jueves, abril 11, 2013

Cómo se hace una pastilla de jabón

Antes de empezar a hablar, os digo que he publicado esto en Amazon y os pido que lo compréis. Está a menos de euro. ¿Cuáles son las palabras mágicas? Por favor.

 
Y ahora hablemos del tema con tranquilidad.

Hace ya muchos años se me ocurrió escribir un relato basado en cosas que me habían pasado en la infancia. Era la primera vez que escribía sobre algo tan personal, o que tenía una base tan personal, y el relato se fue escribiendo casi solo, como si yo sólo tuviera que desenrollarlo. Si alguna vez habéis escrito sabréis cómo es esa sensación maravillosa de que la historia te vaya llevando con naturalidad, en lugar de tener que pelear con cada frase. Comenzaba con algo que había sucedido cien veces en mi casa: la elaboración de pastillas de jabón caseras. Como estas:




La obra final, que tenía espíritu de cuento pero tamaño de novela corta, se llamaba Cómo se hace una pastilla de jabón y fue el primero de mis relatos que consiguió un premio literario fuera del colegio: el IV Premio de Novela Corta Tétrada Literaria. Nos fuimos a Llodio a recogerlo y rara vez he estado más a gusto en una entrega de premios. Charlando con la mujer de uno de los miembros del jurado, me dijo que le encantaba el personaje del padre, y cómo había descrito la manera en que le afectaba el alcohol. Le di las gracias, porque la verdad es que es un personaje que también a mí me gustaba mucho. Más tarde, Rebeca me contó que antes de hablar conmigo esa mujer se había acercado a ella para preguntarme cómo era mi padre: le daba miedo hablar conmigo del personaje medio borracho y encontrarse con que me estaba ofendiendo. ¡La confusión entre realidad y ficción que tantos buenos ratos me ha dado en la vida y que tantas veces aparece en las cosas que escribo!

Tras aquel primer premio siguieron muchos otros (ejem), la mayor parte de ellos con relatos que no tienen ningún contacto con mi vida. Pero escribí otros dos que sí se basaban en cosas que me habían sucedido cuando era niño, y los dos parecieron escribirse tan fácilmente como el primero: Yo era el mejor delantero centro del mundo y ¿Cortito como siempre, chaval?

En el primero de ellos un chaval fantasea con que juega muy bien al fútbol, aunque en realidad el pobre es muy malo. Y mira, qué casualidad, yo en la EGB me apunté al equipo de fútbol sala del colegio, jugamos en Torrelaguna (que está como a 40 kilómetros de mi pueblo) y cuando terminamos mi padre me dijo que lo que más le había gustado de cómo jugaba yo es que cuando perdía la pelota bajaba a defender, en vez de quedarme parado. Igual han pasado casi treinta años de esa escena, ya ven ustedes, y aún la recuerdo. A lo mejor tengo que escribir otro relato del tema, porque el caso es que esa escena no aparece en Yo era el mejor delantero centro del mundo.

En cuanto al tercer y último relato del volumen, ¿Cortito como siempre, chaval?, que habla de las vivencias de un niño en una peluqería de barrio, también está basado en una peluquería (y un peluquero) de verdad. Esta peluquería:


 


El protagonista principal, el viejo peluquero que trabajó durante cincuenta y siete años en la peluquería, se jubiló. A mí padre se le ocurrió que sería un bonito detalle darle el relato que había escrito sobre él, así que me pidió que se lo dejara. Lo hice, y mi padre lo leyó, naturalmente. Lo que más le llamó la atención es que en el relato el padre del niño nunca da propina (es un detalle recurrente), así que, antes de imprimirlo, cambió todas las partes en las que no daba propina. Se lo dio al peluquero y luego me lo contó. ¡No iba a dejar que el peluquero pensase que él era un tacaño! Le tuve que dar la razón, claro. Quién va a ser capaz de diferenciar entre realidad y ficción. Si a veces me cuesta hasta a mí.

De hecho en estos relatos hay tres niños que son esencialmente el mismo, pero que son distintos entre sí. Y hay tres padres que son esencialmente mi padre pero no llegan a serlo del todo porque en realidad son tres personajes distintos entre sí.

Cosas todas que se entienden mejor cuando se lee el libro. Guiño, guiño. Codazo, codazo.

3 comentarios:

tortuguita dijo...

Si lo haces tan bien como Rebeca la compra habrá valido la pena. Ya te contaré!!!!

Palomares dijo...

Muchas gracias, Tortuguita! Mi estilo es muy distinto al de Rebeca (y en estos relatos más), pero espero que te guste. ¡Cuéntame qué te parece!

Monica dijo...

Y para cuándo disponible en otros formatos económicos y electrónicos como el PDF de toda la vida para aquellos que queramos comprar y colaborar con la causa pero no seamos los flamantes propietarios de un Kindle???

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