Justo antes de irme a Valencia a tomar chintos con mis amigotes los creativos de la calle de al lado, tuve que asistir a una entrega de premios organizada por la Fundación Complutense. Las entregas de premios siempre me han parecido un coñazo a menos que seas uno de los premiados; lo que pasa es que yo era uno de los premiados. Porque, sí, amigos, créanselo, iba a recibir el Premio de Narrativa Joven 2005 por mi [estupenda] novela Me llaman Fuco Lois (¡próximamente en su librería favorita!).
Este año el acto se celebraba en el Museo de América, que desde fuera parece talmente una iglesia. Por dentro no, claro, está mejor iluminado. A mediodía hicimos un ensayo de la entrega de premios porque el acto está bastante institucionalizado, se televisa y además es tirando a largo, así que interesa que sea bastante fluido. Al ensayo llegué cuarenta minutos tarde –gracias, señor alcalde-, pero todavía no habían empezado porque la organización estaba discutiendo aún los últimos detalles. Así que allí estamos los premiados (que éramos muchos porque hay muchas categorías), haciendo tiempo. Los artistas plásticos por un lado, hablando de sus becas y sus proyectos artísticos (todos ellos así como medio bohemios, igual que te imaginas a los artistas), el resto en otro grupito que comentaba de dónde era cada uno y el premiado en Comunicación, solo, seis filas más atrás, leyendo un libro y sin relacionarse con nadie (así son las paradojas que construye la realidad).
Al rato comenzamos el ensayo, nos dicen dónde tenemos que sentarnos y cómo va a desarrollarse la ceremonia; sale el presidente de cada jurado, dice unas palabras y luego pide al premiado que salga; entonces el premiado sale, saluda a la mesa presidencial, saluda al presidente del jurado y dice unas palabras de agradecimiento; luego vuelve a su sitio. Como hay siete premios, repetimos las instrucciones siete veces.
Acabado el ensayo, nos vamos cada uno por nuestro lado. Me compro un bocata de jamón y un donut de chocolate para calmar la ansiedad, me digo. Aunque no tengo ansiedad, pero podría tenerla. Vamos, que no estoy nervioso, pero por qué arriesgarse.
Paso el resto de la tarde pensando un discurso de medio minuto para agradecer el premio. Flirteo con la idea de hacer como Fernando Trueba (“I don’t believe in God, but I believe in Billy Wilder”) o como Adrien Brody cuando le dio el beso de tornillo a Halle Berry, pero el presidente de mi jurado es Andrés Sorel, así que descarto la última idea. Aún no estoy nervioso. Se conoce que voy ganando en aplomo con los años.
Salgo para el Museo América de nuevo. Nos han dicho que estemos allí a las seis y media para hacernos fotos y que no haya problemas de última hora; yo llego a las seis y me encuentro en la puerta a mi madre y a mi hermana; mi padre está aparcando. El acto empieza a las siete y media, pero están allí desde las cinco.
-Por si había atasco o algo, hijo.
¿De dónde habré heredado yo mi ansiedad por llegar pronto a los sitios?
-¿Estás nervioso?
-¿Yo? Qué va.
Acude a mi encuentro la amabilísima Irune Arriaga, de la Fundación Complutense, que está en todo excepto porque me llama una y otra vez Juan Carlos.
-Oye, vamos arriba, que los de Localia quieren haceros una entrevista a los premiados y sólo faltas tú.
Subimos a encontrarnos con el Cuarto Poder.
(continuará)
Este año el acto se celebraba en el Museo de América, que desde fuera parece talmente una iglesia. Por dentro no, claro, está mejor iluminado. A mediodía hicimos un ensayo de la entrega de premios porque el acto está bastante institucionalizado, se televisa y además es tirando a largo, así que interesa que sea bastante fluido. Al ensayo llegué cuarenta minutos tarde –gracias, señor alcalde-, pero todavía no habían empezado porque la organización estaba discutiendo aún los últimos detalles. Así que allí estamos los premiados (que éramos muchos porque hay muchas categorías), haciendo tiempo. Los artistas plásticos por un lado, hablando de sus becas y sus proyectos artísticos (todos ellos así como medio bohemios, igual que te imaginas a los artistas), el resto en otro grupito que comentaba de dónde era cada uno y el premiado en Comunicación, solo, seis filas más atrás, leyendo un libro y sin relacionarse con nadie (así son las paradojas que construye la realidad).
Al rato comenzamos el ensayo, nos dicen dónde tenemos que sentarnos y cómo va a desarrollarse la ceremonia; sale el presidente de cada jurado, dice unas palabras y luego pide al premiado que salga; entonces el premiado sale, saluda a la mesa presidencial, saluda al presidente del jurado y dice unas palabras de agradecimiento; luego vuelve a su sitio. Como hay siete premios, repetimos las instrucciones siete veces.
Acabado el ensayo, nos vamos cada uno por nuestro lado. Me compro un bocata de jamón y un donut de chocolate para calmar la ansiedad, me digo. Aunque no tengo ansiedad, pero podría tenerla. Vamos, que no estoy nervioso, pero por qué arriesgarse.
Paso el resto de la tarde pensando un discurso de medio minuto para agradecer el premio. Flirteo con la idea de hacer como Fernando Trueba (“I don’t believe in God, but I believe in Billy Wilder”) o como Adrien Brody cuando le dio el beso de tornillo a Halle Berry, pero el presidente de mi jurado es Andrés Sorel, así que descarto la última idea. Aún no estoy nervioso. Se conoce que voy ganando en aplomo con los años.
Salgo para el Museo América de nuevo. Nos han dicho que estemos allí a las seis y media para hacernos fotos y que no haya problemas de última hora; yo llego a las seis y me encuentro en la puerta a mi madre y a mi hermana; mi padre está aparcando. El acto empieza a las siete y media, pero están allí desde las cinco.
-Por si había atasco o algo, hijo.
¿De dónde habré heredado yo mi ansiedad por llegar pronto a los sitios?
-¿Estás nervioso?
-¿Yo? Qué va.
Acude a mi encuentro la amabilísima Irune Arriaga, de la Fundación Complutense, que está en todo excepto porque me llama una y otra vez Juan Carlos.
-Oye, vamos arriba, que los de Localia quieren haceros una entrevista a los premiados y sólo faltas tú.
Subimos a encontrarnos con el Cuarto Poder.
(continuará)
13 comentarios:
Escucha, perro:
(o, para no hacer una sinestesia, escribiré: lee)
Lee, perro:
¡estás consiguiendo engancharme a tu blog!
Tú no eres el último blogero, c'est moi.
Pero yo sí estaba libre de blogs. Hasta hoy.
O mejor, ¡hasta mañana!
Un abrazote.
C.
¡Otro cliente satisfecho!
Gracias por pasar.
Oye Txiqui, no te veo en la foto de familia del premio, dónde estás?
y cuándo continúa la historia? No puedo más con la impaciencia...
Estoy detrás del fotógrafo, charlando con Rosa Regàs. Se conoce que el hombre tenía prisa y no esperó a que estuviéramos todos. Luego hizo más fotos, ya conmigo escondido detrás de alguno de los sujetos altos, pero no he localizado las fotos.
En próximas entregas habrá reportaje gráfico, quizá.
La historia seguirá mañana. Que he aprendido mucho de Dan Brown: "Mientras tanto, en Londres..."
Enhorabuena por el premio, monstruo. Desconocía completamente que también (y no digo "también" porque yo lo haga, digo "también" por el resto de cosas que haces) escribes. A ver si es verdad que se publica la novela y la publicitas sin pudor... y cuando digo sin pudor me refiero a un anuncio así estilo el último de Levi's que nos enseñaste. =)
Y cuando se publique, Grendel y moi querremos un ejemplar firmado para cada uno (previo pago, conste).
Tenías que haber tenido un momento Almodóvar: "And in the Cristo de Medinaceli, and the virgin of the Macarena".
Por cierto, no vuelvas a intentar colarnos una excusa ridícula para justificar tu apetito donutero, los pecadores nos entendemos entre nosotros. Argh, ¡maldita dieta!
Gracias.
Así soy yo, un hombre del Renacimiento.
La novela saldrá en breve (breve=un mes o así), pero no sé si voy a tener los millones que se necesitan para hacer campaña de publicidad. Quizá un pequeño viral...
De verdad que era la ansiedad.
¡Si a mí no me gustan los donuts...! :-P
Dos libros pre-vendidos. Tiembla, Pérez Reverte.
Javi, ¿sabes cuando están contando un chiste y alguien cuenta el final y la gente se ríe pero el que estaba contando el chiste piensa: ¿y este hijoputa??
No, por nada.
Eh, los demás, no veáis el vídeo. ¡Os lo prohíbo! ¡Os lo prohíbo! ¡Quietos!
Y oye, ¿cómo eres tan enfermo de buscarlo?
Nah, es igual. Seguro que nadie lo ve, porque se fían de mí.
Hola Jose, yo tampoco te veia en la foto y pensaba: "A ver si este es tan buene scritor que se ha marcado este pequeño cuento y vamos nosotros y nos lo creemos; menos mal que tienes la excusa y a Javi como testigo de que estuviste alli premiado. Y bueno, te felicito, pero no por el prremio, que ya sabes como son esas cosas, sino porque me alegro que estes satisfecho con la novela (asi la calificas de estupenda), que creo que es el mayor exito que uno puede conseguir (la satisfaccion personal), ya que eres el que mejor puedes apreciar tu trabajo.
Enhorabuena de nuevo, moztruo!
Bueno, Javi no estuvo (el aforo era limitadísimo), pero el chico es inquieto y se ha puesto a indagar en la Red. Me pregunto si Nero Wolfe necesitaría ahora a Archie Goodwin o le bastaría el Google y un buen ADSL.
Esperemos que no se te haya pegado nada de la Rosa Regás.
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