Hace algunos años escribí una historia llamada Un escritor en un café. Trataba de un autor que, tras unas exitosas tres primeras novelas, es incapaz de escribir un solo párrafo seguido que le guste. A pesar de seguir al pie de la letra las rutinas autoimpuestas que tan bien le funcionaron en las primeras obras, el escritor ha perdido el mojo y sencillamente no avanza en su obra, para su obvia desesperación; todos los días rompe lo que ha escrito el día anterior.
Escribí ese cuento de un tirón, con notable -y poco frecuente- facilidad. Todo parecía encajar en su sitio, el ritmo era fluido, ideas en las que no había pensado previamente surgían con toda naturalidad. Una gozada escribir ese relato, de verdad, así sí que da gusto escribir. Luego en la revisión tampoco había gran cosa que cambiar, así que se puede decir que fue un trabajo limpio.
Ahora llevo algunas semanas con otro cuento. Y me pasa lo mismo que al escritor del relato del que les acabo de hablar: no avanzo, escribo a costa de grandes esfuerzos, no me gusta, retrocedo, todo me parece forzado, elijo siempre el adjetivo inadecuado, recorro cierta distancia hasta estar convencido de lo que planteo es inverosímil y vuelvo a empezar. Lo curioso es que este nuevo cuento comienza cuando un escritor tiene unos días de repentina y brutal inspiración, días en los que todo lo que escribe le sale bien, todo encaja en su sitio, en fin, vuelvan a leer el segundo párrafo de esta entrada.
Si escribo de autores en crisis me va estupendamente. Pero si escribo de autores exitosos me bloqueo. Estoy por cambiar por completo el sentido del cuento y convertir a mi nuevo personaje en un escritor fracasado, a ver si así salgo del páramo, pero, claro, eso desnaturalizaría el relato. Por otra parte me permitiría crearme un estilo reconocible: si Botero pinta gente gorda, yo escribo siempre de escritores en crisis. A él le ha sido rentable, igual también lo es para mí. Pero qué coñazo sería, ¿verdad? En fin, vuelvo al relato, a ver si lo saco adelante aunque sea a empujones.
Escribí ese cuento de un tirón, con notable -y poco frecuente- facilidad. Todo parecía encajar en su sitio, el ritmo era fluido, ideas en las que no había pensado previamente surgían con toda naturalidad. Una gozada escribir ese relato, de verdad, así sí que da gusto escribir. Luego en la revisión tampoco había gran cosa que cambiar, así que se puede decir que fue un trabajo limpio.
Ahora llevo algunas semanas con otro cuento. Y me pasa lo mismo que al escritor del relato del que les acabo de hablar: no avanzo, escribo a costa de grandes esfuerzos, no me gusta, retrocedo, todo me parece forzado, elijo siempre el adjetivo inadecuado, recorro cierta distancia hasta estar convencido de lo que planteo es inverosímil y vuelvo a empezar. Lo curioso es que este nuevo cuento comienza cuando un escritor tiene unos días de repentina y brutal inspiración, días en los que todo lo que escribe le sale bien, todo encaja en su sitio, en fin, vuelvan a leer el segundo párrafo de esta entrada.
Si escribo de autores en crisis me va estupendamente. Pero si escribo de autores exitosos me bloqueo. Estoy por cambiar por completo el sentido del cuento y convertir a mi nuevo personaje en un escritor fracasado, a ver si así salgo del páramo, pero, claro, eso desnaturalizaría el relato. Por otra parte me permitiría crearme un estilo reconocible: si Botero pinta gente gorda, yo escribo siempre de escritores en crisis. A él le ha sido rentable, igual también lo es para mí. Pero qué coñazo sería, ¿verdad? En fin, vuelvo al relato, a ver si lo saco adelante aunque sea a empujones.
15 comentarios:
Ánimo... y al toro.
¿No será que es más fácil mirar al personaje desde arriba que no desde abajo?
Qué curioso, yo una vez escribí un cuento titulado Un escritor en un café. Al final se ahogaba.
(Nota: era un escritor pequeñito.)
Era un cuento de aventuras, ya que un helicóptero y una lancha (también pequeñitos) intentaban su rescate sin éxito.
Si alguien está interesado en llevar el cuento al cine, que se ponga en contacto conmigo. Propongo el título: Café letal o cualquier otro adjetivo que acabe en -al.
Sí, ya sé que este comentario no tiene mucho que ver con el texto.
Eeeeeh:
http://www.zappinternet.com/video/guzWteTleN/Laibach-Opus-Dei
Nada, nada, sigan, sigan.
el comentario no tiene nada que ver con el tema. quisiera saber qué traducción es la entrada de ANNA KARENINA que colgaron en marzo del año pasado. agradecería que me respondan.
Erick.
Erick, en realidad tu comentario creo que sí tiene que ver con el tema, si lo conectamos con el de whyidontbelieveingod. Quizá la explicación de que resulte más fácil escribir sobre la desdicha que sobre la felicidad es que, como dice Tolstoi, todas las familias felices se parecen.
Respecto a tu consulta, la edición que tengo, traducida por L.Sureda y A. Santiago, comienza de manera distinta a la que aparece en la entrada que mencionas: Todas las familias felices se parecen, y las desgraciadas, lo son cada una a su manera.
Puede que encontrara la cita en Google, o, más probablemente, que no sea una cita exacta sino el producto (imperfecto) de mi memoria. Siento no resultar de más ayuda.
Todo lo que vale en la vida, todo, cuesta un huevo.
Y ahora leyendo absalon, absalon, recuerdo que Faulkner lo pasó de colores para sacar un libro, que parió con cesárea. Así que a currar Palomares.
Hace mucho tiempo, leí en un lugar que no recuerdo -aunque sé, al menos, que era un libro- una historia en la que un amigo del protagonista intentaba escribir una novela. Una novela absolutamente perfecta, y empezaba con caballos blancos, o unicornios, eso tampoco lo recuerdo. En realidad, nunca pasaba de la primera frase, y le veías preguntándole al protagonista sobre la mayor o menor conveniencia de éste (no puedo evitar poner el acento) o aquél artículo. Pero claro, como no me acuerdo, tampoco te puedo decir de dónde procede.
Ay. Yo también debería escribir cuentos, pero de más de un párrafo, que esto del blog me ha hecho de un vago y un breve y un directo que ya no sé qué hacer...
José, como bien dices, la traducción que mencionas tiene una estrada distinta, envés de felices, si es que no me quivoco,dice bienanventurados.
me parece que esa traducción, esa palabra, cambia o deforma ese bello inicio del libro.
ahora, comentando intencionalmente sobre el tema del post,creo que una "solución" que podría ayudarte a escribir sobre escritores "exitosos" consistiría en escribir tu propia "historia de exito" cuando escribes, de manera fluida, sobre escritores en crisis(en el post ya realizaste un adelanto) en fin, no sé si me explico, espero que sí.
saludos,
Erick.
Carver siempre escribió alrededor de las mismas personalidades y los mismos entornos, porque siempre reflexionaba sobre las mismas obsesiones, al mismo tiempo concretas y universales -como la buena poesía.
De modo que, si tu cuerpo te pide eso, espera a que te pida otra cosa y mientras tanto sigue escribiendo grandes pequeños y emotivos relatos.
Y ahora, los tambores.
Hay un cuento por ahí (lo he leído hace muy poco en un blog, buceo un poco y, si lo encuentro, te paso la dirección) en que el escritor escribe el cuento perfecto, pero lo encuentra un título acorde con la maravilla que ha escrito y que sea capaz de instar a su lectura de una forma imperiosa. El cuento acaba perdiéndose, precisamente por la desesperación de no tener un título apropiado.
No desesperes. La inspiración va por ciclos. Llegará cuando menos te lo esperes. Persevera pero no te obsesiones.
Me ha venido de golpe. El cuento es de Quim Monzó.
Gracias a todos por los consejos y los ánimos. Al final saldrá porque con tesón sale todo -parezco un padre alentando a su hijo-.
Ligasalsas, estuvimos, siguiendo tu consejo, en Faro Norte. Nos gustó, aunque a mí me quedó la sensación de que nos equivocamos al pedir los platos. Rebeca tomó un risotto espectacular, eso sí.
Malena, leí también hace poco ese cuento en un blog. Este es el enlace. Por cierto que el relato al que hago referencia en uno de los comentarios no es este en el que estoy atascado. Igual escribo demasiado sobre escritores.
Erick, a mí me resulta más chocante -y desafortunada- la segunda parte: mi memoria me dictó "tristes" cuando desdichadas, desgraciadas o infelices son mucho más poderosas.
El consejo fundamental, que se esconde tímida y subrepticiamente (¡tantos años y por fin encuentro la ocasión de emplear esta palabra!) en tu propio texto, es el siguiente:
No escribas los párrafos que gustasn todos seguidos, así, de un tirón. Haz algo que los separe; escribe uno malo, o solo pasable si tu talento te lo permite; contempla una fotografía, mira por la ventana... o cómete un bocadillo de jamón. Vale, no te lo comas todo, dale solamente un bocado.
En fin, creo que eso es todo.
Suerte
Buenas, buenas a todos.
Y digo yo, Txiqui, no será que los fracasados, desgraciados y perseguidos dan más juego en lo literario, ya que nos es más fácil identificarnos con ellos, y si el tío tiene éxito nos la pela, a los lectores y a los escritores??
Claro, que siempre pueden ser secuestrados y torturados por una psicópata, y la cosa gana en interés rápidamente... Has pensado que la ira de los dioses caiga sobre tu dotado protagonista??
besos.
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