¿Qué podríamos regalarle a nuestros clientes que lleven siempre consigo para que nos recuerden a menudo, algo fino que nos represente, algo que funcione como recuerdo de los buenos momentos que pasaron con nosotros?
Eso es. Encarga 50.000. Buen trabajo.
jueves, mayo 31, 2012
miércoles, mayo 30, 2012
Y en un inesperado giro de los acontecimientos...
¡Actualizamos el Cerdo agridulce por tercer día consecutivo!
¡Y con un segundo anuncio sobre Diez maneras diferentes de ser Laura, de Rebeca Rus!
¿Cómo os quedáis? Con el anuncio y con que actualicemos ahora sin ton ni son, a todas horas. Esto no pasaba desde el 2006, creo yo. Señal de que, en efecto, el fin del mundo está a punto de acabarse. Esos posts que tenemos en borradores desde hace dos o tres años tal vez tengan ahora oportunidad de salir a la luz.
¿Cómo os quedáis? Con el anuncio y con que actualicemos ahora sin ton ni son, a todas horas. Esto no pasaba desde el 2006, creo yo. Señal de que, en efecto, el fin del mundo está a punto de acabarse. Esos posts que tenemos en borradores desde hace dos o tres años tal vez tengan ahora oportunidad de salir a la luz.
martes, mayo 29, 2012
Fe en la gente
Nos pasa una cosa a los publiciteros, y es que tenemos mucha fe en la gente. En que la gente va a entender lo que les contamos. O que va a atendernos. O que lo que les decimos es tan interesante que se tomarán la molestia de analizarlo o archivarlo o hacer algo por su parte. A veces la fe en la curiosidad del ser humano es increíblemente fuerte:
No había más pistas. Mucha fe, ya digo.
No había más pistas. Mucha fe, ya digo.
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lunes, mayo 28, 2012
Palomares cumple sus promesas
Hace dos años, Rebeca Rus, esa chica que nos cae simpática aquí vaya usted a saber por qué, lanzó nuevo libro, Diez maneras diferentes de ser Laura. Como soy un tío esencialmente majo, le hice un Booktrailer que puede verse aquí y le dije que le iba a hacer un anuncio.
¡PUES AYER TERMINÉ DE MONTARLO! Toma, toma y toma:
El libro aún puede encontrarse en esas tiendas del mundo de Dios, así que no creo que haga falta completar esta frase con una indirecta. Ya saben ustedes qué tienen que hacer. Guiño, guiño, codazo, codazo.
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martes, mayo 08, 2012
Sacudir a los macarras
Cuando yo era niño, en muchos de los tebeos Marvel que leía había frecuentemente un anuncio de Charles Atlas, un fortachón que te animaba a dejar de ser un alfeñique y ganar músculos. El anuncio era este:
Comprenderán usteds la emoción que este anuncio era capaz de producir en un lector de tebeos de superhéroes. De pronto, de una manera dramática, se mostraba con toda crudeza lo que uno era y lo que podía ser, con poderosos argumentos, primarios, sí, pero poderosos.
En primer lugar, esa llamada a convertirse en UN HOMBRE DE VERDAD en el encabezamiento de las viñetas, como en la canción de Alaska. En aquellos alegres tiempos los hombres se diferenciaban entre los de verdad -los machos alfa- y los alfeñiques. Los que leíamos tebeos éramos alfeñiques leyendo de otros alfeñiques que se convertían en HOMBRES DE VERDAD. Matthew Murdock era un pobre ciego que se transformaba en Daredevil. Peter Parker un empollón que se convertía en Spiderman. Bajo la apariencia del cojo doctor Donald Blake se escondía el poderoso dios Thor. Y así todo. Y el Capitán América era directamente eso, un piltrafilla que se convertía en un superhombre (Inciso: según estoy escribiendo esta entrada veo un anuncio de Floïd con el eslogan: Para hombres de verdad; qué cosas).
En el tebeo en sí, un macarra del que no veíamos la cara (significativo) nos tiraba arena. Digo nos porque ya éramos el chaval que estaba ahí con la novia (o la que quiséramos que fuera nuestra novia). El caso es que todos habíamos vivido alguna situación de esas en las que algún tipo hace algo y nosotros teníamos que quedarnos quietos para que no nos partieran la cara, a lo mejor refunfuñando.
La cosa se habría quedado así si no fuera por la segunda, y fundamental, viñeta, donde la chica nos consuela, pero nos llama FLAQUITO. La muy puta, porque ella en realidad le gustaría que fuéramos como el mastuerzo de la arena. Como éramos niños, no pillábamos este segundo significado, pero sí el primero, y no queríamos ser flaquitos. Los flaquitos no follan. Era mucho antes de la canción de Delgadito, y antes incluso de que supiéramos lo que era follar:
Total, que en la tercera viñeta el protagonista tomaba una resolución, en una escena que a mí siempre me ha fascinado porque el chaval, para ser tan alfeñique, era capaz al mismo tiempo de leer un libro, tirar una lámpara y pegarle una patada a una silla. Digo yo que habría podido sacudir al macarra de la playa con un movimiento de esos, ¿no? ¡Estoy harto de parecer un espantapájaros!
En la cuarta, elipsis narrativa, ya estaba nuestro alfeñique convertido en un Sansón y se decía a sí mismo que no iba a ser humillado por aquel fanfarrón (el resentimiento, lo hemos dicho muchas veces, mueve el mundo).
Y en la quinta, la conclusión, nuestro chico, que somos nosotros, sacudiéndole al macarra, AL QUE HABLA DE PRONTO DE USTED, mientras su chica o posible observa admirada ("ahora es todo un hombre") y hay varias zagalas más mirando la escena.
Nunca rellené el cupón y nunca, por tanto, recibí el método de tensión dinámica de Charles Atlas, y me arrepiento, la verdad, no por convertirme en un coloso (ya lo soy, sin método ni leches), sino porque me habría gustado disfrutar del talento narrativo de un tipo capaz de ofrecer con el método cursos compendiados de jiu jitsu, kárate, boxeo, lucha libre... ¡y equilibrios sobre manos!
Luego pasaron los años y el señor Atlas cayó en desuso, claro. Nos hicimos mayores y él fláccido, supongo. Y nos fuimos olvidando de aquello. Hasta que, y aquí viene el motivo por el que me he puesto a escribir este post, gracias a todos los que habéis tenido paciencia de llegar hasta aquí, hasta que, decía, el otro día me encuentro en la calle este flyer:
Que viene a ser lo de Charles Atlas, pero para chicas. Evolucionado y adaptado, claro, porque a las chicas no les interesa tener un HOMBRE INCREÍBLE que se bata en duelo porque un energúmeno les ha salpicado de arena, sino defenderse ellas mismas poder combatir a los hombres que las acosan, que les hacen Bulling, que escriben Mobbing con uve.
Comprenderán usteds la emoción que este anuncio era capaz de producir en un lector de tebeos de superhéroes. De pronto, de una manera dramática, se mostraba con toda crudeza lo que uno era y lo que podía ser, con poderosos argumentos, primarios, sí, pero poderosos.
En primer lugar, esa llamada a convertirse en UN HOMBRE DE VERDAD en el encabezamiento de las viñetas, como en la canción de Alaska. En aquellos alegres tiempos los hombres se diferenciaban entre los de verdad -los machos alfa- y los alfeñiques. Los que leíamos tebeos éramos alfeñiques leyendo de otros alfeñiques que se convertían en HOMBRES DE VERDAD. Matthew Murdock era un pobre ciego que se transformaba en Daredevil. Peter Parker un empollón que se convertía en Spiderman. Bajo la apariencia del cojo doctor Donald Blake se escondía el poderoso dios Thor. Y así todo. Y el Capitán América era directamente eso, un piltrafilla que se convertía en un superhombre (Inciso: según estoy escribiendo esta entrada veo un anuncio de Floïd con el eslogan: Para hombres de verdad; qué cosas).
En el tebeo en sí, un macarra del que no veíamos la cara (significativo) nos tiraba arena. Digo nos porque ya éramos el chaval que estaba ahí con la novia (o la que quiséramos que fuera nuestra novia). El caso es que todos habíamos vivido alguna situación de esas en las que algún tipo hace algo y nosotros teníamos que quedarnos quietos para que no nos partieran la cara, a lo mejor refunfuñando.
La cosa se habría quedado así si no fuera por la segunda, y fundamental, viñeta, donde la chica nos consuela, pero nos llama FLAQUITO. La muy puta, porque ella en realidad le gustaría que fuéramos como el mastuerzo de la arena. Como éramos niños, no pillábamos este segundo significado, pero sí el primero, y no queríamos ser flaquitos. Los flaquitos no follan. Era mucho antes de la canción de Delgadito, y antes incluso de que supiéramos lo que era follar:
Total, que en la tercera viñeta el protagonista tomaba una resolución, en una escena que a mí siempre me ha fascinado porque el chaval, para ser tan alfeñique, era capaz al mismo tiempo de leer un libro, tirar una lámpara y pegarle una patada a una silla. Digo yo que habría podido sacudir al macarra de la playa con un movimiento de esos, ¿no? ¡Estoy harto de parecer un espantapájaros!
En la cuarta, elipsis narrativa, ya estaba nuestro alfeñique convertido en un Sansón y se decía a sí mismo que no iba a ser humillado por aquel fanfarrón (el resentimiento, lo hemos dicho muchas veces, mueve el mundo).
Y en la quinta, la conclusión, nuestro chico, que somos nosotros, sacudiéndole al macarra, AL QUE HABLA DE PRONTO DE USTED, mientras su chica o posible observa admirada ("ahora es todo un hombre") y hay varias zagalas más mirando la escena.
Nunca rellené el cupón y nunca, por tanto, recibí el método de tensión dinámica de Charles Atlas, y me arrepiento, la verdad, no por convertirme en un coloso (ya lo soy, sin método ni leches), sino porque me habría gustado disfrutar del talento narrativo de un tipo capaz de ofrecer con el método cursos compendiados de jiu jitsu, kárate, boxeo, lucha libre... ¡y equilibrios sobre manos!
Luego pasaron los años y el señor Atlas cayó en desuso, claro. Nos hicimos mayores y él fláccido, supongo. Y nos fuimos olvidando de aquello. Hasta que, y aquí viene el motivo por el que me he puesto a escribir este post, gracias a todos los que habéis tenido paciencia de llegar hasta aquí, hasta que, decía, el otro día me encuentro en la calle este flyer:
Que viene a ser lo de Charles Atlas, pero para chicas. Evolucionado y adaptado, claro, porque a las chicas no les interesa tener un HOMBRE INCREÍBLE que se bata en duelo porque un energúmeno les ha salpicado de arena, sino defenderse ellas mismas poder combatir a los hombres que las acosan, que les hacen Bulling, que escriben Mobbing con uve.