jueves, octubre 23, 2008

10 cosas que me llamaron la atención de Copenhague

1.- Lo largas que tienen las danesas las piernas y lo cortas que llevan las faldas. ¿O será una cosa consecuencia de la otra?

Aquí una típica falda danesa. Aquí unos amigos.

2.- La imperturbable, estoica y serena actitud de los daneses frente al mal tiempo. La lluvia constante que en cualquier lugar de España hubiese provocado calles vacías, caos, miles de paraguas chocándose entre sí y niños enfundados hasta arriba en capas y capas de prendas de abrigo… aquí no existe. Al revés. Los daneses pasean calle arriba y calle abajo sin más resguardo que una sonrisa, dejan que sus hijos participen en competiciones al aire libre bajo la lluvia durante horas y llenan las terrazas de los cafés y bares (¡sí, terrazas!) para disfrutar su comida o cena al fresquito de sus buenos 7 – 10ºC. ¿Está nevando acaso? No. ¿Sientes las manos? ¿Sí? Pues entonces, ¿por qué no tomarnos unas cañas a la fresca? Y si eres de los remilgados, ya se ocupan los amables propietarios de los establecimientos de prestarte una mantita para abrigarte.
Conclusión nº1: Madres y abuelas de España, ¡estabáis equivocadas! El niño no se va a morir si no le tapas hasta los ojos o si se moja un poco.


Vale, sí, esta terraza está desierta, pero no es por los 7ºC, es que la movida empieza a las 22,00h.

3.- Las manzanas danesas. Durante años me han estado engañando y pensaba que eso que compraba en mi frutería eran manzanas y sabían a manzanas. Hasta que probé las manzanas danesas y, tal y como pasa en los anuncios, un nuevo mundo de sabor se abrió ante mí. Curioso también, que las manzanas danesas sepan más a gominola de manzana que a manzana española.

4.- Lo caro que es todo. Absolutamente todo. Una copa de vino tirando a malo nos costó la friolera de siete euros.

5.- La ausencia de contaminación acústica. Me costó reconocerlo, pero después de dos días paseando por Copenhague echaba en falta algo y no sabía qué era. Hasta que me di cuenta de que llevaba dos días sin escuchar el claxon de un automóvil. Incluso cuando se nos cerraba un semáforo y nos pillaba en medio del asfalto, ningún conductor impaciente, o el de atrás, o el de atrás, o el de atrás, nos pitaba para que nos diéramos prisa.

6.- Lo poco curiosos que son. O lo pasotas que son. O introvertidos. O yo qué sé. Es bastante típico que si te encuentras con dos extranjeros intentando pedirte albóndigas en un inglés bastante churro les preguntes de dónde son y qué les parece tu ciudad natal y todo eso. Pues bien, en Copenhague no es típico. A nadie le importa de dónde eres o, si les importa, tampoco te lo preguntan. Conclusión nº2: No pudimos hacer amiguitos.

7.- Los bebés, niños pequeños y niños en general que hay por todas partes, lo que podría dar la impresión de que los daneses están planeando conquistar el planeta. Pero no tiene nada que ver con eso (de hecho, es un país poco poblado) sino con las múltiples ayudas y facilidades que su sistema les proporciona, lo que debe animar bastante a procrear. Vamos, igual que aquí. Como madre trabajadora me sorprendió ver niños con sus padres por todas partes un jueves o un viernes por la mañana, felices paseando bajo la lluvia.

8.- La barbaridad de carros gemelares, carros con sidecar, carros de bebé 4x4 y carros hasta ¡para cuatro bebés! que pululan por la ciudad. Se nota que allí las aceras no están hechas por un avaricioso mezquino como en mi barrio y que las que no son asín de estrechas no están invadidas por los coches mal aparcados y los cubos de basura.

Imagina conducir uno de estos por tu calle.

9.- El pan. Ummmmmmmmmmm. Con pipas, con pasas, con nueces, moreno, blanco, chapatas, focaccias de todo tipo, etc.


La panadería del centro Illum, en la famosa calle Stroget: si eres adicto a la gordez no te acerques.

10.- Y, vale sííííí... las bicis. Las bicis también.

4 comentarios:

Palomares dijo...

¿Y la sirenita no?

Luisru dijo...

Palomares, ¿a ti no te llamaron la atención las minifaldas y las largas piernas danesas?
Uf, por la descripción se parece a Amsterdam, lo que no sé si me encanta o me horripila (aun no sé si me gustó o no). Hay que cambiar lo del pan por las kroketen (o como se escriba)y las manzanas por los tulipanes. Bueno, claro, y las drogas y las putas que en Dinamarca estarán escondidas.

An. dijo...

Yo estoy tan absolutamente enamorada de Copenhague! La ciudad, la gente (yo me he encontrado daneses charlatanes y simpáticos, ojo, pero lo del contacto físico lo llevan fatal hasta la tercera cerveza :P), y también me llamó mucho la atención la cantidad de bebés que hay!

(y el pan! y los rollitos de canela!)

Anónimo dijo...

Para todos aquellos que todavía no creían que existiera eso que llaman civilización: si lo dicen en el Agridulce va a misa.

Carmona Dixit

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