En realidad es una única novela dividida en dos tomos, de manera que si los queréis comprar hay que leer los dos volúmenes: el primero se corta abruptamente a mitad de la historia y el segundo empieza sin contexto y sería incomprensible sin el primero.
En esta casa somos muy fans de Connie Willis, ya lo decíamos en los albores del Cerdo agridulce (por ejemplo aquí), así que aconsejamos su lectura por las razones de siempre: personajes con los que te encariñas, una trama que parece inconexa hasta que todo se va hilando como por arte de magia (qué buena es esta mujer haciendo tapices), documentación exhaustiva, niños horribles que son maravillosos, etcétera. Eso sí, le sobran páginas y páginas y páginas. En total la novela son como mil doscientas y en muchos momentos da sensación de ser repetitiva.