martes, enero 18, 2011

Egosurfing, de Llucia Ramis

Si abres Egosurfing, una novela de Llucia Ramis, te encuentras en la solapa una foto de la autora muy sonriente, y al instante te enamoras de ella entre un 17 y un 21 por ciento, dependiendo de cuánto te pongan los lunares al lado de los labios.

Una foto de Llucia Ramis que no es de la que estoy hablando; comprad el libro, coño

Digo esto de la foto porque mientras lees la novela estás todo el rato pensando en quién la ha escrito. Egosurfing, la palabra, es esa búsqueda que haces de tu nombre en la Montaña de Basura. Y es lo que haces tú cuando lees Egosurfing, porque en la novela sobresale una fascinante capacidad para provocar un "esto me ha pasado a mí" o "está hablando de aquella vez que me..." Es como buscarse en cada página. Y todo el rato miras la solapa a ver si es que es tu foto la que está ahí. Que no está.

Es bien curioso. Con esta novela Llucia Ramis obtuvo el premio Josep Pla de novela. El Pla es el reverso catalán del Nadal. Yo del palmarés del Pla no sé mucho, pero del Nadal sí, porque era el Premio, con mayúsculas, el prestigioso. El primero de ellos lo ganó una novela monumental, Nada, de Carmen Laforet, y si repasas la lista te encuentras con El Jarama, de Sánchez Ferlosio, por ejemplo. Hay lo que los literatos llamamos técnicamente un porrón, pero curiosamente los que me llaman la atención son estos dos e Historias del Kronen, de José Ángel Mañas, que fue finalista. He leído más pero no los identifico con el Nadal tan fácilmente -y eso que hay obras magníficas-. Y me doy cuenta de que estos tres que digo son novelas generacionales. Como Egosurfing. Ya, no soy muy original. Pero es lo que hay.

A mí me pasó que leí Nada, hace muchos años, y me dejó frío (así de crudo lo digo). Tal vez porque no hablaba de mi generación, aunque sí de cosas que quizá comparten todos los jóvenes (la leí cuando era joven, qué pasa). Leí El Jarama y poco más o menos lo mismo, aunque esta es superior. Leí las Historias del Kronen -que relataba mi generación- y no hablaba de mí. Egosurfing sí. Habla de mí y de ti, y algunas veces cuando lees la novela estás pensando en la novela que tienes por escribir; y tachas la idea porque Egosurfing es esencialmente lo mismo que ibas a escribir tú.


La portada. Que es que hay que decíroslo todo.

Egosurfing comienza cuando la narradora, una escritora de libros de autoayuda es acusada en televisión por una periodista sin escrúpulos de tirar una bolsa de basura que golpea la cabeza de un joven -el balcón desde el que se tira la bolsa pertenece a una casa en la que vivió hace años la protagonista-. Inesperadamente, la protagonista traba relación tanto con la periodista sensacionalista como con la víctima del accidente.

La obra podría haber tomado el camino de la farsa o de la comedia a lo Woody Allen, y eso es lo que uno inconscientmente espera al ver la sonriente foto de la solapa -qué poca gente sonríe en la solapa de los libros, qué pena-, y sin embargo la novela es una desencantada descripción de lo que somos y de lo que queremos ser: la protagonista es una escritora de libros de autoayuda que sobrevive con ese trabajo y haciendo de secretaria de un viejo intelectual; la periodista fue en su momento una periodista cultural y ahora hace televisión basura; la víctima era un publicitario que dejó hastiado la profesión y ahora atiende un meublé barcelonés. Y todos sienten esa desazón de los que ven cómo se les escapa la vida entre los dedos, una especie de hastío vital que estaba presente en Nada, y en El Jarama y también en Historias del Kronen. Pero que sólo llega de verdad, a las tripas, en Egosurfing.

Igual me llega más porque Llucia Ramis tiene tres años menos que yo y pinta de transitar el mismo territorio que yo; vamos, que tiene aspecto de tomar cañas estupendamente y no pipermíns como otros autores de nuestra generación. Uno se imagina perfectamente tomando cervezas con ella y hablando de si es mejor la Estrella o la Mahou -yo diría que Mahou y ella, equivocadamente, que Estrella- o contando alguna historieta de tebeos o de El equipo A. Y sin usar la palabra posmoderno, que es cosa que yo agradezco mucho. Llucia Ramis tiene aspecto de ser una tía normal que escribe de la vida normal y corriente, sin artificios. Es decir, alguien a la que habrá seguir concienzudamente en el futuro porque nos va a contar cosas que nos interesan.

13 comentarios:

Alberto Ramos dijo...

Pues yo estaba convencido de que Palomares era el seudónimo de Llucia Ramis.

Palomares dijo...

La verdad es que yo también tengo lunares...

Unknown dijo...

Joder, muchas gracias. Estoy emocionada, en serio.

Palomares dijo...

Gracias a ti por pasarte por aquí.

El maligno dijo...

Bien! Alguien que hace una crítica hablando normal. Debe ser un estilo posposmoderno llamado "normal", pero escrito en cursiva porque es en inglés y tal...

Quiero ser "normal"

(No sé nada de -html)

Palomares dijo...

A veces parece que sólo hay dos tipos de críticas: las crípticas y las destructivas (estas últimas se entienden bien porque si no no conseguirían su efecto).
Creo que urge una renovación completa de la crítica literaria, cinematográfica y artística en general. La haría yo si supiese cómo y si tuviese tiempo y talento.

Alberto Ramos dijo...

También están las críticas ácidas, o cítricas.

Palomares dijo...

Es cierto :-D
Crítica críptica cítrica.

Alberto Ramos dijo...

Los críticos ya pueden decir que esta novela es "testigo del fin de una época".

Anónimo dijo...

A mi no me ha gustado nada. Como dices tu, me ha dejado frio. Lo he leído entero porque no me gusta dejar los libros inacabados. Es como la peli de Wody Allen (Vicky, Cristina, Barcelona), intentando dar una visión de Barcelona que es un autentico topicazo, con mucha prepotencia y nada que transmitir.

El libro ha triunfado por puro opoirtunismo (hablar del facebook e internet justo en el momento oportuno).

Palomares dijo...

Supongo que que te guste este tipo de novelas es esencialmente una cuestión de piel: te afecta (y te gusta) o te resulta ajena (y entonces no te gusta). Es lo que me pasaba con Nada, por ejemplo, que siendo obviamente una gran novela cuando la leí lo hacía desde la distancia. Y claro, el punch se debilita.

Hans dijo...

Lo del Kronen es una puta mierda, absolutamente increible y cero rigurosa con lo único que el autor debería haber investigado.
Y ya.

Anónimo dijo...

Yo soy otro que ha leído la novela y no me ha gustado nada.
Pese a ser de la misma generación que la autora no me reconozco para nada en ella, ni me habla de temas cercanos. Tampoco busco eso en una novela. Por lo general mirarse en un espejo es aburrido. Leer sobre cosas que me han pasado es poco interesante, mucho mejor vivir vidas ajenas en la literatura que mirarse el ombligo. Pero ese costumbrismo, me ha parecido vacuo, y esa desazón, ese vacío existencial una pátina muy fina de seres con poco que decir. Y no es por hacer crítica destructiva o por que la novela me parezca ajena y me provoque poca empatía. Es que es como ser un estudiante de medicina rodeado de compañeros universitarios de derecho. Mismas edades, mismos ambientes diferentes códigos y perspectivas.

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