miércoles, enero 22, 2014

El gol de Míkel Lasa

Este artículo es otro de los que escribí para El ruido del fondo hablando de los goles que me habían marcado. En el Cerdo agridulce se han publicado también El gol del Buitre y El gol de Maceda. Aquí está el último escrito. Quién sabe si no habrá más en el futuro.

El gol de Lasa

Camacho lo había dejado ya; aún no había llegado Roberto Carlos. En el lateral izquierdo apareció Villarroya, primero, un tipo voluntarioso lleno de rizos de ojos arrebatados, y Míkel Lasa después, un chaval vasco con mandíbula de héroe de acción al que fichamos por una millonada. Los dos eran picapedreros del fútbol, dos laterales tenaces de los que corrían maratones en cada partido. Línea de fondo y centro al área que iba siempre muy pasado, o muy corto, o muy a la grada.
 
De Míkel Lasa la verdad es que esperábamos ya poco. Al chaval se le quería porque se esforzaba como un titán. Es conmovedor ver a alguien corriendo sin sentido arriba y abajo. ¡Quisimos a Geremi, cómo no íbamos a querer a Lasa! Uno ve correr un jugador de esos y fantasea con que podría ocupar su puesto. Para ser Guti hay que valer, pero para ser Lasa, piensa el espectador, sólo hay que tener una oportunidad y salir al campo. Y comerse la hierba.

El espectador de fútbol es muy ingenuo.

Pero decía que de Lasa esperábamos poco. Así que cuando, volcado el Sevilla sobre la portería del Madrid, Lasa recupera la pelota, nadie espera lo que va a hacer. Uno imagina que va a hacer como Forrest Gump y cabalgar hasta la portería de Unzué; allí se tropezará, o la tirará fuera, o en el mejor de los casos la pasará a un compañero que meta la pelota en la portería. Pero Lasa suelta un zurriagazo desde su campo y el balón vuela, como un obús, hasta colarse en la portería.

Sus compañeros le abrazan. Qué bonitos son los abrazos a los jugadores que nunca meten goles.


El partido terminó pocos momentos después, y recuerdo a Lasa andando hacia el túnel de vestuario, las medias bajadas, mostrando las espinilleras, como si sus piernas no pudieran soportar la gloria del golazo que acababan de marcar.

Al día siguiente, en el recreo, todos los que éramos elegidos como defensas en los equipos fantaseábamos con tirar desde nuestro campo. Aún lo hacemos. Si Lasa pudo hacerlo, por qué no nosotros, algún día.

2 comentarios:

tirkha/MAP/Miguel Angel dijo...

Recordaba ese gol mucho más lateral y que le pegaba tirándose.

jOSE dijo...

Pues nosotros al día siguiente no es que soñáramos, es que fue uno de los partidos más pesados que tuvimos en el recreo porque todos, cada vez que tocabas el balón, intentábamos meter desde nuestro campo (eso sí, de fútbol sala).

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