martes, abril 28, 2009

Miranda y Dorothy

Miranda Cantalapiedra, la protagonista de esa novela excepcional que inexplicablemente no estuvo nunca en la lista de bestsellers del New York Times, Me llaman Fuco Lois, es una mujer con un sentdo del humor ácido, afilado, que gusta del sarcasmo. Se defiende del mundo que le ha tocado vivir usando un ingenio cortante que nace en parte de la amargura. Es cínica aparentemente.

Siempre pensé que me había inventado ese personaje cogiendo de aquí y allá rasgos de gente que conozco, pero un tiempo después descubrí que no; sólo había modificado un personaje previo, quitándole cuarenta años. Descubrí que, esencialmente, Miranda Cantalapiedra era Dorothy Zbornak.

El personaje interpretado por Beatrice Arthur en Las chicas de oro era esencialmente una Miranda envejecida (Miranda era una Dorothy rejuvenecida, más bien): una mujer de buen fondo a la que la vida había maltratado y que se defendía con un humor ácido, vitriólico, sarcástica como nadie; que tenía siempre la lengua a punto de ser amartillada. Siempre fue la Chica de oro que más me gustó. Me fascinaban sus raptos de mal humor y la manera en que maltrataba verbalmente a todas, a Blanche, a Rose, a su propia madre; el rostro colérico después de soltar un hachazo, manteniendo el gesto de mal humor magistralmente. De Billy Wilder decían que tenía cuchillas de afeitar en el cerebro, y desde luego Dorothy Zbornak las tenía, en el cerebro y en la lengua (usé esta misma metáfora para definir a Miranda, de hecho). Y me gustaba que a pesar de su mal humor y de que le encantara zarandear a las demás, Dorothy Zbornak fuera un pedazo de pan, una mujer ingenua en el fondo, capaz de ilusionarse una y otra vez, que aún seguía amando a su ex marido Stan, a pesar de todo y me encantaba su voz ronca (creo que uno de los grandes placeres que he obtenido de trabajar en publicidad es que he podido conocer con su dobladora, la gran Amparo Soto).



Y ahora, ya saben, Beatrice Arthur ha muerto. Nos hizo reír durante mucho tiempo y aún lo hace, al repasar alguno de los miles de cientos de millones de vídeos que están en YouTube. Miranda se queda huérfana y yo también. Descanse en paz.

Y gracias por todo.

sábado, abril 25, 2009

Control de Alcoholemia



Grande. Grande. Grande.

viernes, abril 24, 2009

Que te meto con el mechero

Una de las cosas que más me han impactado en los últimos tiempos. ¿Qué se puede escribir en la superficie de un mechero?


Unas instrucciones para usarlo, por supuesto.

Uno pensaría que todo el mundo sabe cómo usar un mechero, ¿no? Pues no, listos. Los niños no. Alguien tendrá que enseñarles, ¿no? ¿Es que nadie va a pensar en los niños? Los que han hecho el mechero, evidentemente, sí. Brindemos por ello.

miércoles, abril 22, 2009

Guerra de chinos

Junto a mi agencia hay un badulaque chino en el que en los momentos de desesperación compramos sándwiches caducados, tabletas de chocolate o reponemos nuestras provisiones de litronas si las barbacoas de la terraza se alargan más de lo que habíamos previsto. El dueño tiene unas uñas amarillas y largas que impiden que pidamos cosas que hayan podido ser tocadas directamente por él.

Bien, el caso es que un poquito más arriba, en la misma calle, están a punto de abrir otro chino, pero no un chino chusco de tres metros cuadrados, que ya sería una faena para el de las uñas, sino un chino enorme lleno de estanterías y productos. Tan enorme que ya se le conoce en la agencia como EL SUPERCHINO. Así en mayúsculas. Vamos, una putada para el chino pequeño.

La verdad es que es impresionante, incluso desde fuera, filas y filas bien ordenadas de productos, mucha luz, mucho espacio, es que dan unas ganas locas de meterse allí a gastar porque te da la impresión de que igual los yogures ni están caducados ni a punto de caducar. Es más, es el único chino que conozco que no sólo tiene cámaras de seguridad, sino que se ven en una pantalla plana:



¡Pantalla plana para ver quién manga! ¡No es chino, es más bien de Hong Kong! Es tan atómico que en vez de un cartel de Ofertas tienen un luminoso de Ofertas en el que las lucecitas se mueven:


Acojona, ¿eh? Pues a quien más acojona es al chino de las uñas, que ve que su próspero negocio se va a la mierda. Pero no hay nada que arredre a un empresario de estos, así que ha decidido contraatacar, y ha puesto en el escaparate de su badulaque esto:


No me digais que no es tierno. Ante nuestros ojos se desarrolla de nuevo la lucha desigual entre David y Goliat, entre el pobre pastor que hace con sus propias manos el queso (de ahí las uñas amarillas, todo tiene explicación) y el malvado y gigantesco filisteo. Yo ya he elegido bando. No entro en el SUPERCHINO ni aunque regalen gatos de esos dorados que mueven la pata.

martes, abril 21, 2009

Los hombres que no amaban a las mujeres, de Stieg Larsson

La gente es rara, la gente es incomprensible. Cuando una masa de gente hace cosas raras deja de ser raro para convertirse en una bola de nieve brutal, y de pronto toda la gente hace eso incomprensible con total naturalidad. Por ejemplo, compra Los hombres que no amaban a las mujeres, de Stieg Larsson, lo leen, les gusta, lo recomiendan.

A mí me parece incomprensible. Vi el libro, me gustó el título, me gustó la portada. Esta:


Vi que tenía segunda parte llamada La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina. Me gustó la portada también (las dos son obra de Gino Rubert). La historia tenía buena pinta: un periodista económico especializado en destapar tramas de corrupción es condenado por difamación, y recibe el encargo de investigar la muerte de una joven hace cuarenta años. Éxito en toda Europa. 7 millones de ejemplares vendidos. Me apetecía leerlo.

Cayó en Reyes, me puse a leerlo. Y para mi sorpresa descubrí que lo único que me gustaba de la novela ya lo había visto: la portada y el título. El resto no hace sino impacientarme: el estilo básico a lo Ken Follet, el manoseo de cada situación hasta que todo queda bien masticado y se puede tragar, la lentísima trama que se va desenrollando con una parsimonia injustificada (porque es sólo dejar pasar tiempo y páginas, no porque se aprovechen para crear ambientes, situaciones, la arquitectura de la historia), los personajes esquemáticamente dibujados (sólo la chica me despierta algún interés), lo elemental del misterio que se trata.

No sé qué tiene este libro para que a todo el mundo le encante. Incluso gente de cuyo criterio me fío casi a ciegas, como Hans (soy incapaz de encontrar el enlace concreto, pero vamos, fiaos de mí, o que lo diga él mismo si se pasa por aquí) o Lorenzo Silva. Pero yo lo leo y me parece un peñazo insoportable (dicho en términos técnicos).

Me encantaría saber cuál es el truco, porque no creo que sea fruto de una campaña de marketing. Hay algo inaprensible que no comprendo que logra que este hombre tenga un éxito descomunal, después de muerto, como el Cid. Tal vez precisamente eso, que está muerto y como personaje funciona: el escritor que muere tras acabar su obra y no puede disfrutar del triunfo. Pero algo más hay, sin duda. Porque, al igual que El Código Da Vinci en su momento (otro libro que odio, aunque con el de Dan Brown ni siquiera pude pasar de la página 100) ya sabes al entrar en un vagón de metro que alguien está leyendo el de Larsson.

Y es como estar oyendo continuamente un chiste con el que todo el mundo se parte y que tú no comprendes.

viernes, abril 17, 2009

Japonés desocupado

Este video que ha hecho un japonés de 25 años está barriendo como un ciclón por esos mundos virtuales, así que seguramente ya lo han visto ustedes, pero la verdad es que no importa volverlo a ver; y si no lo han visto, no se pierdan algo increíble:

miércoles, abril 15, 2009

En las mejores teles



El producto de aquello y de aquello otro.

¿Les suena? Claro, es que el año pasado ocurrió esto.
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