Es mentira, no son los mismos que los de Telechicle, pero la idea de vender perfumes 24 horas al día es similar.
Supongo que hacen su agosto en San Valentín, Navidades y demás.
O cuando te llevas a una churri a casa y descubres que hueles a choto.
lunes, junio 27, 2016
viernes, junio 24, 2016
La hija del tiempo, de Josephine Tey
Aproveché una oferta de Kindle Flash para hacerme con "un clásico ineludible de las novelas detectivescas", según el New York Times, La hija del tiempo, de Josephine Tey.
La portada, regulera, ¿no?
Con franqueza, yo era escéptico. Tan clásico no será, pensaba yo, si no he oído hablar de ella en la vida. Lo cual demuestra que sé mucho menos de lo que creo que sé. La hija del tiempo es una novela deliciosa, que parece escrita sin esfuerzo a pesar de que el planteamiento me parece dificilísimo de resolver con éxito.
Alan Grant, el policía protagonista, está convaleciente en un hospital, sin poder moverse. Aburrido, se encuentra con un retrato de Ricardo III, el malvado monarca inglés, que le llama la atención porque sus rasgos no parecen los de un asesino, sino los de un santo (la novela está escrita en los años cincuenta, así que la fisiognomía no estaba mal vista). Grant decide investigar si Ricardo III asesinó a los Príncipes de la Torre o no. Y ahí están los dos grandes dificultades como novela policiaca: un misterio que sucedió hace cuatro siglos, por una parte, y un detective que no puede moverse.
Nero Wolfe tampoco se movía de su casa, pero contaba con Archie Goodwin para llevar el peso de la acción en sus novelas. Grant también cuenta con un ayudante, Brent Carradine, que investiga los documentos históricos. Lo sorprendente de La hija del tiempo es que la acción nunca abandona la habitación del hospital: la investigación es al final una colección de conversaciones y lecturas de libros de historia... y a pesar de todo la autora consigue que sea trepidante, que se lea en un suspiro.
Con un planteamiento teatral, o muy de La ventana indiscreta, la autora lleva al lector con una facilidad insultante, como si escribir no costara ningún esfuerzo. Esa cualidad de contar las cosas con naturalidad sin caer en la simpleza es muy infrecuente y yo la aprecio más que cualquier otro estilo de escritura. Así te lo cuento (otras escritoras con la misma facilidad: Agatha Christie y mi idolatrada Connie Willis).
Echadle un ojo. Estoy seguro de que no os va a decepcionar.
La portada, regulera, ¿no?
Con franqueza, yo era escéptico. Tan clásico no será, pensaba yo, si no he oído hablar de ella en la vida. Lo cual demuestra que sé mucho menos de lo que creo que sé. La hija del tiempo es una novela deliciosa, que parece escrita sin esfuerzo a pesar de que el planteamiento me parece dificilísimo de resolver con éxito.
Alan Grant, el policía protagonista, está convaleciente en un hospital, sin poder moverse. Aburrido, se encuentra con un retrato de Ricardo III, el malvado monarca inglés, que le llama la atención porque sus rasgos no parecen los de un asesino, sino los de un santo (la novela está escrita en los años cincuenta, así que la fisiognomía no estaba mal vista). Grant decide investigar si Ricardo III asesinó a los Príncipes de la Torre o no. Y ahí están los dos grandes dificultades como novela policiaca: un misterio que sucedió hace cuatro siglos, por una parte, y un detective que no puede moverse.
Nero Wolfe tampoco se movía de su casa, pero contaba con Archie Goodwin para llevar el peso de la acción en sus novelas. Grant también cuenta con un ayudante, Brent Carradine, que investiga los documentos históricos. Lo sorprendente de La hija del tiempo es que la acción nunca abandona la habitación del hospital: la investigación es al final una colección de conversaciones y lecturas de libros de historia... y a pesar de todo la autora consigue que sea trepidante, que se lea en un suspiro.
Con un planteamiento teatral, o muy de La ventana indiscreta, la autora lleva al lector con una facilidad insultante, como si escribir no costara ningún esfuerzo. Esa cualidad de contar las cosas con naturalidad sin caer en la simpleza es muy infrecuente y yo la aprecio más que cualquier otro estilo de escritura. Así te lo cuento (otras escritoras con la misma facilidad: Agatha Christie y mi idolatrada Connie Willis).
Echadle un ojo. Estoy seguro de que no os va a decepcionar.
miércoles, junio 22, 2016
Anticuarios
Me fascinan desde hace tiempo estos carteles de un anticuario que están pegados en las farolas cerca de mi sacrosanto lugar de trabajo.
Qué lista de cosas tan extraordinaria. Más en la columna de la derecha que en la de la izquierda.
Porque en la de la izquierda está lo que uno esperaría que un anticuario tuviera interés: cuberterías, juegos de té, relojes de bolsillo... Quizá lo más intrigante es lo de Lingotes. Quién guarda lingotes. Yo no, que yo sepa. Pero habrá quién, claro.
En cambio la columna de la derecha está llena de cosas que disparan la imaginación. Cuadros y espejos me parece normal, y Alfombras de lana también. Me extraña ya lo de la Cerámica de Talavera, a la que yo nunca he dado mucha importancia porque yo tenía unos tíos que vivían en Talavera. Y sus platos no me gustaban nada.
Pero no me digas que no mola lo de Bastones de mando y paseo. Más los de mando que los de paseo. Los de paseo son muy Antonio Gala, claro, me imagino que cuando se muera ese hombre estos anticuarios tendrán palpitaciones y todo. Pero el bastón de mando... ¡Ah, el bastón de mando! Lo que habrá visto ese bastón.
Siguiendo con el tema, o allegados, Ropa militar, medallas y tal.
Cambio de tercio: Sábanas y mantelería de hilo. Yo, con franqueza, no sabía que esas cosas se llevaran al anticuario; tampoco me imagino a nadie yendo al anticuario a comprar manteles y sábanas. Qué poco higiénico, ¿no? Aunque lo laves. Será para coleccionar. La típica colección de sábanas. Tienes una mansión con dos mil camas y alguna sábana tendrás que poner.
Mantones de Manila. Más lógico.
Bargueños. Qué hallazgo, qué palabra tan bonita. Los bargueños son los muebles con muchos cajoncitos. Como este:
Un mueble que seguro que tiene compartimentos secretos, diarios que se han ocultado durante siglos, redomitas con veneno, manuscritos de Cortázar, un anillo místico, una invitación a la aventura.
Y abanicos. Los anticuarios buscan también abanicos.
Es muy de anticuario este vídeo, ¿eh? Madre mía qué viejo me hacéis. Un día tengo que hacer un análisis de este vídeo en condiciones, pero mientras fíjense en el desbordante entusiasmo de los espectadores del concierto a partir del minuto 1:44.
Es eterno el vídeo, ya lo sé.
Porque en la de la izquierda está lo que uno esperaría que un anticuario tuviera interés: cuberterías, juegos de té, relojes de bolsillo... Quizá lo más intrigante es lo de Lingotes. Quién guarda lingotes. Yo no, que yo sepa. Pero habrá quién, claro.
En cambio la columna de la derecha está llena de cosas que disparan la imaginación. Cuadros y espejos me parece normal, y Alfombras de lana también. Me extraña ya lo de la Cerámica de Talavera, a la que yo nunca he dado mucha importancia porque yo tenía unos tíos que vivían en Talavera. Y sus platos no me gustaban nada.
Pero no me digas que no mola lo de Bastones de mando y paseo. Más los de mando que los de paseo. Los de paseo son muy Antonio Gala, claro, me imagino que cuando se muera ese hombre estos anticuarios tendrán palpitaciones y todo. Pero el bastón de mando... ¡Ah, el bastón de mando! Lo que habrá visto ese bastón.
Bastón de mando alemán.
Siguiendo con el tema, o allegados, Ropa militar, medallas y tal.
Cambio de tercio: Sábanas y mantelería de hilo. Yo, con franqueza, no sabía que esas cosas se llevaran al anticuario; tampoco me imagino a nadie yendo al anticuario a comprar manteles y sábanas. Qué poco higiénico, ¿no? Aunque lo laves. Será para coleccionar. La típica colección de sábanas. Tienes una mansión con dos mil camas y alguna sábana tendrás que poner.
Mantones de Manila. Más lógico.
Bargueños. Qué hallazgo, qué palabra tan bonita. Los bargueños son los muebles con muchos cajoncitos. Como este:
Un mueble que seguro que tiene compartimentos secretos, diarios que se han ocultado durante siglos, redomitas con veneno, manuscritos de Cortázar, un anillo místico, una invitación a la aventura.
Y abanicos. Los anticuarios buscan también abanicos.
Es muy de anticuario este vídeo, ¿eh? Madre mía qué viejo me hacéis. Un día tengo que hacer un análisis de este vídeo en condiciones, pero mientras fíjense en el desbordante entusiasmo de los espectadores del concierto a partir del minuto 1:44.
Es eterno el vídeo, ya lo sé.
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lunes, junio 20, 2016
Aprende inglés, que la vida no lleva subtítulos
La vida, en general, no lleva subtítulos.
Os voy a contar una pequeña historia de hace algunos años. Rebeca Rus y yo nos íbamos de vacaciones por primera vez juntos (Cretácico superior) y elegimos Irlanda. Bajamos del ferry en Dublín y nos fuimos en busca del metro ligero, el DART, porque nuestro alojamiento estaba en las afueras de Dublín y nos habían dicho que había que coger el DART.
En aquellos tiempos no había muchas posibilidades de aprender inglés para gente modesta como nosotros. Lo que hubieras aprendido en la EGB. No es como ahora, que puedes encontrar muchas maneras de aprender en condiciones: por ejemplo, esta lista de cursos de inglés conversacional. Quiero decir con esto que nuestro nivel de inglés era justito. Nivel de haber aprendido desmenuzando canciones de los Modern Talking (#truestory)
(Se les entendía mejor que a Van Morrison)
El caso.
Cogimos nuestras maletas y preguntamos a un señor cómo se iba a la estación del DART.
-¿A dónde vais? -nos preguntó.
Le entendíamos regular, francamente. Qué acento más raro tenía. Le explicamos que a la residencia de la universidad, que nos alojábamos allí, teníamos que tomar el DART y bla bla bla (intentamos pronunciar blah, blah, blah).
Nos dijo dónde estaba la estación del DART, pero nos dijo que mejor cogiéramos el autobús.
-Better dan de DART an de yuniversiti is onli faiv moils egüei.
Decía moils y no mails. Se recreaba en el moils. Claro, era irlandés.
Le dimos las gracias y fuimos a la estación del DART. Él nos acompañó diciendo que mejor cogiéramos el autobús. Mucho mejor el autobús. Estaba sólo a dos moils. Que cogiéramos el autobús. Era más barato. Las moils. El DART nos iba a dejar lejos. Coged el autobús. Ahí ya fue cuando nos dimos cuenta de que habíamos preguntado una dirección a un hombre que iba como una cuba. A lo mejor quería decir mails pero le salía moils, incluso.
Y venga a darnos la brasa (the brass). Y nosotros que apenas le entendíamos porque farfullaba como tu tío Antonio en las bodas, pero en inglés.
Total, que al final cogimos el puto autobús para que dejara de taladrarnos la cabeza. Y nos hicimos dos moils a pie porque la parada estaba a to take by the ass de la residencia. Pero vamos, que bien.
Ahora no nos pasaría. Habríamos ido sabiendo más inglés y nos habríamos dado cuenta de que ese hombre iba como una cuba. Y le habríamos evitado tras la primera frase. En fin. Que aprendáis inglés, niños. No os conforméis con ver series con subtítulos. Porque la vida muy raras veces lleva subtítulos.
Os voy a contar una pequeña historia de hace algunos años. Rebeca Rus y yo nos íbamos de vacaciones por primera vez juntos (Cretácico superior) y elegimos Irlanda. Bajamos del ferry en Dublín y nos fuimos en busca del metro ligero, el DART, porque nuestro alojamiento estaba en las afueras de Dublín y nos habían dicho que había que coger el DART.
En aquellos tiempos no había muchas posibilidades de aprender inglés para gente modesta como nosotros. Lo que hubieras aprendido en la EGB. No es como ahora, que puedes encontrar muchas maneras de aprender en condiciones: por ejemplo, esta lista de cursos de inglés conversacional. Quiero decir con esto que nuestro nivel de inglés era justito. Nivel de haber aprendido desmenuzando canciones de los Modern Talking (#truestory)
(Se les entendía mejor que a Van Morrison)
El caso.
Cogimos nuestras maletas y preguntamos a un señor cómo se iba a la estación del DART.
-¿A dónde vais? -nos preguntó.
Le entendíamos regular, francamente. Qué acento más raro tenía. Le explicamos que a la residencia de la universidad, que nos alojábamos allí, teníamos que tomar el DART y bla bla bla (intentamos pronunciar blah, blah, blah).
Nos dijo dónde estaba la estación del DART, pero nos dijo que mejor cogiéramos el autobús.
-Better dan de DART an de yuniversiti is onli faiv moils egüei.
Decía moils y no mails. Se recreaba en el moils. Claro, era irlandés.
Le dimos las gracias y fuimos a la estación del DART. Él nos acompañó diciendo que mejor cogiéramos el autobús. Mucho mejor el autobús. Estaba sólo a dos moils. Que cogiéramos el autobús. Era más barato. Las moils. El DART nos iba a dejar lejos. Coged el autobús. Ahí ya fue cuando nos dimos cuenta de que habíamos preguntado una dirección a un hombre que iba como una cuba. A lo mejor quería decir mails pero le salía moils, incluso.
Y venga a darnos la brasa (the brass). Y nosotros que apenas le entendíamos porque farfullaba como tu tío Antonio en las bodas, pero en inglés.
Total, que al final cogimos el puto autobús para que dejara de taladrarnos la cabeza. Y nos hicimos dos moils a pie porque la parada estaba a to take by the ass de la residencia. Pero vamos, que bien.
Ahora no nos pasaría. Habríamos ido sabiendo más inglés y nos habríamos dado cuenta de que ese hombre iba como una cuba. Y le habríamos evitado tras la primera frase. En fin. Que aprendáis inglés, niños. No os conforméis con ver series con subtítulos. Porque la vida muy raras veces lleva subtítulos.
Etiquetas:
abuelo cebolleta,
estaba yo pensando
domingo, junio 19, 2016
Diez consejos para escribir por fin tu novela
1. Deja de leer este post.
En serio, deja de leerlo. Mientras lees esto no estás escribiendo. A menos que seas yo escribiendo este post, que entonces sí, lees y escribes a la vez. Aunque no es una novela, sino un post.
Escribe, coño.
Deja de buscar trucos por ahí. No los vas a encontrar. O sí, pero en realidad son todos el mismo: escribe de una puta vez. Déjate de excusas, de chorradas, de rituales, de ver cómo escriben los demás, de averiguar cuál es el mejor procesador, de qué tipo de ambiente crear en tu despacho, porque lo que estás haciendo es procrastinar, nada más.
Está bien, todos lo hemos hecho, es comprensible. Yo lo estoy haciendo ahora mismo. Debería estar con el capítulo seis de una novela que tengo a medias, pero no, aquí estoy, dando consejos a escritores para que acaben su novela. Y la casa sin barrer.
Y sé que estoy no va a parar aquí. Cuando termine este post me pondré a buscar fotos de Gigi Hadid. Quizá escriba un artículo sobre Gigi Hadid y por qué es mejor que Bar Refaeli. Lo que sea con tal de no enfrentarme a esa novela. Y fatal. Porque leyendo sobre Gig Hadid no estás escribiendo. Leyendo consejos sobre cómo escribir no estás escribiendo. Compartiendo este artículo en Facebook no estás escribiendo. Piensas que te resulta útil, y sí, en cierta manera. Pero no estás escribiendo, no hay más.
Escribe.
Ahora.
Ahora mismo.
Abre lo que tengas a mano y ponte a escribir. Sin excusas.
De nada. Mándame la novela cuando la publiques.
2. ¿Pero todavía estás aquí?
Mecagontoloquesemenea. Como saque el palo te voy a calentar el lomo a base de bien. Que escribas, coño. Que escribas. Yo me pongo ahora mismo. En cuanto le dé al botón de Publicar el post.
En serio, deja de leerlo. Mientras lees esto no estás escribiendo. A menos que seas yo escribiendo este post, que entonces sí, lees y escribes a la vez. Aunque no es una novela, sino un post.
Escribe, coño.
Deja de buscar trucos por ahí. No los vas a encontrar. O sí, pero en realidad son todos el mismo: escribe de una puta vez. Déjate de excusas, de chorradas, de rituales, de ver cómo escriben los demás, de averiguar cuál es el mejor procesador, de qué tipo de ambiente crear en tu despacho, porque lo que estás haciendo es procrastinar, nada más.
Está bien, todos lo hemos hecho, es comprensible. Yo lo estoy haciendo ahora mismo. Debería estar con el capítulo seis de una novela que tengo a medias, pero no, aquí estoy, dando consejos a escritores para que acaben su novela. Y la casa sin barrer.
Y sé que estoy no va a parar aquí. Cuando termine este post me pondré a buscar fotos de Gigi Hadid. Quizá escriba un artículo sobre Gigi Hadid y por qué es mejor que Bar Refaeli. Lo que sea con tal de no enfrentarme a esa novela. Y fatal. Porque leyendo sobre Gig Hadid no estás escribiendo. Leyendo consejos sobre cómo escribir no estás escribiendo. Compartiendo este artículo en Facebook no estás escribiendo. Piensas que te resulta útil, y sí, en cierta manera. Pero no estás escribiendo, no hay más.
Escribe.
Ahora.
Ahora mismo.
Abre lo que tengas a mano y ponte a escribir. Sin excusas.
De nada. Mándame la novela cuando la publiques.
2. ¿Pero todavía estás aquí?
Mecagontoloquesemenea. Como saque el palo te voy a calentar el lomo a base de bien. Que escribas, coño. Que escribas. Yo me pongo ahora mismo. En cuanto le dé al botón de Publicar el post.
Gigi Hadid no me deja escribir. Qué mala es. Qué mala.
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estaba yo pensando,
Libros