Así definen el género Chick Lit en el número de este mes de la revista Qué Leer.
Expresiones del Especial de Qué Leer como la que titula este post o que las nuevas escritoras post-feministas provocan
“furor uterino entre las lectoras” me enervan. Otras expresiones como que “
si Emma Bovary levantara la cabeza y se topara con las protagonistas de las novelas de las citadas Keyes, Fielding, Bushnell […], volvería a darle un trago a su botellín de cianuro” han provocado que hoy esté buscando en
Ebay una Avtomat
Kalashnikov modelo 1947. ¿O existen ya las bombas atómicas unidirigidas?
La verdad es que como aspirante a escritora de este género empiezo a estar un poco cansada de tener que estar luchando constantemente contra manidos estereotipos, prejuicios y estupideces del estilo. ¿Qué pasa? ¿Que porque no escribo sobre la paz mundial, sobre lo insoportable que es la existencia del ser humano, sobre el Holocausto o mis personajes no están al borde del suicidio mis novelas carecen de la seriedad suficiente como para ser clasificadas dentro de la Literatura Con Mayúsculas? ¿Qué pasa? ¿Qué como soy mujer y mi protagonista es una mujer que no se toma demasiado en serio a sí misma mi novela ya no es una novela seria? Ya
he hablado anteriormente en este blog sobre las diferencias que se hacen muchas veces entre unos libros y otros dependiendo de si el autor es hombre o mujer, así que no me voy a extender más sobre el tema, aunque no es por falta de ganas.
La verdad es que es duro, mucho, intentar defender un género en el que los críticos y los periodistas literarios sólo quieren ver mujeres superficiales, consumistas, obsesionadas por los kilos de más y eternamente enganchadas a la idea de encontrar un príncipe azul. Ninguno de ellos quiere ver que el género chick lit es mucho más que eso. Es una actitud ante la vida, una radiografía más o menos acertada, nunca crítica, de la mujer del siglo XXI con sus cosas buenas y también sus fallos. Una radiografía en la que se le intenta quitar la seriedad a los dramas de la vida diaria porque esta nueva mujer, ante todo, sabe reírse de sí misma, sabe no tomarse demasiado en serio (algo que debería extenderse un poco más entre el resto de la sociedad).
Sí, es verdad: no escribimos sobre el hambre en el mundo, los conflictos armados internacionales o sobre complicadas tramas políticas. Pero nuestros temas también son serios, porque son Nuestros Problemas. Los del día a día, los que sufrimos todas (y también todos) cuando cogemos el transporte público, cuando vamos a nuestro trabajo y nos enfrentamos a una carrera profesional, cuando tenemos que enfrentarnos a la falta de dinero, a la soledad, a las facturas o al primer amor. Cuando discutimos con nuestra mejor amiga o con nuestra madre, cuando queremos comprar una casa y no nos llega el dinero para pagar la hipoteca, cuando hay un obstáculo que nos impide conseguir nuestros sueños,…
Pero, una vez más, no interesa contar la verdad. El chick lit vende cada vez más en todo el mundo, tiene más adeptas, más autoras y más editores dispuestos a subirse al carro de cifras. ¿Es eso un sinónimo de mala calidad? Bueno, pues es como todo. Habrá novelas buenas y malas en el género. No todas las novelas del género fantástico están a la altura de la obra de Tolkien, ¿no? Sin embargo, en el caso del género en el que estamos hablando parece como si se nos juzgara a todas por los 3 o 4 títulos, por los mismos roles, por los mismos estereotipos, por las enormes bragas de Bridget Jones y por la obsesión de Carrie con hacerse con toda la colección de Manolos de Nueva York. Basta ya, señores. No todas las novelas escritas por señoras y dirigidas a señoras están centradas en el consumismo exacerbado. No todas las autoras respondemos a este estereotipo:
Y algunas usamos subordinadas y muchos adjetivos. Y otras no. Bueno, podría seguir así hasta el infinito. Pero ¡es que es muy triste que una publicación dedicada al mundo de la literatura sea tan tajante y utilice un tono tan peyorativo con todo un conjunto de autoras y novelas! Sobre todo, porque Qué Leer debería tener como objetivo principal difundir la cultura, rastrearla, estudiarla y prograpagarla. Nunca atacarla. O reducirla a una serie de clichés.
Otra cosa bien distinta es lo que viví ayer en la televisión. Como algunos sabéis, tuve la oportunidad de participar en el programa
Espejo Público de Antena 3, y pude comprobar en persona que en este caso, sólo puedes centrarte en una pequeña parte de tu trabajo para llamar la atención del público en general. Entonces te ves obligado a entrar en los clichés por narices, en televisión el tiempo es oro, el mensaje debe ser atrevido, directo y corto-super-corto. Llamar la atención es el único objetivo, incitar a la compra, provocar el interés. Quizás me hubiera gustado abordar más el género, explicar las estructuras, citar a otras autoras, hablar de mi libro (como Umbral) y mucho más, pero sé que eso no le interesa al espectador medio y que mis segundos de fama son efímeros y tengo que aprovecharlos como sea.
En breve, pediremos permiso para subir a este blog el vídeo del programa y podréis opinar sobre la entrevista (no se admiten críticas sobre el aspecto físico de una servidora, que tiene menos fotogenia que un rinoceronte con varicela).
Hasta que llegue ese momento y mientras intento calmarme, seguiré buscando en Ebay una Avtomat
Kalashnikov modelo 1947 o, en su defecto, una buena navaja suiza.