Esta es una entrada seria porque el tema lo exige. Os voy a contar una pequeña historia.
A menudo vuelvo andando a casa desde el trabajo, y paso por el puente que cruza la M-30 a la altura de Ramón y Cajal. Un día vi que habían puesto algunas flores en la barandilla. A mí siempre me ha dado mucha pena esa forma de recordar el lugar en el que sucedió un accidente.
Algunos días después, tal vez incluso algunas semanas, a ese ramo de flores (o a otro fresco), se le habían añadido unas pequeñas pintadas, escritas con rotulador, en la barandilla.
Primero, un nombre, Daniel Borrajo.
Una fecha: 24/4/94 y un mensaje sentido: No te olvidaremos.
Y un par de mensajes más: Por todas esas tardes de verano, gracias Borrajo.
Te querremos siempre. Andrea y Cris G. Y el nombre del chico de nuevo: Daniel Borrajo.
A mí me pone ya triste esta historia en la que unas chicas tratan de recordar a un amigo muerto (20 años, si entendemos que se escribió el día de su cumpleaños, que aparece en la barandilla) escribiendo mensajes en el lugar en el que, suponemos, murió. Hay nostalgia y ternura y amor en esos mensajes que Daniel Borrajo no podrá leer.
Pero la historia no acaba aquí y tal vez no hablaría de ella si no hubiera encontrado, en la barandilla que está en el lado opuesto, esto otro:
La foto del chaval acompañando un texto en el que se pide ayuda para resolver su muerte. Y de repente esos graffitis me dejaron de parecer una curiosidad tierna y me parecieron un grito de auxilio y de dolor. Leo el texto que acompaña el cartel (os ruego que también lo hagáis vosotros) y veo impotencia, desesperación y tanta angustia por no saber qué sucedió que se me encoge el estómago.
Hay muchos detalles en ese breve texto que me hacen sentir escalofríos: que no sepan si le empujaron (la valla tiene una altura que no hace fáciles los accidentes, aunque tampoco imposibles), que lo arrollara un taxista y luego huyera (¿Cómo saben que fue un taxista?) y sobre todo que quiten los carteles que pone la familia.
Un poco más allá, en una marquesina de autobús, había pegada una pequeña octavilla:
Menos explicativa pero que nos da otro detalle que no conocíamos: tal vez le vieron con dos personas.
No sé qué deciros. Me conmovió el caso, me afectó, y he hecho una breve investigación en Google. Lo que he encontrado parte el corazón, la verdad.
Como era de suponer, los que están investigando la muerte de Daniel Borrajo son sus padres. Angustiados porque el juez iba a cerrar la investigación,
abrieron una petición en Change para solicitar que continuase.
Grabaron un vídeo que, advierto, resulta durísimo de ver:
Resulta duro porque se ve la desesperación de unos padres que no saben qué ha sucedido, que necesitan desesperadamente saber, y que sospechan que van a pasar el resto de su vida sumidos en la incertidumbre y el dolor.
En
esta otra entrada del mismo blog la madre da más detalles. Extraigo un par de cosas:
Llevaba una camiseta de manga corta gris, encima una camiseta negra de
manga larga, encima una camisa de cuadros rojos y azules y un chaquetón
tres cuartos negro tipo marinero, un pantalón vaquero gris oscuro y unas
zapatillas azul marino y blanco new balance que a él no le hacían mucha
gracia y le quedaban grandes pero como se las regalaron se las puso
A mí, os lo digo en serio, me parte el corazón la frase de las new balance porque de pronto le estoy viendo a él, a una persona y no simples datos. Un chaval con sus gustos y sus manías y sus particularidades.
Mide 1,72 aproximadamente y aún estaba creciendo porque el médico le
dijo que estaba dando estirones, fuerte porque hacía ejercicio, siempre
estuvo federado jugando al futbol, es donante de sangre y ayuda a mucha
gente, se acababa de cortar el pelo cortito y con un poco de tupé porque
es muy presumido, le encanta llevar traje y corbata pero cuando va a la
oficina de mi marido para aprender va de sport, como íba ese día, el
pelo es rubio oscuro casi ceniza, de pequeñito tenía el pelo rubio casi
blanco y yo se lo dejaba largo.
Y algo parecido me ocurre al leer lo que la madre hacía con el pelo de su hijo cuando era pequeño, porque ahora es a ella a la que veo, llorando o dando vueltas en la cama sin poder dormir, desvelada, pensando en cuando su hijo tenía catro o cinco años, aferrándose a cada recuerdo y a cada esperanza. Me la imagino despertando y pensando que todo ha sido un mal sueño y el momento en el que vuelve a sentir el dolor al darse cuenta de que no, que todo ha ocurrido de verdad y que ha pasado un nuevo día sin que ocurriera el milagro.
a la vuelta de cuando volvimos a poner carteles el día 5 de marzo vimos
cómo los que habíamos puesto no estaban, ahora vamos a poner otra vez en
semana santa porque sospechamos quienes pueden ser y se van de
vacaciones.
Y esto me pone tristísimo porque aquí entran ya las inquinas, las sospechas, y el rencor que ya está enquistándose contra alguien concreto, no sé si con razón o sin ella. La sensación de que esos dos padres van a sufrir durante años por lo que no saben y por lo que creen que les ocultan. Qué horror. Qué mal cuerpo.
Yo no sé si hay algo raro en que el juez cierre las investigaciones; ni siquiera sé si hay verdaderamente algo que investigar. Y me preocupa que con este artículo esté yo haciendo lo que tantas veces he criticado a los programas del estilo de Ana Rosa, alimentar el dolor en vez de ayudar a los padres a pasar página, darles razones para que se obsesionen con un misterio o un complot que tal vez sólo esté en su cabeza.
Pero me ha parecido que haría peor en no escribir algo aquí, por si se da la cusualidad de que alguien que lea el Cerdo agridulce sepa algo de aquella noche, o del taxista que huyó tras golpear a un chaval con su coche. Alguien que pueda ofrecer algo de consuelo a unos padres rotos.
Pienso en qué haría yo si algo les pasase a una de mis hijas; pienso qué harían mis padres si me pasase algo a mí. Cómo buscaríamos respuestas desesperadamente.
Cada día que paso por ese puente veo las pintadas, las flores, el cartel, y me acuerdo de Daniel Borrajo sin haber llegado a conocerlo, y pienso en sus padres que esperan una respuesta. Los carteles, esta vez sí, siguen en su sitio, pidiendo ayuda. Sigue habiendo flores frescas.
Mucha suerte a los padres de Daniel Borrajo. Y a él, que descanse en paz.