Esta entrada es una tontería, no le den muchas vueltas; me ha parecido mejor decirlo claro, desde el principio, para que no se lleven a engaño. Trata sobre las cosas que nos pasaron hace poco. Que tampoco es que nos pasara nada muy raro, pero bueno, mientras Esther responde, ahí va para rellenar hueco en este blog.
El pasado fin de semana nos fuimos la Rus y yo a La Línea de la Concepción, en Cádiz, porque me daban otro de esos premios -qué cansino, sí-. Cogimos el avión a Gibraltar -que ya saben que linda con La Línea- y llegamos tan panchos, en una hora escasa. Nosotros ya habíamos estado antes en Gibraltar, comprando azúcar y jabón, que está treinta céntimos más barato, y para nosotros el aeropuerto era sólo la enorme pista que se interpone entre la entrada y los supermercados, un recorrido infernal en verano porque no hay donde resguardarse de la solanera y que se hace larguísimo, sobre todo si llevas el azúcar a cuestas. Esta vez la pista nos pareció pequeña, de hecho todo en Gibraltar parece pequeño porque está como concentrado. Según aterrizas, si miras por la ventanilla puedes ver a unos chavales jugando al fútbol en un campo que hay al lado de la pista. Te da la impresión de que te van a pitar fuera de juego a ti de lo cerca que está.
Bueno, el caso es que fuimos a La Línea, nos dimos un paseo corto, asistimos a la entrega de premios -fui segundo- y escuchamos atentamente la conferencia de Javier Sierra, un escritor de estos estilo Dan Brown, que escribe bestsellers sobre cátaros y misterios inexplicables que compagina con su actividad como periodista magufo. De este hombre yo no he leído nada, pero después de la exhibición del otro día tal vez le dé una oportunidad. El tipo convirtió la conferencia de cierre de la Feria del Libro en un largo anuncio de sus libros, hablando de cómo se le había ocurrido uno y otro y qué podíamos esperar de ellos. Como tiene tablas de sobra y parece uno de estos que coleccionan datos, cual enciclopedia viviente, resultó realmente interesante.
Después de dormir nos fuimos de nuevo hacia Gibraltar, pero antes de llegar allí nos encontramos un parque infantil que nos resultó muy curioso:
El pasado fin de semana nos fuimos la Rus y yo a La Línea de la Concepción, en Cádiz, porque me daban otro de esos premios -qué cansino, sí-. Cogimos el avión a Gibraltar -que ya saben que linda con La Línea- y llegamos tan panchos, en una hora escasa. Nosotros ya habíamos estado antes en Gibraltar, comprando azúcar y jabón, que está treinta céntimos más barato, y para nosotros el aeropuerto era sólo la enorme pista que se interpone entre la entrada y los supermercados, un recorrido infernal en verano porque no hay donde resguardarse de la solanera y que se hace larguísimo, sobre todo si llevas el azúcar a cuestas. Esta vez la pista nos pareció pequeña, de hecho todo en Gibraltar parece pequeño porque está como concentrado. Según aterrizas, si miras por la ventanilla puedes ver a unos chavales jugando al fútbol en un campo que hay al lado de la pista. Te da la impresión de que te van a pitar fuera de juego a ti de lo cerca que está.
Bueno, el caso es que fuimos a La Línea, nos dimos un paseo corto, asistimos a la entrega de premios -fui segundo- y escuchamos atentamente la conferencia de Javier Sierra, un escritor de estos estilo Dan Brown, que escribe bestsellers sobre cátaros y misterios inexplicables que compagina con su actividad como periodista magufo. De este hombre yo no he leído nada, pero después de la exhibición del otro día tal vez le dé una oportunidad. El tipo convirtió la conferencia de cierre de la Feria del Libro en un largo anuncio de sus libros, hablando de cómo se le había ocurrido uno y otro y qué podíamos esperar de ellos. Como tiene tablas de sobra y parece uno de estos que coleccionan datos, cual enciclopedia viviente, resultó realmente interesante.
Después de dormir nos fuimos de nuevo hacia Gibraltar, pero antes de llegar allí nos encontramos un parque infantil que nos resultó muy curioso:
Igual no se han dado cuenta de por qué nos pareció curioso. Fíjense mejor en qué se encuentra el niño que se tira por el tobogán precipicio de la foto:
En efecto, no es arena sino piedras. Los niños de La Línea de la Concepción deben ser titanes si se les entrena así diariamente. Mi pregunta es: ¿por qué no están afiladas las piedras? Porque si queremos fabricar espartanos vamos a hacerlo bien, coño.
Bueno, pues seguimos hacia el aeropuerto de Gibraltar, y vamos al mostrador de Iberia -hay dos mostradores, qué diferencia con la mastodóntica Terminal 4, en la que, por cierto, no nos perdimos-, nos paseamos por el aeropuerto igual que Steve McQueen por su celda en La gran evasión y entonces aparece ella, sí, ella: Inés Sastre, con gafas de sol, con un señor gordo al lado que debe ser su marido, pero ella al fin y al cabo, y pasa a mi lado y yo la reconozco. Y la señora que está al fondo también lo hace y se lo dice a su marido, y el marido sonríe y mira, pero Inés ya ha pasado por el control de policía y sólo se le ve el culo, que la verdad es que tampoco es para tanto. Y decidimos ir al supermercado a ver a qué precio está el jabón y no podemos pasar porque va a despegar un avión, y ahí va, un avión jet de esos privados donde imagino que está Inés Sastre, qué haría ella en Gibraltar -si descartamos lo del jabón-.
Y una hora más tarde sale nuestro vuelo y llegamos a Madrid y nos movemos por la enorme Terminal 4 y Rebeca dice: Mira, esa de ahí era Lolita, y yo ni me vuelvo mientras pienso: qué suerte tengo, porque puestos a ver famosos, mejor que haya sido así: yo Inés y Rebeca Lolita.
Bueno, pues seguimos hacia el aeropuerto de Gibraltar, y vamos al mostrador de Iberia -hay dos mostradores, qué diferencia con la mastodóntica Terminal 4, en la que, por cierto, no nos perdimos-, nos paseamos por el aeropuerto igual que Steve McQueen por su celda en La gran evasión y entonces aparece ella, sí, ella: Inés Sastre, con gafas de sol, con un señor gordo al lado que debe ser su marido, pero ella al fin y al cabo, y pasa a mi lado y yo la reconozco. Y la señora que está al fondo también lo hace y se lo dice a su marido, y el marido sonríe y mira, pero Inés ya ha pasado por el control de policía y sólo se le ve el culo, que la verdad es que tampoco es para tanto. Y decidimos ir al supermercado a ver a qué precio está el jabón y no podemos pasar porque va a despegar un avión, y ahí va, un avión jet de esos privados donde imagino que está Inés Sastre, qué haría ella en Gibraltar -si descartamos lo del jabón-.
Y una hora más tarde sale nuestro vuelo y llegamos a Madrid y nos movemos por la enorme Terminal 4 y Rebeca dice: Mira, esa de ahí era Lolita, y yo ni me vuelvo mientras pienso: qué suerte tengo, porque puestos a ver famosos, mejor que haya sido así: yo Inés y Rebeca Lolita.
6 comentarios:
Vaya nenaza, esos chinos están en todos los parques infantiles que he conocido,y sólo desde hace pocos años he visto que empiezan a sustituirse por la gomaespuma esa aplastada. Así que no te preguntes por los niños de La Línea, pregúntate por TU INFANCIA, niño burbuja.
Bonito blog, por cierto.
¡No jodas!
En mi infancia el suelo de los parques era mitad tierra y mitad colillas de cigarrillos, jamás he visto esas chinorras en Madrid.
Y en la biblioteca tampoco había pedrolos de estos.
Jajaja, este no me ha parecido un post de relleno (vamos, como si aquí hubiese algún post de relleno). Enhorabuena por el premio y por el avistamiento de Inés Sastre.
Por cierto y hablando de Feria del Libro, ¿firmarás ejemplares de ese clásico del siglo XXI llamado 'Fuco Lois' (mi madre está enganchadísima) en alguna caseta? Tus fans estaremos allí. Y además aprovecharemos para reventarle la tarde al Javier Sierra, por cansino y petardo.
PD: Guillermo, no sé de donde eres pero en los parques de Madrid solo había tierra y cacas de perro.
En mi infancia los parques tenían unas piedrecitas afiladas (llamadas chinas) en el suelo... y columpios rotos hace mil años.
Mi teoría es que Inés Sastre va a Gibraltar a hacer un seguimiento del adiestramiento espartano de sus vástagos. Es una teoría como cualquier otra, o mejor.
?Quien es Lolita? ?La de Nabokov? (porque era Nabokov, ?no? que a mi eso de los escritores rusos...)
En nuestra epoca, como bien decis chavales, lo de los columpios era tela, sobre todo cuando ya habian sido probados varios años: el tipico hoyo al final del tobogan, que lo unico que hacia era que el cuerpo bajase a la altura perfecta pra que la nuca se diera contra el borde desgastado de la rampa. Muy entretenido.
Los de La línea en particular y los de Cádiz en general a mí como que muy espartanos no me parecen. Pero puede ser un intento de las autoridades por cambiarles el carácter desde pequeños, como la asignatura de educación para la ciudadanía: "Que no se cruza fuera del paso de cebra, ni con el semáforo en rojo, ni se piratean las películas, ni se compra uno el perfume en el top manta, niñoooos, leche, que sus lo estamos dicieeeeendo..."
Absurdos y vacíos intentos destinados al fracaso ibérico :)
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