viernes, octubre 26, 2007

El artículo de ciencias que estabais esperando.

O por lo menos, un artículo en el que, a falta de ciencia (porque una es de letras), se usa el, ejem, método científico para sacar conclusiones de algo.

Aunque ese algo vaya sobre sexo (que algo de ciencia tiene, aunque mucho más de magia).

O, más concretamente, sobre lo último de lo último en tecnología de juguetes sexuales. O lo que nos depara el sexo en el futuro.


Resulta raro que estando como estoy a punto de explotar a causa de un embarazo a término bastante prolongado me ponga a escribir yo un artículo sobre sexo. Porque, y supongo que ustedes todos lo comprenderán, el sexo es lo que tengo yo aparcado justo en el último rinconcito del cerebro. Pero dado el clamor popular (pesada eres, Angua) y dado que el Señor Palomares tiene exceso de trabajo me inmolaré en honor de todos ustedes y le daré cuerda a este asunto.

Estando como estoy, sin nada que hacer más que mirar los programas matinales y leer a tutiplén, cayó el otro día en mis manos el último número de la revista Cosmopolitan versión UK. Como el sexo es lo último que tengo yo en la cabeza (¿esto lo he dicho ya antes, no?) pero una nunca le hace ascos a reciclar su inglés y necesitaba un asunto de ciencias urgentemente no tuve ningún problema en leerme la revista de cabo a rabo. Y hete aquí que me topé con este artículo maravilloso, digno de estar también en la revista Science, en Muy Interesante y en otras revistas de su calaje y prestigio internacional. El artículo en cuestión se titulaba “Sex go Sci-Fi”. ¿Puede haber un título más científico que ese? Un amplio recorrido sobre las novedades más novedosas en juguetes electrónicos (y no tan electrónicos) sexuales que la escritora Lauren Henderson no había dudado en testar por activa y por pasiva durante unas vacaciones siguiendo el método científico más escrupuloso. Reconozco que el tema en cuestión no sólo me llamó la atención por la seriedad y profesionalidad con la que se trataba sino también porque abría ante mí un mundo de posibilidades, siendo la nº1: llegaré yo a ser una escritora famosa? y la nº2: me encargará entonces el Cosmopolitan testar juguetes sexuales?

Bien, como de momento no tenemos respuestas para estas preguntas, seguiremos con este ensayo en cuestión. Antes de comenzar, Lauren Henderson establece unos parámetros de valoración y somete a los distintos aparatos a pruebas de practicidad, comodidad, usabilidad, estética y funcionamiento de cada uno. Las conclusiones son apabullantes:


1.- El “vibrating rock chick” de www.lovehoney.co.uk.

Precio: 29,99 libras.

Estética: Es bonito, es morado, qué cosa más mona. ¿Qué decían que era esto?

Funcionamiento: El extremo suave de la “c” que forma este vibrador se introduce parcialmente en el interior de la mujer hasta que alcanza el “punto G” mientras que la parte rugosa acaricia el clítoris. ¿Lo dicen en serio? Según la autora un botón de apagado-encendido no vendría mal, lo que me lleva a imaginar que el ensayo científico alcanzó unos derroteros poco científicos. Algo relacionado con que el marido de la autora salió corriendo del baño asustado pensando que se había amputado algún miembro.

Usabilidad: Le pone un cero al aparato y luego añade “¿Para que tener un perro y ladrar tú mismo?” A lo mejor el refrán en inglés tiene otro significado. A lo mejor no. Nunca lo sabremos.

Puntuación final: Un 5, aunque supongo que después del fracaso como aparato sexual, el aprobado se lo da como objeto susceptible de decorar el aparador de un hogar moderno.

2.- El “Intimate Caress Clitoral Pump” de www.lovehoney.co.uk

Precio: 26,99 libras.

Aspecto: Es una mezcla entre una pequeña escafandra de ducha y el sacamocos que usan los padres con los bebés.

Funcionamiento: Se coloca la parte de la escafandra en el clítoris de la mujer y con la perita de aire se succiona bien la zona para aumentar la presión sanguínea. Traducción: te pellizcan ahí mismo hasta cortarte la respiración.

Usabilidad: Lauren Henderson asegura que ni siquiera llegó a acercarse al Gran O. ¿Quién puede cuando está al mismo tiempo apretando una perilla de aire que le succiona parte del riego sanguíneo? La autora recurrió a su marido para tan noble tarea, pero ambos tuvieron la impresión de estar inflando los neumáticos de su coche y no de estar teniendo una sesión de sexo loco.

Puntuación final: Otro 5, todavía no sé por qué, probablemente porque esta mujer es aficionada a los colores morados y rosados.

3.- El “chin dildo”, donde “chin” es “barbilla” de www.lovehoney.co.uk


Precio: 23,99 libras.

Aspecto: Pe, pe, pe… pero, pero… ay, Diossssssssssssssss Mio.

Funcionamiento: La imagen habla por sí sola. Y demasiado.

Usabilidad: En el mundo real creo que ninguna. La autora no se atrevió a probarlo. Su marido salió huyendo despavorido. Ninguna amiga lesbiana quiso saber del asunto. El autor del invento adujo que estaba bajo los efectos de no-sé-qué drogas.

Puntuación final: La autora estaba demasiado asustada para probarlo. Le da un "0" por darle algo.


4.- El “dil stik dildo pleaser” de www.lovehoney.co.uk.
Precio: 29,99 libras.


Aspecto: Me recuerda a un juguete que tenía de pequeña, una especie de saltador con un muelle al final. Pero este no sirve para saltar sino para cabalgar. Es un palo de metal con un acabado de latex en un extremo y unas gomas abrazaderas en el otro.

Funcionamiento: Agonizante, en palabras de la autora. Se supone que tienes que colocarte las abrazaderas en los tobillos y colocarte sobre el extremo de latex y luego subir y bajar, subir y bajar las piernas para que la cosa esa entre y salga, entre y salga... Lauren Henderson recomienda tomar clases de yoga para usar este aparato. También recomienda fervientemente ver el vídeo ilustrativo de la página web. Hacedlo. Espero que a esos actores porno les hayan pagado bien. Sabía que el mundo de la pornografía era duro, pero no tanto... Además, parecen tan aburridos como funcionarios poniendo sellos.

Usabilidad: Jajajajajajajajaja.

Puntuación final: ¡¡Un –1!!


4.- Las "Vibraciones Vortex" de www.lovehoney.co.uk


Precio: 32,99 libras.

Aspecto: Mi madre tiene una cosa parecida en casa con la que hace la limpieza general y abrillanta los azulejos.

Funcionamiento: El aspecto no va desencaminado porque este modernísimo aparato se conecta, ay caramba, al aspirador de casa y te permite elegir entre varias posibilidades de, ejem, succionamiento. Lauren Henderson recomienda ser especialmente escrupuloso con la velocidad que seleccionas en el aspirador o ser especialmente escrupuloso y hacerse una depilación de la zona integral. No es necesario que explique más, ¿verdad?

Usabilidad: Una vez me leí un libro de Asimov titulado "Los robots del amanecer" en el que una de las protagonistas termina montándoselo con un robot. Esto podría ser un claro antecedente de lo que esta por venir en este siglo. Aún así, no veo yo muy sexy el hecho de enchufarte el aspirador a tus partes. Pero, ¿qué voy a decir yo? si estoy embarazada hasta las trancas. Recomiendo ver la entrevista que se hace al creador de este invento. ¿Cuáles serán sus motivaciones reales? Seguro que este tipo oculta algo.

Puntuación final: La tipa le da un 6 porque al final dice que consiguió llegar al orgasmo, a pesar de que tuvo que llamar a su marido para que sujetase el aspirador entre sus piernas. Conociéndome como me conozco si tuviera que pedirle a mi marido que sujetase el aspirador entre mis piernas no podría evitar pedirle también que le diera un repasito a los bajos de la cama y a las pelusas que se organizan bajo ella.

En fin, señores, que dado mi estado les pido que tomen ustedes sus propias conclusiones sobre que nos depara el sexo en el futuro y sobre las terribles consecuencias de pedir a los colaboradores de El sabor del cerdo agridulce que escriban cosas sobre ciencia. Esto es lo que pueden esperar.

lunes, octubre 22, 2007

Anuncios raros

De vez en cuando la gente me pregunta por anuncios que ve en la tele y que no entiende, a ver si yo soy capaz de iluminarles. ¿Qué quiere decir tal marca con eso del daltónico? Usualmente mi sabia respuesta es: No tengo ni puta idea. ¿Pero por qué se hacen esos anuncios tan raros?, me preguntan. ¿Raros?, digo yo. Eso no son anuncios raros son imcomprensibles. Para raros los que se hacen por ahí, por ejemplo el que yo pensaba que era el anuncio más raro de la historia:



No me diréis que no molan las ardillas que hablan. Yo quiero ser esa ardilla.

Decía que pensaba que ese era el anuncio más raro que había visto nunca, si descontamos los de civilizaciones bizarras como la india, la tailandesa, la japonesa o la marfileña -otro día hablamos de esos anuncios-, mucho más raro que ese del gorila que tocaba la batería que vimos hace poco, pero me encuentro en un muy recomendable blog, el de Diseñadores y publicitarios, un anuncio de una marca de caramelitos que me ha dejado con la boca abierta un buen rato:





Me he acordado enseguida de otro anuncio que no es tan raro pero que no me resisto a compartir:



Nota mental: hablar otro día de FedEx.

Bueno, decía que el anuncio ese de la barba me ha parecido lo más bizarro que había visto nunca, y me he puesto a investigar otros ejemplos de esa campaña de publicidad. Y, claro, los he encontrado. Parece ser que después de 20 años haciendo anuncios con magos en un mundo de fantasía, la marca, que pertenece a Mars, decidió dar un giro en su comunicación, con anuncios como este:



Y como este:




Ya son raritos, pero no es nada comparado con lo que vendría después, con la marca lanzada hacia el surrrrrrrealiiiisssmooooo:



Aunque aún mantenían la cordura en algunos anuncios:



Para después volver a perder la cabeza:



No deja de ser curioso que un producto como este sea capaz de dar pie a anuncios como estos que estamos viendo y a otros como este, proveniente del otro extremo de la Galaxia:



O este otro que a ustedes les va a poner los pelos como escarpias:



Lo que les gusta a las madres esas pirámides de oro, cuánto daño hizo la posguerra. Dirán ustedes que en realidad el producto no es el mismo, ni el público al que va dirigido y por tanto no es comprable. Es verdad, era un sucio truco para que ahora, cuando vean este otro anuncio de Skittles, el contraste sea mayor:



Por mi parte este último se gana el premio al anuncio más marciano de los últimos tiempos. Anda que vaya panorama. Cambiar un conejo por los Skittles. ¡Con lo mal que canta ese conejo!

Conclusión: qué de mentes enfermas hay detrás de todo este negocio. Especialmente en el caso de los de Ferrero Rocher.

miércoles, octubre 17, 2007

Cosas por las que discutimos mi chica y yo

Mil Millington es un escritor inglés cuya columna en un periódico de esos escritos en el idioma klingon tenía un gran éxito. Casado con Margret, una mujer alemana de fuerte carácter, en las columnas Millington relata las múltiples discusiones que mantiene Pel Dalton, el protagonista, con su esposa alemana Ursula. Fíjense en las coincidencias, qué sospechosas. ¿Es su columna autobiográfica, señor Millington?, preguntaban los periodistas, a los que les encanta preguntar a cualquier escritor si su obra es autobiográfica, quién sabe por qué.

Bien, el caso es que las columnas que escribía Millington -y que aquí publica una revista femenina, no sé si Marie Claire o Elle- eran los desternillantes relatos de cada discusión que sostenían Pel y Úrsula sobre prácticamente cualquier tema imaginable. ¿Cuál es la mejor forma de cortar un kiwi? ¿Por qué siempre te dejas el cartón de leche abierto? ¿Hay que pegar a los niños? ¿Vamos a comprarnos un coche? ¿Se dice polla o pilila? La vida de Pel y Úrsula es una continua discusión llena de pequeñas victorias y derrotas, un ejemplo de esgrima verbal humorística de la mano de gente a la que le encanta discutir por cualquier minucia.

Millington decidió dar el salto a la novela y adaptó el pequeño formato de las columnas para transformarlas en una novela: Cosas por las que discutimos mi chica y yo (en el enlace se pueden leer las primeras páginas de la novela). Buscó un hilo conductor que le permitiera seguir desarrollando sus pequeños sketches sobre la guerra de los sexos. El problema es que ese hilo conductor -hay dos, en realidad: los problemas con la casa familiar y los problemas de Pel cuando su jefe se fuga de su empresa, facilitando su ascenso pero poniéndole en manos de las Triadas chinas- no resulta convincente, ni tiene la fuerza necesaria. En realidad Millington no ha escrito una novela sino una colección de escenas con una leve ligazón entre ellas. Como cuando Martes y Trece hacían una película, que era un recurso para mostrar sus chistes, uno tras otro, aunque no tuvieran nada que ver entre ellos. O como las primeras películas de Woody Allen. A Millington, como a Woody Allen, no le funciona la estructura de la obra; pero aún así tiene pasajes, y perdonad una vez más mi francés, descojonantes. Hay momentos brillantes en Cosas por las que discutimos mi chica y yo, que hacen que te retuerzas de risa. Y no es poco.

Por lo demás, es un libro ligerito sin ninguna intención de pasar a la posteridad, y está muy bien que sea así, que se lee de un tirón, se disfruta y acto seguido se olvida. Y que además logra que al mismo tiempo te sientas identificado y agradecido por vivir una vida en pareja más tranquila que la de los protagonistas.

domingo, octubre 14, 2007

Lávalo, guarro

¿Se acuerdan de cuando pusimos la foto de la furgoneta sucia en la que alguien se había dedicado a calentarle la oreja a José Ignacio, alias el Mamut? Esta foto era, para los desmemoriados y los vagos:

Pues resulta que no eran vándalos, sino artistas (yo siempre lo sospeché). Sí, artistas que pintan en la roña del coche. Como el tipo que descubrí en Rag & Bone, un sujeto que se dedica a dibujar obras en arte en las polvorientas lunas de los coches. Como lo oyen. Y así, lo mismo se dibuja una Mona Lisa de enigmática sonrisa como esta:


O se dibuja un retrato del señor ese que sale en tantas fotos con la lengua fuera:


Hasta ahora las cosas eran más o menos fáciles, pero, ¿puede nuestro artista reproducir el mejor cuadro de todos los tiempos, esto es, Perros jugando al póker? Sí, puede:


Su página está llena de ejemplos de dibujos en coches, particularmente en Minis y Mazdas. Vamos, que el tío tiene un Mini y lo enguarra para poder pintar sobre él, lo limpia y luego lo vuelve a enguarrar. Y pinta y lo limpia y lo enguarra. Y así eternamente hasta que alguien le compre el Mini y le ponga plásticos protectores o lo meta en un lugar donde la lluvia no pueda alcanzarlo, por ejemplo el Guggenheim. Y quién habrá que lo compre. Y si nadie lo compra, ¿de qué vivirá? Claro, como Van Gogh, a ustedes también se les ha ocurrido la comparación. Pero si Van Gogh viviera hoy día, aunque no vendiera ningún coche siempre podría hacer merchandising o cosas para publicidad o salir en blogs importantes. Vamos, que hay dinero. E igual algún día Nike le paga un pastizal por hacer una campaña de publicidad con algún deportista famoso de protagonista, por ejemplo Ronaldinho:

Que no ha pasado, pero tal vez pase en el futuro, cosas más raras se han visto. Y si no es con esto tal vez sea con las esculturas de arena en la playa. Bueno, voy a dejar de dar ideas gratis, pero si veis algo así en la tele en un futuro próximo, ya saben: yo debería llevarme un diez por ciento.

lunes, octubre 08, 2007

De buen rollito

Mientras tanto, en uno de tantos portales de la Villa y Corte:


Falta poner el "Coño", pero, vamos, se aprecia en el subtexto. Eso sí, luego damos las gracias. Que otra cosa no, pero aquí nos han enseñado que hay que ser educados.

miércoles, octubre 03, 2007

Tensión sexual no resuelta

Válgame qué días. Resuelta que se nos ha muerto la Miss Moneypenny de las películas de James Bond, y aunque aquí no somos muy aficionados a los obituarios, a menos que sean de reyes gordos, vamos a dedicarle un sentido homenaje, porque en esta casa siempre hemos sido unos románticos y una de nuestras máximas ilusiones era que Bond y Moneypenny acabasen en el altar -qué disgusto cuando Bond se casó; menos mal que enviudó de inmediato, quedando de nuevo disponible-.

Siempre me gustó Moneypenny porque flirteaba con Bond de una manera habilidosísima, llena de inteligencia, y se notaba que al mismo tiempo está deseando vivir con Bond una aventura pero se mantenía a distancia. Ella era una chica decente, vamos, que soportaba resignada las escaramuzas sexuales de 007 sabiendo que tarde o temprano él caería en sus brazos. Eso también formaba parte de la fantasía masculina, claro: te acuestas con cientos de mujeres estupendásticas y neumáticas y luego te casas con la fiel esposa, aunque no sea morena. No era tan despampanante como Ursula Andress o Martine Beswick -tampoco la vimos nunca en bikini-, pero daba igual. Descartadas las tías macizas porque con esas un hombre no se casa, que luego resulta que son unas golfas, quedaban Moneypenny y Rosa Klebb, y claro, no había color (qué mujer tan siniestra, por cierto, la tal Rosa Klebb, qué miedito daba).


¿Y Bond? Pues Bond también quería jaleo, quién se resistiría a aquella inteligencia afilada y a ese encantador rostro, pero ella lo mantenía a una correcta distancia, porque cuando cayera sería para llevar una alianza en el dedo. Y así seguía la cosa película tras película, mientras iba creciendo esa cosa que ahora se llama Tensión Sexual No Resuelta, que es la base primordial de cientos de novelas y series y películas, y de la que entonces, cuando éramos tiernos infantes, no habíamos oído hablar, aunque ya estaba presente en la mayor parte de lo que veíamos, incluyendo, qué sé yo, Banner y Flappy. Pero con Bond lo comprendimos, comprendimos que había atracción mutua y un obstáculo que impedía la conexión -que Bond era un follador nato, básicamente-, y supimos que habría de pasar mucho tiempo hasta que Moneypenny y 007 desfilaran bajo la marcha nupcial.

Desde entonces le tenemos una especial simpatía a todas las secretarias que aman a su jefe -aunque Bond no era el jefe de Moneypenny, pero ustedes me entienden-, porque están atrapadas en esa Tensión Sexual No Resuelta, como le pasa por ejemplo a la Velda de Mike Hammer, que pasa ampliamente de ella, ¿se acuerdan? Aquí la intro de Mike Hammer, que era otro seductor profesional -sí, es un eufemismo-, donde se ve brevemente a la pobre Velda/Lindsay Bloom, que esta tenía menos esperanzas que Moneypenny y se limitaba a babear detrás de Stacy Keach y decirle: Oh, Mike, ten cuidado, mientras él se refocilaba con todo tipo de mozas de escote generosísimo (eso sí que eran series y no lo de ahora). La pobre. Como la secretaria de la canción:



Y un poquito enamoraaaaaadaaaa. Descanse en paz, Miss Moneypenny.

lunes, octubre 01, 2007

Señales y artículos chafados

Ahora que hablábamos de artículos chafados por la realidad, me he acordado de uno de los grandes miedos del bloguero: los artículos que son chafados por otros blogueros, porque ahora parece que si un tipo que no conoces de nada escribe sobre ornitorrincos en un blog que conoces mínimamente, ya no puedes escribir sobre ornitorrincos. Algo parecido nos pasa a los publiciteros, que en cuanto alguien saca un mono en un anuncio los monos quedan prohibidos para tres o cuatro años; o eso o de pronto es obligatorio sacar un mono, los publiciteros somos así de irracionales.

En fin, decía que me acordaba de artículos chafados porque de las vacaciones de Menorca estaba pendiente aún un artículo sobre señales curiosas. Iba a empezar por esta críptica señal:


No sé si ustedes la pillan. Yo al principio pensaba que era una hélice, o un misil con una hélice, o un avión raro, y entonces me preguntaba por qué prohibían los reactores en las piscinas. Ah, que estábamos en una piscina, misterio resuelto, claro, qué listos son ustedes. Pero es que yo estaba de vacaciones y con el cerebro bajo de actividad, gracias a Dios. Y aparte que quién se va a poner a pensar en que va a haber alguien con el más mínimo interés en prohibir que se dejen las toallas en las hamacas. Y vaya toalla, además, se ha lucido el dibujante.

En fin, que pensé en escribir algo sobre la señal, así de bajo tenemos el nivel en el Cerdo agridulce, máxime porque en esa misma piscina había otra señal:


Qué agobio, madre. Se va uno de vacaciones, baja a la piscina y le fríen a prohibiciones e indicaciones de cómo comportarse. Qué horror y qué maldición. Bueno, pues iba a pensar en algo que escribir, y vaya tema, dirán ustedes, pues sí, vaya tema, pero con menores mimbres hemos hecho cestos fabulosos en esta casa, ya se nos ocurrirá algo. El caso es que estábamos pensándolo -yo, al menos, que Rebeca no se sabe por dónde anda o qué piensa- cuando de repente en uno de esos blogs estupendásticos que visitamos con toda la frecuencia que podemos, El callejón de los gatos (no sé qué hacen aquí en vez de allí, la verdad), nos enteramos de que Anitab y Luisru han vuelto de vacaciones de Viena y Praga y han hecho unas cuantas fotos, entre las cuales destacamos la siguiente del edificio de correos checo:

Pulsa para aumentar el tamaño, que merece la pena, de verdad.

Eso sí que son prohibiciones y no las chorras que habíamos visto nosotros. Prohibidos los móviles. Prohibidas las pistolas. Prohibidas las cámaras. Prohibido hablar raro (¿algún traductor de checo en la sala?). Prohibidos los helados (o tal vez Prohibido Havok, con la señalética nunca se sabe). Prohibidos los perros. Vigile a la gente. Cuidado con los hombres en gabardina (o tal vez: Zona reservada para los agentes dobles). Prohibidas las bicicletas. Vamos, un poco de todo, para asegurarse de que los ciudadanos están adecuadamente acojonados con la arbitrariedad de las normas, algunas de ellas muy razonables -la de las pistolas- y otras claramente por tocar los huevos -la de los helados-.

Así que una vez que habíamos encontrado estas estupendas señales escribir sobre las nuestras nos parecía absurdo, además de poco original: el artículo a la porra, como el de la Vane. Pero Luisru tuvo la cortesía de mandarnos esta otra señal en vez de aprovecharla él mismo:


En efecto, No mee de pie. Cómo son estos checos, de verdad, de verdad, de verdad.
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