Miranda Cantalapiedra, la protagonista de esa novela excepcional que inexplicablemente no estuvo nunca en la lista de bestsellers del New York Times, Me llaman Fuco Lois, es una mujer con un sentdo del humor ácido, afilado, que gusta del sarcasmo. Se defiende del mundo que le ha tocado vivir usando un ingenio cortante que nace en parte de la amargura. Es cínica aparentemente.
Siempre pensé que me había inventado ese personaje cogiendo de aquí y allá rasgos de gente que conozco, pero un tiempo después descubrí que no; sólo había modificado un personaje previo, quitándole cuarenta años. Descubrí que, esencialmente, Miranda Cantalapiedra era Dorothy Zbornak.
El personaje interpretado por Beatrice Arthur en Las chicas de oro era esencialmente una Miranda envejecida (Miranda era una Dorothy rejuvenecida, más bien): una mujer de buen fondo a la que la vida había maltratado y que se defendía con un humor ácido, vitriólico, sarcástica como nadie; que tenía siempre la lengua a punto de ser amartillada. Siempre fue la Chica de oro que más me gustó. Me fascinaban sus raptos de mal humor y la manera en que maltrataba verbalmente a todas, a Blanche, a Rose, a su propia madre; el rostro colérico después de soltar un hachazo, manteniendo el gesto de mal humor magistralmente. De Billy Wilder decían que tenía cuchillas de afeitar en el cerebro, y desde luego Dorothy Zbornak las tenía, en el cerebro y en la lengua (usé esta misma metáfora para definir a Miranda, de hecho). Y me gustaba que a pesar de su mal humor y de que le encantara zarandear a las demás, Dorothy Zbornak fuera un pedazo de pan, una mujer ingenua en el fondo, capaz de ilusionarse una y otra vez, que aún seguía amando a su ex marido Stan, a pesar de todo y me encantaba su voz ronca (creo que uno de los grandes placeres que he obtenido de trabajar en publicidad es que he podido conocer con su dobladora, la gran Amparo Soto).
Y ahora, ya saben, Beatrice Arthur ha muerto. Nos hizo reír durante mucho tiempo y aún lo hace, al repasar alguno de los miles de cientos de millones de vídeos que están en YouTube. Miranda se queda huérfana y yo también. Descanse en paz.
Y gracias por todo.
Siempre pensé que me había inventado ese personaje cogiendo de aquí y allá rasgos de gente que conozco, pero un tiempo después descubrí que no; sólo había modificado un personaje previo, quitándole cuarenta años. Descubrí que, esencialmente, Miranda Cantalapiedra era Dorothy Zbornak.
El personaje interpretado por Beatrice Arthur en Las chicas de oro era esencialmente una Miranda envejecida (Miranda era una Dorothy rejuvenecida, más bien): una mujer de buen fondo a la que la vida había maltratado y que se defendía con un humor ácido, vitriólico, sarcástica como nadie; que tenía siempre la lengua a punto de ser amartillada. Siempre fue la Chica de oro que más me gustó. Me fascinaban sus raptos de mal humor y la manera en que maltrataba verbalmente a todas, a Blanche, a Rose, a su propia madre; el rostro colérico después de soltar un hachazo, manteniendo el gesto de mal humor magistralmente. De Billy Wilder decían que tenía cuchillas de afeitar en el cerebro, y desde luego Dorothy Zbornak las tenía, en el cerebro y en la lengua (usé esta misma metáfora para definir a Miranda, de hecho). Y me gustaba que a pesar de su mal humor y de que le encantara zarandear a las demás, Dorothy Zbornak fuera un pedazo de pan, una mujer ingenua en el fondo, capaz de ilusionarse una y otra vez, que aún seguía amando a su ex marido Stan, a pesar de todo y me encantaba su voz ronca (creo que uno de los grandes placeres que he obtenido de trabajar en publicidad es que he podido conocer con su dobladora, la gran Amparo Soto).
Y ahora, ya saben, Beatrice Arthur ha muerto. Nos hizo reír durante mucho tiempo y aún lo hace, al repasar alguno de los miles de cientos de millones de vídeos que están en YouTube. Miranda se queda huérfana y yo también. Descanse en paz.
Y gracias por todo.