domingo, abril 23, 2006

Una lectura a medias


Estoy leyéndome desde hace algunos días No acosen al asesino, de José María Guelbenzu. Es una novela policíaca que no quiere ser policíaca, no sé si porque al autor le parece un género menor. Comienza de una manera muy inteligente, invirtiendo los términos básicos del género. Si en la novela policíaca clásica el enigma que debe descubrir el lector -de la mano del detective- es la identidad del asesino, en esta novela conocemos el nombre del asesino desde el principio. Guelbenzu apuesta por crear una novela de intriga negando el misterio principal; su responsabilidad es que el resto de los misterios que justifican una novela policíaca -cómo lo hizo, el móvil, cómo averigua el detective lo que ha ocurrido- sean suficientemente interesantes para justificar la lectura. Desprendiéndose del problema principal, Guelbenzu puede concentrarse en todo lo que le rodea, en el retrato de los personajes, en su evolución, en el "duelo entre dos inteligencias", como dice la contraportada del libro.

El problema es justamente la frase promocional del libro: "Sabemos quién es el asesino, pero queda todo por descubrir". Llevo 300 páginas y, en efecto, queda todo por descubrir. No hemos avanzado ni un metro desde la primera página, en la que Carlos Sastre degüella al Juez Medina. Ni el lector ni el detective -la Juez Mariana de Arco- se ha enterado de nada más. Llevados por Guelbenzu, hemos dado vacilantes rodeos a una comunidad de vecinos de la costa cantábrica, se nos ha insinuado que el motivo es la venganza -pero no se nos dice más-, hemos asistido al sistema de investigación de la Juez -esperar a que ocurra algo-. No hay retrato de pesrsonajes, no hay evolución y desde luego no hay dos inteligencias enfrentadas. Hay sólo un lento pasar del tiempo para el lector y para los veraneantes. A ver si ocurre algo. Pero no sucede nada. En algún momento ocurrirá algo y se desencadenará la acción, supongo. Lo que no sé es si estaré allí para verlo.

No es que sea una lectura desagradable, entendedme. Es más bien frustrante, porque el libro prometía mucho más de lo que da. Guelbenzu es un narrador eficaz, es hábil en algunas aspectos. Pero no resulta suficiente. Los diálogos tienen un falso tono jovial que los hace artificiosos. El problema policíaco en sí resulta irrelevante, porque no se avanza nada en ningún momento: el misterio es insoluble hasta que el autor decida que ha sido suficiente; ni hay pistas ni falsos indicios, sólo esa exasperante espera. Y el retrato de la comunidad veraneante es tan ambicioso que fracasa: la mayor parte de los personajes resultan desdibujados.

Me quedan cien páginas. Ya que he llegado hasta aquí me lo acabaré, claro, y os contaré el final. La parte buena es que no podré destriparos quién es el asesino.

Actualización: Bueno, pues ya me he acabado el libro. Como era de esperar, en las últimas cincuenta páginas la cosa se acelera. Claro, si te tiras trescientas cincuenta páginas sesteando, en las últimas cincuenta se te acumula el trabajo. La resolución del misterio era como me temía: una sucesión de casualidades que se van acumulando y guían al detective. El duelo de inteligencias ha quedado al final en un duelo de paciencias. En fin. Ha sido un libro decepcionante; la premisa de partida estaba muy bien, pero Guelbenzu la desaprovecha. Otra vez será.

1 comentarios:

Ricardito ëmore dijo...

Bueno, cuentanos al final si te ha merecido la pena y si te ha gustado, o ha terminado sin compensar el aburrimiento o lo flojo que esta siendo ahora. A ver si el todo puede compensar esta parte, que a veces ocurre.

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