de P.D. James. Lo que son las casualidades. La película la ponen bastante bien en general. El libro... Bueno, está saldado, así que qué más os da.

Actualización casi seguida: Buscando un enlace para explicar lo de la serendipia he tropezado con el artículo de la Wikipedia. Muchos de los ejemplos científicos que menciona los he leído hoy mismo en el libro que estoy leyendo: Oveja mansa, de Connie Willis.

viernes, octubre 06, 2006

A ver qué os parece

Desde hace un par de días se está emitiendo en la tele el último anuncio que hemos hecho para Bancaja. Os lo pongo aquí para que me digáis qué pensáis de él (sobre todo si pensáis cosas buenas).




Actualización: la cuña de la campaña, ante la desaforada petición de los lectores del blog.

jueves, octubre 05, 2006

La Aventura del Restaurante Misterioso

El Bierzo es una hermosa comarca de León donde hace mucho frío, pero mucho, mucho tirando a glacial. Como es habitual, para compensarlo los bercianos se han especializado en recetas con alto contenido calórico: entre otros, el cocido berciano, la cecina y el que es seguramente el producto más bruto de la gastronomía española: el botillo.


El arma de destrucción masiva conocida como botillo.

La gastronomía berciana (y sus restaurantes típicos) están basados en las materias primas, con mucha carne, mucha legumbre y mucha cantidad de todo. Sitios de ponerse una servilleta al cuello y desabrocharse el botón de los pantalones. Como por ejemplo, Prada a tope. Vamos, que nos encanta.

Para difundir las virtudes de sus productos, en la comarca se celebran anualmente unas Jornadas Gastronómicas muy interesantes. Resulta que llegan a un acuerdo con unos treinta restaurantes para que ofrezcan un menú cerrado a bajo precio con productos típicos de la zona. Ideal para comenzar noviembre: buena comida, honesta, a bajo precio (20 euros). Las de este año, gracias a PerezOso por el enlace, se explican aquí. Merece la pena, yo que vosotros iría.

Bien, basta de introducciones. El caso es que fuimos a unas de esas jornadas hace cuatro o cinco años. Íbamos en grupo, ocho o diez. La zona es bonita y la visitamos a conciencia (Las Médulas, Ponferrada, Astorga, no os pongo enlaces, ya lo buscáis vosotros si eso), pero, vaya, nosotros realmente íbamos a comer. ¿Y dónde comer? Resulta que editan una especie de guía con los restaurantes de las jornadas y cuál es el menú de cada uno de ellos. Viene a ser en casi todos lo mismo:

Primeros: Empanada, Pimientos, Alubias, Cocido, Lacón con cecina, Algo de engordar
Segundos: Costillas adobadas, Botillo, Trucha rellena de jamón, Chuletón, Algo que engorde más.
Postre: Véase respuestas anteriores.

Estábamos ahí eligiendo a dónde ir cuando nos tropezamos con el Restaurante Los Rosales. El menú era espectacular:

Aperitivo: Croquetas de codillo con huevos de codorniz escalfados.

Primeros: Croquetas de la abuela María al estilo de nuestra chef Lourdes. Caldo de berza a la antigua usanza. Vieira a la vinagreta de chafaina y doble emulsión de quesos. Lascas de pimientos en tempura reducidos al jarabe de perdiz.

Segundos: El Botillo, rey del Bierzo, con sus pajes el chorizo, mano de ministro, cachelo, garbanzos y el repollo. Codillo braseado sobre lecho de patatas enlechadas al estilo de antaño.

Etcétera. Por veinte euros. Nos miramos los unos a los otros. Habíamos empezado a conocer las delicias de la nueva cocina: El Bohío, el Andra Mari, el Corral del Indianu. Así que no dudamos: aquí, aquí, este fijo. Hicimos una reserva para cenar.

Llega la hora de cenar y nos ponemos en marcha. El sitio está alejado de donde dormimos, vamos allí, buscamos la carretera que pone, no lo encontramos, nos perdemos, damos media vuelta, no hay manera. Llamamos al restaurante. Nos indican: hay que coger la vía de servicio de la carretera tal. Ah, cogemos la vía de servicio y llegamos a una gasolinera. Esta:


Foto real. No, en serio, te lo juro.

¿Eh? No puede ser. ¿Una estación de servicio? Sí, ahí pone Los Rosales. ¿Qué hacemos? ¿Entramos? Miramos por la ventana. Parece un restaurante de una estación de servicio también por dentro.

-Oye, ¿y si nos vamos a otro sitio?

Recordamos el menú. Recordamos que hemos estado en sitios cutres donde hemos comido que te cagas, para hablar mal y pronto. Así que entramos. Por dentro es igual que por fuera. Quizá hace un poco menos de frío. Vemos carteles de Nuestro lema un cliente un amigo. En las mesas, ofertas para la Noche de Fin de Año: Para quedar como un Pepe. Aquí hay un poeta. Sillas con tapizado de skai que rechinan cuando nos sentamos. Al fondo la tienda de recuerdos de El Bierzo.

Nos atienden y cada uno pide lo que quiere. Paciencia y optimismo, amigos, nos decimos mientras suena un disco de Julio Iglesias en megafonía. Nos traen el pan y respiramos tranquilos, ¿lo ves como había que tener fe?: son panes de muchas variedades, de estos bonitos que no sabes si pedir el de aceite que es el que te apetece o el integral con nueces que es el fino. Nos hacemos con una pieza cada uno y mordemos. Ñasca. Pan de ayer. Duro, duro. Como nos pasaba en casa de chicos: Mamá, ¿cuándo vamos a comer pan de hoy? Mañana. Pero vaya, esto no es tan importante, no nos dejemos llevar por las apariencias, no seamos tan superficiales. Lo que importa es la comida de verdad.

Nos traen los primeros: croquetas de Pescanova –en el menú tenían otro nombre, ya digo que había un poeta-, Vieira requemada, embutidos Revilla, etcétera. Nos lo comemos con resignación. Hay que emborracharse para pasar el mal trago, pero es imposible: el vino es infame. Había que vernos las caras.


PérezOso, haciendo la digestión de las croquetas y sirviendo al tiempo como modelo
para un cuadro de un payaso triste (sin flor)


Nos traen los segundos. Son inenarrables. Menos las vieiras al horno, que son congeladas. Tan congeladas que a pesar de haber estado al horno aún están congeladas. Con su hielo y su escarcha. A lo mejor es que el plato era así y no lo entendíamos. Para ese momento ya estamos descojonándonos de todo, especialmente de nosotros mismos, por patanes y snobs. Igual en El Bulli hacen lo mismo. Creo que comí una loncha de cecina igual en Arzak, hace tres años; quiero decir, que es la misma loncha, la están guardando desde entonces. Le voy a pedir la receta del jamón serrano.

-¿Postres?

-¿Son caseros?

-Sí.

O sea que no. Pero nos atrevemos, qué cojones. Aquí como en Murieron con las botas puestas, que sea lo que Dios quiera, Caballería, ataquemos a esos Panzer. Habría que poner un letrero más: A Los Rosales con cariño. Señor Frigo.

Salimos del restaurante. Nos está bien empleado por listos, pedantes y papanatas. Nos decimos: para curar nuestra vanidad y que no se nos suba lo de los restaurantes chupiguays a la cabeza deberíamos venir aquí todos los años. Hacemos un juramento solemne. Afortunadamente somos todos unos embusteros.

miércoles, octubre 04, 2006

Publicidad en la calle

Hace poco vimos este anuncio en una calle cualquiera de Madriz y nos dejó impactados, sobre todo a mí que soy muy sensible:



La primera en la frente, ¿eh?

Yo es que veo estas cosas y me entran mareos y sudores fríos. Y ya no lo digo por eso de ocacion, que, en fin, no hagamos leña del árbol caído, sino por la ocurrencia de vender un Fiat Tempra con el dibujo de un Fórmula 1. ¡Un Fiat Tempra! ¡El heredero del Supermirafiori! Luego dicen que los publiciteros somos exagerados y mentirosos. ¿Y esto qué?

En fin, no nos hagamos mala sangre y preguntémonos en cambio: ¿qué ha fallado en la educación de la humanidad (poned las mayúsculas que queráis) cuando no somos capaces de escribir correctamente ocasión pero sí podemos buscar dibujitos en el ClipArt de Microsoft Word? La culpa de todo la tiene Bill Gates, vamos.

lunes, octubre 02, 2006

El fino sentido comercial del bar de al lado

En mi calle, que es una calle normal y corriente de la capital del Imperio, hay desde el portal 1 al 25 la friolera de 10 bares (datos reales cogidos a pie de obra; y cuento sólo mi calle, no los aledaños; no, que no exagero, que los he contado de verdad). Hace un año y medio uno de los bares cerró y durante algunos meses hubo un cartel de Se alquila en la ventana. Luego desapareció el cartel y empezaron a hacer obras. Por increíble que parezca, iban a poner un bar.

Si fuera usted, astuto lector, a poner un negocio, ¿elegiría un negocio con nueve competidores en la misma calle y donde ha quedado demostrado, cierre mediante, que tal vez no haya clientela para todos? Y aunque haya clientela para todos, ¿no buscaría un mercado más grande, en lugar de limitarse a pelear por la subsistencia? El nuevo dueño del nuevo bar pensó que no: si les ha funcionado a los otros nueve, debió figurarse, ¿por qué no iba a funcionarme a mí?

Hizo una reforma en el local. El sitio no era muy grande, apenas tenía una barra con seis o siete taburetes, un pasillo que desembocaba en la tele para ver al Madrid los domingos y un cuartito con cuatro mesas. Así que la reforma se limitó a ofrecer lo mismo pero con otra disposición diferente. Cambió el nombre del local: Mesón Tinajas (no es mal nombre, porque lo sitúa en un segmento de mercado que está sin cubrir en el barrio: el del mesón tradicional). Pero el resto de los elementos era el de Bar Manolo o Bar Conchi o Bar Emyfa; vamos, que no era un mesón, sino un bar. Como los otros nueve de la calle. Con su máquina tragaperras en una esquina, su botella de Carlos III a medio gas, sus servilletas de papel en el suelo, arrugadas. Lo que viene a ser un bar cutre de los de toda la vida con la corteza de cerdo reseca tras el cristal.


Foto del interior del bar. Más o menos como esto, pero multiplicado por –1.

El dueño, sin embargo, ha dado sobradas muestras de que se conoce todos los trucos para mejorar su negocio. Se conoce que debe haber un curso de Marketing en CEAC o algo así. Por ejemplo, al irse de vacaciones:



Exacto. Varios: más de un día, o sea que mañana no vuelvas, chato. ¿Pero cuántos? Ah, si te lo dijera no sería sorpresa y no tendría gracia. Pásate otro día y a lo mejor estamos. O a lo mejor no. Así, manteniendo en tensión a la clientela. Que hagan apuestas.

Otro truco: ¿por qué en verano no ponemos una terracita para que la gente beba su caña al fresco? Hombre, pues porque no hay espacio y no estarían al fresco, sino en mitad de la chicharrera. ¿Que no hay espacio? ¿Que no? Lo hay:


Dos paisanas disfrutando de las vistas a la obra de enfrente.

Una mesa. Para dos personas, que la tercera no cabe. Bien pegada a la pared, que si no, no se puede pasar. ¿Había espacio o no, listos? Fijaos, si no lo habéis hecho ya, en el detalle de la planta en mitad de la mesa (detrás de la de rojo). Para que no estén tampoco muy sobrados ellos, que no es cosa de que todo el mundo quiera la mesa de la terraza. ¿Y por qué no ponemos otra en el otro lado? ¿Pero hombre, botarate, si pusiéramos otra mesa, dónde dejaríamos la bombona de butano? Esto sí que es aumentar exponencialmente el negocio, sea lo que sea que signifique exponencial. Con este sencillo truco todos los días puedes llegar a ganar, que sé yo, 7 cervezas por un euro cada una, 7 euros. O más, si le pones suplemento por terraza. Que luego puede que venga la Policía y te monte el pollo por tener una terraza sin licencia –coño, no vas a pedir permiso al Ayuntamiento por una mesa, no serás tan bobo-, y a lo mejor te pone una multa y acabas palmando pasta… Pero a lo mejor no.

¿Pero el sitio es bueno o no? ¿Se come bien, se tira bien la cerveza, los cacahueses te los ponen sin que tengas que pedirlos? Pues mirad, no he entrado nunca, no soy tan valiente, pero mis padres sí. Vinieron un día a casa y como estábamos dando un paseo se metieron a esperarnos en el bar. Y fuimos a buscarlos, lo que no hagas por un padre...



La señal lo decía muy claro: no entréis. Pero los padres hacen lo que les da la gana.

-¿Pero cómo entráis aquí?

-Hijo, como estaba tan cerca…

-Bueno, ¿y qué tal?

Mi madre miró el café; medio desparramado en el plato. Miró los cacahuetes rancios –recién abierto el bar; tiene mérito inaugurar un sitio con los frutos secos ya rancios-. Me miró a mí. Es una mujer discreta:

-No son muy limpios…

Que tu madre sea capaz de sacar esa conclusión con dos cafés es cosa que debe hacernos temblar.

Uno diría que con estas características el destino natural de un bar así es perecer rápidamente, víctima de la soledad. Pues no. Por increíble que parezca siempre hay alguien dentro; a veces hasta está lleno, pero siempre hay tres o cuatro parroquianos consumiendo. Que tiene su público, vaya -¿cuánta gente ve Ellas y el sexo débil? Ah, la Humanidad, qué frágil eres-. Que igual hasta venían con el bar, yo de negocios no sé nada. El caso es que el tipo sobrevive. Y hasta estará ganando su dinerito. Porque por incomprensible que nos resulte, en Madrid sobreviven bares infectos en los que no entrarías ni loco y que en otro sitio habrían desaparecido. ¿Y por qué? Ni idea, yo no soy tertuliano, lo siento.

Estos últimos días han cerrado otro bar en nuestra calle y han puesto un cartel de Se alquila. ¿Hacemos apuestas sobre qué tipo de negocio abrirán dentro de poco?
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