jueves, noviembre 30, 2006

Para echarse unas risas

Recupero un anuncio del que estuve enganchado hace algunos meses. No sé si es un anuncio muy bueno: el producto entra con calzador, no se recuerda la marca y en general uno tiene la sensación de que la idea podría haber valido para cualquier cosa. Para un coche con buenos frenos, por ejemplo. Pero el caso es que me río cada vez que lo veo. Y la música es terriblemente pegadiza, a ver si me libro de esa otra que me ha colocado Luisru (¡Vivan los crossover! ¡Spiderman es mejor que Supermán!).

A ver si os gusta o es un problema mío:

miércoles, noviembre 29, 2006

Defensa a la italiana

Y con esto no me estoy refiriendo a Fabio Cannavaro, el defensa italiano del momento, sino a un artículo que me ha dejado patidifusa esta mañana en el periódico gratuito 20 minutos con el aterrador titular de:

"Nos tiran espaguetis boloñesa"

Si leéis la noticia, lo cual recomiendo fervientemente porque no tiene desperdicio, descubriréis que este titular hace referencia al trato que reciben los controladores del SER por parte de los vecinos del distrito de Fuencarral. Y es que esta comunidad ha decidido defenderse contra los parquímetros de Gallardón atacando a cualquiera relacionado con ellos. ¿La forma? Muy sencilla: lanzando por las ventanas de sus casas todo tipo de alimentos. Especialmente, mandarinas, naranjas, tomates y... al loro, señores, espaguetis boloñesa. Sí, habéis leído bien. Espaguetis boloñesa y no espaguetis al pesto o espaguetis carbonara. El por qué de esta extraña elección me ha planteado muchas preguntas de índole filosófico: ¿serán mejores los espaguetis boloñesa como proyectil que otros tipos de pasta con salsa como los espaguetis marinera o los gorgonzola?
¿Sus efectos son más perniciosos para el enemigo?
¿La salsa boloñesa sale peor que la pesto de los uniformes?
¿Qué tendrán de malo los macarrones con tomate y chorizo de toda la vida?

Me he pasado toda la mañana dándole vueltas al asunto y, sobre todo, tratando de averiguar que maquiavélico cerebro se esconde detrás de esta estrategia, digna de aparecer en cualquier manual sobre cómo hacer guerrilla urbana.

Leo en la misma noticia, además, que los empleados del SER disfrutan de un curso de formación de la empresa adjudicataria de Fuencarral que incluye "cómo enfrentarse a los usuarios agresivos, evitando en todo lo posible los conflictos". Pero ahí no dicen nada de cómo enfrentarse a unos espaguetis a la boloñesa. ¿Tendrán estos vigilantes del mal aparcamiento que armarse, a partir de ahora, con una cuchara y un buen plato de parmesano? ¿Gozarán de la asistencia de un servicio on-line gratuito de nutricionistas para compensar tanto carbohidrato? ¿Pagas extras de Kalia "el poder es rosa" para sacar las manchas de tomate sin tener que frotar?

Tampoco lo sé, chicos.

Sólo sé que, una vez más, se cumple el dicho este tantas veces repetido de que "Spain is different". Y tanto.

martes, noviembre 28, 2006

Nostalgia: Pasodoble industrial

Zascandileando por las tripas de mi ordenador encontré un mp3 que hacía mucho tiempo que no oía, una canción llamada Pasodoble industrial (no tengáis miedo). La canción la encontraron hace eones Eduardo Lozano y Goyo Méndez, viejos compañeros y amigos que eran especialistas en rastrear friqueces varias. Fueron ellos, por ejemplo, los que encontraron a Tojeiro, lo difundieron por toda la profesión y montaron una página web dedicada a él, junto a otro buscador de frikadas, Allan Batievsky.

No sé quién es el autor, ni quién la canta, ni por qué, ni si está editado, ni si es una broma o es en serio, pero he vuelto a escuchar la canción y he vuelto a troncharme con ella, y he recordado los tiempos en que me las ponía dos o tres veces al día -yo siempre he sido muy obsesivo, ya lo he contado otras veces-. Así que aquí está, con todos ustedes, el Pasodoble industrial. Escúchenlo con cariño, que es parte de mi juventud, la que va desapareciendo día a día (y tengan la paciencia de no dejarse llevar por los prejuicios al empezar a oírla):

lunes, noviembre 27, 2006

Queremos tanto a Cortázar

Si algo quedó claro en los comentarios del otro día es que la admiración por Cortázar es poco menos que unánime. Mientras hablábamos de él me acordé de que había visto hacía poco en un blog una entrevista que le hicieron en Televisión Española hace cerca de treinta años. Busqué el blog de nuevo, infructuosamente, pero a cambio encontré el vídeo y os lo pongo aquí por si queréis echarle un vistazo. Año 1977, cuando TVE se podía permitir el lujo de dedicarle dos horas y pico a entrevistar a un autor. Ahora para que Cortázar saliera dos horas en televisión tendría que aprender a bailar y someterse al escrutinio de un jurado. Cómo ha cambiado el cuento, ¿eh?

Aún no he visto el vídeo entero (ya digo, no exagero: dos horas), así que voy a destacar dos cosas superficiales (dos tonterías). La primera es lo tremendamente incómodo que se le ve a Cortázar, mirando a todas partes y a ninguna, sonriendo nerviosamente, poco acostumbrado a la televisión, sin parar de moverse y enfrentándose al entrevistador como un condenado a muerte se enfrenta a su verdugo. También en eso ha cambiado mucho el mundo y los pocos escritores que salen en la tele han perfeccionado su técnica, dominan el medio y saben que tienen que ofrecer espectáculo. No me refiero a que el mineralismo vaya a llegar, eso es otra cosa, sino a esa especie de exhibicionismo que parece necesario para salir en la tele fuera del programa de Sánchez Dragó. Vamos, que si hay que bailar con Carmen Martínez Bordiu, se baila. Cortázar, que seguramente no bailaba a juzgar por la longitud de sus piernas, se va sintiendo poco a poco más a gusto durante la entrevista.

Y la segunda: el otro día hablábamos de coincidencias entre Millás y Cortázar y me ha hecho gracia que Cortázar patinara en las erres igual que Millás. Sería un buen planteamiento para un cuento de cualquiera de los dos: un defecto en el habla provoca que un tipo sea escritor de relatos fantásticos.

Ahí va el vídeo. Bon appetit:



Y si dos horas os parece mucho, un extracto de diez minutos en el que habla sobre el realismo y lo fantástico, que aunque no es estrictamente lo mismo de lo que hablábamos el otro día, está más o menos relacionado; además habla de la gestación de Casa tomada:

jueves, noviembre 23, 2006

Aprenda más de Publicidad con El sabor del cerdo agridulce

Unos minutos de Publicidad, no abandonen nuestra sintonía, por favor.

Una de las cosas que se aprende enseguida en la profesión (tan básica que incluso se aprende en la Universidad) es la importancia del público objetivo (PO) o target. Curioso que al final se use más la expresión española que la inglesa en una profesión que ha convertido en señas de identidad palabras como briefing, timing, copy, producer o layout. Pero a lo que iba, que me desvío: el público objetivo es aquel público al que se dirige el anuncio, el que debe ser alcanzado. Por ejemplo: amas de casa de clase media entre 35 y 50 años. Cuanto más preciso el público objetivo, más homogéneo resulta, y por tanto el mensaje -el anuncio- podrá ser diseñado de manera que comunique datos más relevantes para aquellos a los que se dirige, o que lo haga de una manera más atractiva para ellos -específicamente para ellos-. No es lo mismo hablar a un grupo de cien personas que a tu tía Enriqueta, a la que conoces como la palma de tu mano y de la que sabes que si mencionas a su difunto esposo se deshace en atenciones sobre ti. Por eso lo primero para crear una campaña (o lo segundo) es conocer cuál es su público objetivo, a quién vamos a dirigirnos.

Ah, la teoría, qué bonita es.

En fin. El caso es que el Ayuntamiento de Madrid lleva un tiempo con una campaña que es un ejemplo extraordinario de concreción de público objetivo:

Excepcional y valentísima campaña que coge por los cuernos un grave problema social. No se han ahorrado esfuerzo ni dinero para dirigirse a unos pocos madrileños, un pequeño colectivo que es el público objetivo del anuncio de esta marquesina: los psicópatas.

Saca el ciudadano que llevas dentro, dice el texto, mientras una flecha señala una diminuta bolsa de basura. No a la chica que la lleva, no: a la bolsa. O sea que el ciudadano está dentro de la bolsa. Una parte al menos. Descuartizado. Mientras ella sonríe como la asesina sin piedad que es. Con sus cejas de mala malísima. Basta de ocultar la verdad, viene a decir el anuncio, sabemos que llevas el cadáver de una persona ahí dentro, de un ciudadano. Qué habrá hecho con los restantes trozos, por cierto. Los habrá echado al contenedor de orgánicos, si es una asesina ecologista. O al de envases si es una sociópata que quiere joder a la sociedad. O al contenedor de vidrio, si quería molestar con los ruidos a los vecinos.

Vale, igual sólo hay diez psicópatas en Madrid que se puedan sentir identificados con este anuncio, pero me es igual: yo lo aplaudo. Y pregunto (no conozco a los asesinos en serie tanto como me gustaría): ¿los psicópatas suelen llevar perros de cartón piedra con ellos?

martes, noviembre 21, 2006

Jódete, Millás

Una de las cosas que más les gusta a los escritores –lo pongo en modesta tercera persona, pero a mí también me gusta- es hablar de la confusión entre realidad y ficción, y, abundando más, en lo difícil que es diferenciar entre lo que vivimos y lo que creamos (aquí hemos pasado ya a la primera persona, qué poco dura la humildad). ¿Qué es más real: la realidad o la ficción? ¿Y cómo estamos seguros de cuál es cada cuál? O dicho en chino:
Chuang Tzu soñó que era una mariposa que revoloteaba por el aire, y al despertar se preguntó si él era Chuang Tzu que había soñado que era una mariposa o ahora era una mariposa que soñaba ser Chuang Tzu
Y ahora cambiemos aparentemente de tema para sorprenderos astutamente al final. ¿Os acordáis de O.J. Simpson? En efecto, el ex jugador de fútbol americano que luego hizo papeles en películas como Agárralo como puedas, junto al gran Leslie Nielsen. A O.J. Simpson le acusaron de haber asesinado a su mujer y a su amante (el de su mujer). Hubo un macrojuicio, los policías venga a presentar pruebas incriminatorias y al final declararon inocente a Simpson en parte porque la mitad de las pruebas eran inventadas, en parte por irregularidades y en parte porque era O.J. Simpson. Luego le condenaron en un juicio civil a pagar una indemnización millonaria, pero eso es otra historia.

Ayer me enteré en La decadencia del ingenio de que O.J Simpson iba a sacar un libro en el que explicaba cómo se habría cargado a su mujer y su amante si hubiera sido culpable. Realidad con ficción que es realidad. Un hombre que se ha cepillado a dos personas (usted y yo lo sabemos) finge que no lo ha hecho y escribe un libro sobre cómo lo ha hecho fingiendo que es ficción, pero sabiendo que todo el mundo sabe que sí lo ha hecho y por tanto la gente lo leerá como realidad, no como ficción. Con todo el morro. A menos que rice el rizo y habiéndolo hecho en realidad de la forma A en el libro se haya inventado una forma B, de manera que la ficción que nos parece realidad en realidad sea ficción.

Está jugando con nosotros de la manera en que podrían hacerlo Javier Marías o Juan José Millás; pero no lo han hecho ellos, chincha rabiña, qué más quisierais, os jodéis por no haberlo pensado antes, sino Simpson, que se ha mantenido en una ambigüedad calculadísima para que no sepamos si O.J. Simpson, o sea, él mismo, es mariposa o Chuang Tzu. O si es un cabronazo que no tiene absolutamente ningún escrúpulo, claro.

Hoy ha intervenido el magnate Rupert Murdoch para decir que no va a publicar ese libro, osea que la idea queda libre para quien quiera usarla: sólo hay que cargarse a dos tipos, negar la evidencia y luego escribir la evidencia negando que lo sea. Es un plan que tiene riesgos, pero así es el Arte.

lunes, noviembre 20, 2006

Mystic River

Hay un viejo chiste que parece hecho a propósito para lo que voy a contar, y resulta que yo tengo debilidad por los viejos chistes. Dos cabras están en el campo. Una de ellas está comiendo los restos de una vieja película, fotograma a fotograma. La otra cabra se le acerca y le pregunta:

-¿Está buena?

Y la primera contesta:

-Me gustó más el libro.

Una pausa para que os recuperéis de las risas. Ya. Seguimos.

Vimos hace tiempo Mystic River, la película de Clint Eastwood protagonizada por Sean Penn, Tim Robbins y Kevin Bacon, y nos gustó mucho. En resumen, es la historia de tres amigos de la infancia unidos por un crimen. De niños, el personaje interpretado por Tim Robbins es secuestrado y sometido a abusos. Treinta años después, la hija adolescente de Sean Penn es encontrada muerta y el caso es investigado por Kevin Bacon. El principal sospechoso es precisamente Tim Robbins; mientras Bacon trata de seguir la investigación de una manera ortodoxa, Sean Penn, que es un ex convicto con contactos en el hampa, realiza su propia investigación para administrar su propia justicia.

El punto fuerte de la película es el preciso retrato de los personajes, cómo se detallan las complejas personalidades de los protagonistas y sus relaciones entre ellos. El personaje de Bacon es más convencional, pero Sean Penn y Tim Robbins dan vida a dos personajes contradictorios, uno duro y turbio que lucha por ser honesto y el otro frágil y oscuro, con un grave desorden psicológico tras el trauma sufrido en su niñez (ambos ganaron un Óscar por su interpretación). Cine negro puro y duro. El caso es que viendo la película pensé que la novela debía desarrollar este aspecto en todas sus posibilidades.

Así que me hice con la novela, obra de Dennis Lehane, del que no había oído más que flores. Desde el clásico “heredero de Chandler y Hammett”, que parece obligatorio, a una larga lista de piropos en el que le nombran el mejor escritor de novela negra del país (alguno de ellos proveniente de Elmore Leonard o Michael Connelly, pesos pesados del género).

En pocas palabras: después de ver la película, la novela es decepcionante. Todo lo bueno que hay en la película está ahí, en la novela: los personajes, sus relaciones, sus personalidades, la trama, etcétera. Pero en lugar de profundizar la novela parece dispersarse, las motivaciones son más caprichosas, los diálogos más forzados, todo desprende un aire a fósil, a antiguo, a irreal. A impostado.

Empieza bien, pero se va degradando, y el final es imposible de tragar. Leyendo la novela uno admira aún más al bueno de Clint y se asombra de la capacidad de Penn y Robbins para dotar de profundidad a unos personajes que resultan francamente increíbles. Es el gran mérito de los dos actores, que hacen creíbles a sus personajes (y creo que aún más en el caso de Tim Robbins, que tenía una tarea más difícil para que su personaje fuera al mismo tiempo frágil y tenebroso, un tipo que nos produce repulsión y lástima al mismo tiempo). No sé si darle una oportunidad más a Lehane. Después de todo, la esencia de la película le pertenece. Me pregunto si en otras obras tendrá la pericia suficiente para no desaprovechar el material del que dispone.

Pero que si hay que elegir, yo lo tengo claro: inmensamente superior la película. Que el libro se lo coma otra cabra.

jueves, noviembre 16, 2006

La realidad sesgada

Hoy en día es prácticamente imposible abrir un periódico si antes no se han tomado ciertas medidas preventivas. Medidas preventivas como el pensamiento racional, la objetividad, el análisis, etcétera, etcétera. Y es que es francamente difícil encontrar en la prensa española una noticia en la que los periodistas hayan hecho un análisis real y exhaustivo de la realidad para poder exponer los hechos (sean los que sean) en su totalidad. La mayoría de las veces se coge un poco de información de aquí y un poco de allá, se rellena con algunos datos mal sacados de internet y ¡hale hop! un artículo. ¿Y qué decir de las encuestas que salen en los telediarios? Cojo a tres que pasan por aquí (que, casualmente, a media mañana son tres jubilados y un señor de Murcia) y digo que representan a la opinión pública española.

Diréis que soy demasiado escéptica.

Ah, amigos, es que estudié publicidad, cinco aburridos años de carrera en los cuales aprendí todo lo que hay que saber sobre técnicas de investigación de mercado, encuestas y demás… y la verdad es que todo me sigue pareciendo una farsa (sobre todo, porque durante años sobreviví a base de participar en esas farsas mal llamadas estudios de mercado. Unos días era consumidora de pilas alcalinas, otros era fumadora empedernida de ducados -arggg- y otros, simplemente, era una mentirosa de tomo y lomo). Y a diario no sólo veo las encuestas que realizan los diferentes medios de comunicación para justificar sus posturas o provocar el caos y el pánico en la población. También leo los artículos con titulares apocalípticos y sentenciosos. Me resulta bastante difícil abrir un periódico y leer cómodamente cualquier artículo. Enseguida comienzo a pensar si el periodista habrá consultado todas las fuentes que tiene que consultar, habrá comprobado todos los datos, habrá analizado el antes, el después y lo que estará por llegar…

Y sólo me encuentro con retazos de la realidad sesgada.

Para que os hagáis una idea voy a poner un ejemplo figurado. Imaginaos, por ejemplo, que un periodista decide hacer un artículo de cara a las Navidades sobre los libros que más se han vendido. Pero en vez de consultar con todas las grandes superficies, navegar por internet y buscar los libros de super-ventas, hablar con las editoriales y más, entra en una librería y pregunta al vendedor sobre su lista de super-ventas. Imaginaos que esa librería es la librería Navacerrada, sita en la calle Real de San Sebastián de los Reyes. Pues bien, en la librería Navacerrada de San Sebastián de los Reyes el libro más vendido por encima de La Biblia, El código Da Vinci o cualquiera de los libros de Pérez Reverte es… chan, ta, ta chán: Me llaman Fuco Lois, de José Antonio Palomares Blázquez. (Ya, ya sé lo que todos estáis pensando. Viene ahora aquí la lista de Rebeca a restregarnos por las narices que su chico vende una cantidad bárbara de libros y que si no lo hemos comprado es porque somos tontos del haba. Bueno, algo de verdad hay en ello… comprad, comprad y no necesariamente en la librería Navacerrada). En fin, como decía el periodista recoge esa información trascendental y se vuelve a su redacción a escribir un artículo con un titular que refleje la línea editorial de su periódico:

“Un joven progresista entra en la lista superventas gracias a su capacidad para los diálogos ”
El País

“Los españoles dan la espalda a Dan Brown y sus mentiras del Opus Dei"
La Razón

"Después del tenis, la Fórmula 1, el balonmano y las motos... ahora también arrasamos en otras cosas menos importantes"
Diario Marca

“Un escritor desconocido con un apellido raro le da sopas con honda a Dan Brown”
Diario Qué

Ahora extrapoladlo a cualquier noticia de ámbito nacional, regional o local y deprimíos.


miércoles, noviembre 15, 2006

Seguimos con pintadas calumniosas

Vuelven las pintadas calumniosas, amigos. Después del caso Alcalá Júdez y el caso Feas en mi barrio, os ofrecemos en rigurosa exclusiva intergaláctica (que nosotros sepamos) otras dos muestras de esgrima verbal castiza. Relacionadas ambas.

La primera, escrita en pequeñito, injurias sotto voce, por así decirlo:

(Si pulsáis sobre la imagen se verá ligeramente más grande)

Por si no se lee bien, transcribo: gabacho de mierda apestas y tu novia no tiene talento.

A destacar la unión entre un insulto tosco y brutal (gabacho de mierda apestas) y uno refinado y sofisticado (tu novia no tiene talento). Qué duro, meterse así con la novia. Ahí, a hacer daño. Con saña. Tú eres un cabrón hijoputa y tu novia me cae regular tirando a mal.

Bonita la composición en dos líneas y el uso intencionado de la minúscula. ¿Error o diseño? Diseño, porque el tío pone el punto final. Pero no pone las comas. ¿Por qué? Ah, cómo saberlo.

En cualquier caso fijémonos en que este es un mensaje muy dirigido –precisión milimétrica, como las bombas inteligentes de la CNN- que sólo entenderán el gabacho y su círculo íntimo. No es como Alcalá Júdez, que ya todos en Madrid nos hemos enterado de que es un ladrón. Igual le habría interesado más mandar un anónimo, pero bueno.

Segundo ejemplo, a pocos metros del otro, y esta vez en tamaño grande:


Vuelvo a transcribir aunque creo que esta vez no hace falta: Tono Tu novia tiene bigote y tu apestas Franchute.

Se conoce que la primera pintada no consiguió los objetivos de marketing deseados y hubo que optar por una comunicación más agresiva. A tu novia le falta talento pero le sobra bigote. Te lo digo a ti, Tono, no vaya a ser que haya otros gabachos de mierda por el barrio. Y tú (sin acento) apestas. Insisto. Que me ha quedado la duda de si lo dice en sentido metafórico o físico. A ver si lo aclara en una tercera pintada. Franchute (de mierda). Con mayúscula para que quede más claro que lo dice enfadado. O porque es la firma, cualquiera sabe.

Y vuelve a poner punto final. Que las cosas hay que acabarlas bien.

Actualización: Entre Isa y Carmona Dixit (gracias, zagalas) hemos averiguado a quién se refieren las pintadas: el artista eltono. En su web no aparece ninguna novia con bigote, pero como para fiarse de los artistas. Hay que ver, por otra parte, qué poco puestos estamos en el arte underground.

martes, noviembre 14, 2006

Un pedacito de Alemania en mitad de Madrid

Tú eres alemán y echas de menos Alemania porque estás viviendo en Madrid. O tal vez eres español pero visitaste Alemania una vez y te gustó. O tal vez no has visitado nunca Alemania pero te apetecería: te gustan los alemanes aunque sean siempre los malos de las películas porque son rubios, altos y fuertes, son ordenados y en sus autopistas no hay límites de velocidad. Y porque tienen tres Mundiales de fútbol.

Da igual por qué. El caso es que te apetecería estar en Alemania ahora mismo pero estás en Madrid. Una putada, sobre todo si no te gustan las zanjas. Pero una putada que se soluciona. Porque lo bueno de la globalización (digo yo que será por la globalización) es que en las grandes ciudades hay pequeños ecosistemas cerrados en los que puedes fingir que estás en otro lugar del mundo. Puedes, por ejemplo, ir a una cervecería alemana en pleno centro de Madrid.

Y la cervecería parece sacada de Munich (München) o de Berlín (Berlin). Hay todo tipo de cervezas alemanas, hay cientos de salchichas alemanas (Rostbratwurst, Blaue Zipfel, Weisswurst, Bregenwurst, Kohlwurst y otras palabras con un montón de consonantes que he sacado de la Wikipedia) y otros tipos de comida (o así) como el chucrut. Y Schwaine Haxe (o Schweinhaxe), que no falte. De hilo musical suenan canciones alemanas con acordeones y trompetas, o cornetas o lo que sea y en las paredes hay pósters alemanes de productos alemanes. Y, por supuesto, hay camareras en trajes regionales, camareras rubias, altas y fuertes que responden cuando dices Fräulein y cuyos ojos azules y tez blanca como…

La foto es mala, pero aún así se aprecia su inexistente acento alemán.

Qué raro, ¿no? Debe ser un fallo de Matrix. Que intenten con tanto ímpetu hacerte creer que estás en Alemania para, a tomar viento la suspensión de incredulidad, estropearlo en cuanto aparece el factor humano. Es como si, no sé, fueras a una arrocería española en París y las chicas que te atendieran vestidas de faralaes fueran japonesas. Que pensarías: ¿qué necesidad hay de humillar a estas pobres chicas haciéndoles vestir unos trajes ridículos, si como españolas no cuelan? Dejad en paz a las chicas y que vistan como quieran, si de todas maneras ya me he dado cuenta de que estoy en París, no en Valencia, gracias por joderme la ilusión, cabrones, el otro día en el cine lo mismo, una película de romanos y al fondo salía un avión, ahora le pregunto a esta japonesa en español y no tendrá ni idea, le pregunto si la paella se come con limón o no, y qué va a saber, a ella el arroz amarillo le parecerá raro, cosa de españoles locos, el arroz es blanco, por Dios, dirá la japonesa, y tiene que ir hecho pegotes, sino es imposible cogerlo con los palillos, qué manía la de los tenedores.

Para entonces las camareras pensarán que estás loco, porque llevas un rato hablando en voz alta, pero eso ya es otra historia; no olvides la medicación, por favor. Y te darán el cambio y tú pensarás al verla vestida con un traje regional alemán: ¿qué necesidad habrá de obligar a estas chicas a vestirse de alemanas, si es obvio que no son alemanas? Las pobres. Que bastante tendrán con los trajes regionales de su país.

lunes, noviembre 13, 2006

Otra de esas reseñas que no lee (casi) nadie

El nombre de los nuestros, de Lorenzo Silva, comienza así:
Todas las noches, en la oscuridad calurosa y un poco hedionda de la tienda, se oía el mismo sollozo, entrecortado y obsesivo:

-Me matan. A mí me matan aquí.
La novela trata del comienzo de la guerra de Marruecos, una de esas guerras olvidadas de las que la mayoría de los españoles conocemos poco. Silva trata de describir la guerra desde el punto de vista de los soldados españoles destinados allí. Conociendo al autor, del que ya hemos hablado aquí, esperaba una muestra más de buenrrollismo, una novela más o menos de aventuras con tiros y filosofía suave estilo “qué dura la vida del soldado”, sin ofender a nadie y con personajes simpáticos y entrañables que a lo mejor parecen duros pero tienen un corazón de oro. Y en efecto, en las dos primeras páginas ya tenemos dos de esos personajes, Pulido, un novato que es el que dice “a mí me matan aquí” y Andreu, un tipo más duro que le consuela: “Coño, Pulido, que somos muchos, por qué va a tocarte a ti”. Ya os hacéis a la idea.

En la página 3 a Pulido le degüellan mientras realiza una guardia.

En esta novela no hay buen rollo, ni tipos simpáticos ni nada que sea entrañable. Hay horror, crueldad, dureza, mucho calor, olor a muerte y una escritura seca y despiadada, casi de novela negra, que no deja resquicio a la piedad. Lorenzo Silva es durísimo en esta novela que narra las atrocidades de una guerra absurda, como todas las guerras, y se apoya en las vivencias de dos soldados para construir un relato impecable que conmueve desde el espanto.

Silva mantiene sus virtudes, que son muchas: un ritmo narrativo envidiable, oficio a espuertas, personajes que resultan creíbles, un estilo ligero que esconde cargas de profundidad y acción -no necesariamente bélica- que no cesa. De sus defectos, en cambio, no hay apenas rastro en esta novela, de manera que El nombre de los nuestros se convierte, de largo, en su mejor novela.

Años más tarde Silva ganó el Premio Primavera con una obra de temática similar, Carta blanca, que si bien empieza con similar tensión acaba diluyéndose y convirtiéndose en una historia de amor cursi. Así que nos quedamos con El nombre de los nuestros. Echadle un vistazo, que no os arrepentiréis.

jueves, noviembre 09, 2006

Et tu, Bruto?

Cayetana Altovoltaje, que por lo demás parece una chica bastante maja, nos tendió una emboscada en su blog y nos conminó a completar un meme, sin sospechar que nosotros somos ese tipo de personas que odia los mensajes en cadena, nunca firma contra la lapidación de Amina, tira los PowerPoints de gatos en posturas graciosas sin abrirlos y, en general, somos bastante desagradables. Por otra parte, como es la primera vez que nos lo piden y yo en particular soy incapaz de decir que no a una chica guapa (apuntadlo en vuestros cuadernos azules, chicas guapas), lo hemos completado. Sin que sirva de precedente, claro, dijo el señor Scrooge. Se trata de responder a una serie de preguntas con los títulos de las canciones de tu grupo de música favorito. He elegido a los Beatles porque en su momento lo fue.

¿Es hombre o mujer?
I am the walrus.

Descríbete
Como soy ciclotímico, depende del rato: Baby you are a rich man/The fool on the hill

¿Qué sienten las personas cerca de ti?
Supongo (espero) que A taste of honey.

¿Cómo te sientes?
I feel fine, gracias.

¿Cómo describiría su anterior relación sentimental?
She’s got a ticket to ride.

Describe tu actual relación con tu novio/a o pretendiente
No quisiera resultar muy moñas, pero I’m just happy to dance with you/ You really got a hold on me

¿Dónde quisieras estar ahora?
Here, there and everywhere

¿Cómo eres respecto al amor?
Here comes the sun

¿Cómo es tu vida?
Magical Mistery Tour

¿Qué pedirías si tuvieras sólo un deseo?
Happiness (is a warm gun)

Escribe una cita o frase famosa
Un fragmento de una canción prodigiosa: Now they know how many holes it takes to feel the Albert Hall (de In my life)

Ahora despídete
I’ll be back

Hala, os dejo que voy a ponerme a escuchar otra vez el A hard day's night, que hace literalmente años que no lo oigo.

martes, noviembre 07, 2006

Pasaron cosas... en concreto, me pasaron cosas a mí

En mi primera (y todavía inédita) novela, “Sabrina 1-El Mundo 0”, Sabrina, la protagonista, no terminaba de salir de Málaga para meterse en Malagón, de tan desastre que era. Un personaje caótico, desordenado y enloquecido que no sólo se metía en un lío detrás de otro sino que los provocaba con su capacidad abrumadora para desatar el Apocalipsis y sus derivados. Una metepatas de pro. Un desastre andante. Una chica alocada en un mundo surrealista creado por ella misma (en la mayoría de las ocasiones).

Todas las personas que leyeron esa novela me preguntaron si Sabrina estaba inspirada en mí. Lógicamente, yo siempre respondí que no. ¿Cómo me iba a parecer yo a Sabrina si sé para qué sirve Pato WC, soy hiper-puntual, seria y responsable y tengo el armario ordenado por colores? Ni hablar. Pero de lo que no me di cuenta es que, últimamente, la que está inspirada en Sabrina soy yo.

Me explico.

XVIII Entrega de Premios Hermanos Caba de Arroyo de la Luz.

La primera vez en mi vida que gano un premio literario (fuera del instituto). El día no había empezado muy bien. Llovía a mares y salir de Madrid nos llevó tres veces lo habitual (que suele ser tres veces más de lo que debería ser). Pero al fin llegamos a Arroyo de la Luz y sólo diez minutos de paseo nos separaban del complejo-restaurante El Palacio, donde se iba a celebrar la ceremonia. Diez minutos de paseo bajo una lluvia incansable, en los que tuve la ocasión de meter tres veces mis zapatos de tacón nuevos en varios charcos. Como mujer coqueta me había vestido especialmente para la ocasión. Llevaba semanas pensando en qué ponerme para este (mi primer gran) acontecimiento literario. En resumen: que iba hecha un primor. Cuando llegamos al restaurante y se produjo el encuentro ya no me sentía tan tranquila. Los nervios de las primeras presentaciones y sobre todo, el reconocimiento… porque, efectivamente y tal y como confirmó Txiqui, al instante se dieron cuenta de que mi pareja era el ganador del premio del año pasado. Risas, bromas, alusiones al soborno del jurado, etc. Según pasaban los segundos yo me iba poniendo más y más nerviosa. Entendedme. Durante los dos últimos años he ido a numerosas entregas de premios, pero siempre me he quedado sentada en la mesa sorbiendo mi copa de vino mientras Txiqui pasaba el mal rato subiendo al escenario. Esta vez las tornas habían cambiado y me arrepentía de haberme reído de la timidez de mi media naranja. Para paliar los retortijones de mi estómago me tomé dos copas de vino en el cocktail que se sirvió. Y me vinieron estupendamente. Al momento me sentí más segura de mí misma y comencé a entrar en calor. En el momento perfecto, porque la cena estaba a punto de comenzar. La organización nos había sentado a todos los ganadores en la misma mesa, los de poesía y los de prosa, junto a sus acompañantes. Ya nos habíamos autopresentado y estábamos a punto de sentarnos cuando ocurrió…

Lo inimaginable.

Cuando fui a desabrocharme la chaqueta en vez de enseñar mi bonito vestido de seda, le enseñé a toda la concurrencia (de la mesa, afortunadamente) mi sujetador y mis medias. Horror. Como en las películas de risa cerré la chaqueta con un movimiento brusco y me volví hacia Jose blanca como la cera.

-Se ha roto el vestido, se ha roto el vestido –le susurré histérica mientras intentaba aparentar que no pasaba nada. La, la, la, la, la.

-¿Qué dices?

-Mira, mira –y disimuladamente me abrí la chaqueta para mostrarle el desaguisado a mi novio. La cremallera, casi tan larga como el vestido, estaba completamente abierta mostrando al mundo mis virtudes (que ya no son tantas con casi treinta y tres años) y una ropa interior no demasiado sexy (la que más favorece cuando estás vestida, pero menos lo hace cuando no lo estás).

-Está rota –confirmó él intentando tirar abajo o arriba o hacia cualquier lado.

-¿Cómo que está rota?

-Que está rota, se ha abierto.

Si en esos momentos alguien me hubiera puesto un Jack Daniels en la mano me lo hubiera bebido de un trago y sin respirar. Aquello se parecía sospechosamente a mi novela, olía a Sabrina por todas partes. De hecho, en uno de los capítulos más divertidos de la novela, Sabrina se mete en un lío terrible cuando una de las lentejuelas de su top se engancha en la cremallera de sus botas de caña (estaba haciendo pis en el cuarto de baño de una fiesta con clientes). Pero seguramente, si tomaba otra copa me emborracharía y aquello no sería bueno. Ya me imaginaba subiendo al escenario e improvisando un discurso completamente borracha delante del alcalde de Arroyo de la Luz, el consejero de cultura, la viceconsejera, los concejales y todos aquellos asistentes con pinta de importantes:

-… sois todos unos tíos de puta madre… y este premio es de puta madre… y mi novio es cojonudo… y mirad qué putada lo de mi vestido.

No. Beber no era la solución. El tabaco sí.

-Necesito un cigarrillo –imploré. Y este novio mío que tengo que no sólo tiene un culo perfecto sino que es perfecto salió pitando al bar a comprar a su chica un paquete de cigarrillos Marlboro Light. Yo me quedé parada como un pasmarote en medio de la sala, mirando al infinito como si estuviera pensando en cosas terriblemente profundas y filosóficas, como si el hecho de que estuviera prácticamente desnuda debajo de mi chaqueta no fuera importante. Si el resto de mis compañeros de mesa vieron algo, fueron lo bastante educados como para no decir nada. En fin, Txiqui regresó al cabo de unos minutos sin nada.

-No hay Marlboro Light.

Maldición y triple maldición. Tenía las palmas de las manos sudorosas. ¿Y drogas? ¿Tenían drogas?

-Tienen Fortuna Light, ¿servirá?

¿Fortuna? ¡Qué apropiado! Por supuesto que serviría, aunque fuera en forma de humo. El peyote también. Y el orujo. Así que mi chico volvió a bajar al bar y subió con un paquete de cigarros Fortuna Light.

-Toma, tu tabaco. Sólo hay un problema.

-¿Qué?

-Que aquí no se puede fumar –y me señaló el cartelito con la normativa. Estupendo. Ahora tendría que salir a la calle donde la lluvia seguía haciendo de las suyas a fumarme un cigarro medio desnuda. Y allá que me fui.

-Tranquila Rebeca, tranquila –me dije durante los minutos que estuve fuera aspirando el cigarro ansiosamente-. Respira, respira.

Respiré el humo del tabaco y me volví a subir.

La cena transcurrió sin más contratiempos que una copa de vino derramada (casi encima de mi vestido), el calor agobiándome bajo mi chaqueta de pana (que me tomara otras dos copas de vino más y que sirvieran asado tampoco contribuyó mucho), el cuarteto de cámara (¿el mismo del año pasado?) tocando a un volumen considerable al que todos éramos ajenos y un par de visitas desesperadas al cuarto de baño para intentar bajar la cremallera (infructuosamente) y fumarme un cigarro.

Con los postres llegó la entrega de premios en sí misma: primero los dos premios de poesía y luego los dos premios de narración. Podéis imaginar mi situación a estas alturas. Cuando salió Manuel Luque Tapia, el escritor cordobés merecedor del primer premio, y nombraron la ristra de premios y obras que ya poseía me sentí más pequeñita aún. Como en el anuncio que hay ahora del Metro de Madrid en la tele. Y en ese momento, anunciaron mi nombre…

José Antonio Díaz, director de la Universidad Popular, leyó en voz alta mi presentación. Nunca antes tan poco había parecido algo (muchas gracias, de verdad, José Antonio). Hice de tripas corazón, me levanté, crucé la sala y recibí mi premio sin perder la sonrisa, a sabiendas de que en cualquier momento se podía desencadenar El Desastre. Por mi mente pasaron todo tipo de imágenes catastróficas: yo tropezándome y estampándome, yo con el vestido por los tobillos o peor aún, que en alguna de mis visitas al cuarto de baño me lo hubiera remetido por entre las medias y fuera enseñando las posaderas por toda la sala.

Afortunadamente para mí, nada de eso pasó. Y tampoco tuve que dar un discurso. La organización lo había controlado todo para que fuera Manuel Luque quien hablara en nombre de los dos. Gracias, gracias, gracias. Recogí el premio, posé para unas fotos y volví hacia mi sitio como si nada terrible me pasara. He aquí el testimonio audiovisual del asunto:



El resto fue bastante más tranquilo. Fotos por aquí, fotos por allá, agradecimientos, más discursos. Y, al cabo de un buen rato, la despedida. La vuelta al coche no fue mucho mejor. Seguía lloviendo sin parar y si anteriormente no nos habíamos mojado lo suficiente, esta vez lo conseguimos con toda la seguridad. Durante el trayecto de vuelta a Cáceres sentí ganas de llorar, pero acabamos riéndonos como locos. ¿Podía ser más surrealista la situación? ¿Podía ser más divertido ahora que ya había terminado?

Por supuesto que podía.

Cuando aquella noche me quité el vestido (por la cabeza, porque no pudimos desabrocharlo) descubrimos que me había pasado toda la ceremonia con un manchurrón de arriba abajo.
Conclusión: si algún día me dan El Planeta me compraré tres o cuatro conjuntos. Por si acaso.

lunes, noviembre 06, 2006

Más pintadas

No ha habido novedades en el caso Alcalá Júdez, excepto que ahora si le preguntas al Oráculo te remite como primera opción a esta santa casa. Lo cual quiere decir que una vez más nos hemos convertido en la Autoridad Mundial sobre un asunto del que no tenemos ni idea. El día en que seremos contratados como tertulianos por una radio está mas cercano.

A resultas de aquel artículo nos han enviado una pintada que también descalifica, pero sin dar nombres propios que eso está muy feo:



Parece un chiste de los Morancos, pero me ha hecho gracia, o sea que no debe ser un chiste de los Morancos. Me ha encantado la descalificación gratuita en plan desahogo (no puedo más, no puedo más) y el uso de la negrita en el grafitti. El tipo no tiene una letra bonita, pero aprovecha bien sus recursos. Muy fino el doble subrayado.

P.D. Para los que se lo estén preguntando, SÍ pasaron cosas en la entrega de premios. Próximamente en El sabor del cerdo agridulce, a la misma Bat-hora en el mismo Bat-canal.

Actualización: Luisru nos avisa de que esto ya salió en Cogiendo caracoles (en mayo; aquí siempre estamos a la última). Pero ellos no decían nada de los Morancos, o sea que no es lo mismo.

viernes, noviembre 03, 2006

El primer paso hacia el Premio Planeta

El sábado estaremos en Cáceres, que es una de las ciudades más bonitas de España, porque a Rebeca le dan por la tarde el segundo premio Hermanos Caba de relato en un pueblecito llamado Arroyo de la Luz. Resulta que Rebeca escribió un cuento muy divertido llamado La heladería del señor Matorelli –es el único cuento que ha escrito- y le han dado un premio. Uno de uno. No está mal.

Yo le digo que escriba más cuentos, pero ella prefiere centrarse en las novelas porque con los cuentos no se gana el Premio Planeta –es una chica astuta-. Además de hacer unas croquetas de rechupete, Rebeca ha escrito dos novelas divertidísimas. Tan divertidas que están entre las diez novelas más divertidas que yo haya leído jamás. Que diréis que lo digo porque estoy comprado por sus croquetas, pero no. Que son muy divertidas, de verdad. Las novelas están sin publicar (si eres un editor y acabas de leer esta línea tienes una oportunidad única de forrarte), pero tenemos fundadas esperanzas de que nos ofrezcan el Planeta dentro de poco, porque ya hemos comprado los jamones pata negra (nota: eliminar esta frase antes de publicar para no molestar a los capos de Planeta o firmar el post como José Saramago).

En fin, a lo que iba, que me desvío. Lo curioso del premio del sábado es que es un lugar que ya conocemos porque el año pasado me dieron el premio a mí (no, no conocemos a ninguno de los jurados). Supongo que este año cuando nos vean aparecer por allí pensarán que están teniendo un déjà vu. O a lo mejor no, quizá no se acuerdan en absoluto de nosotros. El caso es que supongo que veremos situaciones curiosas, que es una de las mejores cosas de ir a recibir premios: que pasan siempre cosas rarísimas. No sé si es que la acumulación de cualquier tipo de gente produce marcianismos o qué, pero el hecho es que yo acabo siempre con cara de boniato, como si estuviéramos dentro de una comedia de los Hermanos Marx. Por ejemplo, en el premio del año pasado.

La entrega se hacía en un complejo-restaurante porque después había cena. Había muchos premiados porque hay bastantes categorías: poesía, relato, fotografía, ensayo y no sé qué más. De cada uno dos premios, primero y segundo. El caso es que el primer premio de Poesía era un señor de casi ochenta años llamado Pérez Casaux, y el segundo de relato un señor de unos setenta llamado Mariano Sanz. Era la primera vez que se veían e hicieron buenas migas ipso facto, se juntaron en una mesa y empezaron a intercambiar poemas y libros y anécdotas. Bueno, empezamos a cenar y al lado nos ponenen un cuarteto de cuerda para tocar música en directo. Ya sabéis, el mundo Bach y tal, muy fino todo mientras nosotros nos poníamos ciegos de jamón. Y entonces Pérez Casaux llama al encargado de toda la organización y le dice:

-Oiga, ¿pueden bajar la música, que no nos oímos?

Estupefacto, el encargado le dice:

-Es que no se puede bajar, están tocando en directo.

Y le señala a los esforzados intérpretes, a diez metros (¡a diez metros!), tocando animosamente.

-Ah. ¿Y no pueden dejar de tocar? Es que acabo de conocer a este hombre (por Mariano Sanz) y tengo muchas cosas que decirle, porque nos queda poco de vida y seguramente no vamos a volver a vernos nunca.

Como en el Titanic pero al revés.

A ver qué cosas pasan este sábado. Os lo contamos la semana que viene, si pueden contarse.

jueves, noviembre 02, 2006

Una hora menos

Me ha desaparecido una hora. De verdad que no sé dónde la he puesto. Ni idea, oyes. Y el caso es que no puedo denunciarlo en ninguna comisaría porque sé que la hora está ahí. Pero no está.

¿Qué cómo es eso? ¿Os parece que sólo digo necedades y paparruchas?

Quizás. Pero el asunto es más sencillo de explicar de lo que parece. El lunes pasado, sin ir más lejos, salí del trabajo a la misma hora de siempre, cogí el metro (que tuvo la decencia de funcionar correctamente y llevarme hasta la estación elegida sin parones ni sobresaltos) y recogí a mi hija pequeña de la guardería. Y entonces… entonces fue cuando ocurrió. Sin que pudiera hacer nada por evitarlo me vi con una hora menos. Una hora menos para pasear con mi hija y sobre todo, para ir al parque con ella como hacíamos todas las tardes. Porque, simple y llanamente, de repente el lunes se hizo de noche y nos quedamos sin parque, sin paseo y sin luz.

Y desde entonces, nada es lo mismo. La hora sigue sin aparecer.

Yo no soy ni científica ni investigadora ni nada que se le pueda parecer remotamente y, por lo tanto, no puedo debatir si el cambio horario al que nos sometemos todos los años tiene sentido o no en esta (nuestra) sociedad. En los medios de comunicación nos explican, año tras año, que el objetivo es ahorrar energía y ser más eficaces. Hasta un 5% de ahorro, oiga. Yo debo ser corta de entendederas porque después de todos estos años escuchando la misma canción sigo sin pillarlo. Para mí es lo mismo, la semana pasada encendía antes la luz por la mañana y ahora la enciendo antes por la tarde. ¿Cuál es la diferencia? ¿Dónde está mi 5% de ahorro en el recibo de la luz, que no lo veo? No sólo no ahorro sino que encima me han robado una hora para estar en el parque con mi hija, para pasear con ella por la calle o para ver el sol. Leo en los periódicos que hay otras personas que piensan como yo (e incluso peor, porque piensan que el ahorro energético en este caso no está orientado al "bien común" sino al de las empresas y oficinas), ... pero volvemos al principio, ninguno somos estudiosos del tema, no tenemos datos tangibles y/o empíricos que demuestren si merece la pena o no el cambio, el hecho de adaptarse a un nuevo horario con todos los contratiempos que eso supone: trastocar tu vida, desorientar los bio-ritmos, etc. Como una especie de pequeño jet-lag sin moverte de casa.

Aunque todo eso es lo de menos. Lo único que me importa es que, hasta nueva orden, tengo una hora menos y no sé dónde buscarla.


miércoles, noviembre 01, 2006

Literatura palomitera

Lois McMaster Bujold escribe space opera, que es la manera molona que existe en la ciencia ficción para llamar a las aventuras de toda la vida como las de Emilio Salgari, sólo que con pistolas láser y naves que surcan el hiperespacio.

Lois McMaster Bujold, aparte de tener un nombre tan chulo como el género en el que es especialista, es famosa por una serie de novelas sobre un tipo llamado Miles Vorkosigan, un hombre extremadamente inteligente –el mejor estratega de su tiempo- pero tullido. Sé que estáis pensando en House, pero no es lo mismo.

De esa serie había leído, compra de saldo mediante, Fragmentos de honor, que aquí en España apareció como una tardía secuela o precuela –no habla de Miles, sino de sus padres- y sin embargo está escrita al mismo tiempo que El aprendiz de guerrero, que vendría a ser la primera novela real de Vorkosigan. Bien, Fragmentos de honor me gustó moderadamente: lectura fácil pero no apasionante, entretenida, un poco como una comedia de Meg Ryan (cuando hacía cosas digeribles, no cuando se volvió empalagosa). Sin sustancia pero ideal para pasar una tarde de otoño. Literatura kleenex, pero de las que no te raspan la nariz, que hay algunos que hay que ver de qué material están hechos, te dejan las aletas rojas.

Aprovechando que han empezado a publicar la serie en edición de bolsillo, me compré El aprendiz de guerrero, pensando que me iba a ofrecer más de lo mismo. Y sí, pero no. No sé por qué, pero me ha gustado mucho menos. Quizá porque el estilo desenfadado y ligerito no me ha llegado a convencer, que hay momentos en que todo parece un poco forzado, que hay razonamientos gratuitos y en general todo parece un poco caprichoso. Y sobre todo que no me acabo de creer el personaje, me resulta artificial, no me cae bien. No siento ninguna empatía con él. Y ya no recuerdo más del libro, así de rápido ha pasado, y sin dejar huella. Esa sería mi valoración: ni fu ni fa (¿de dónde habrá salido esta expresión?).

Tengo la sensación de que, como suele suceder en este tipo de series, la autora todavía no había dado con aquello que hace a su personaje único, aún no había definido sus características; estaba experimentando con él, buscando la voz, el tono, la química. Le pasa lo mismo a Sherlock Holmes en Estudio en escarlata, a Harry Flashman en Harry Flashman, a Homer Simpson en la primera temporada de Los Simpson, a, yo qué sé, a James Bond en Casino Royale. Así que, aprovechando que se vende al precio de cinco euretes, me parece que le voy a conceder una segunda oportunidad a McMaster Bujold y a Vorkosigan a ver si acaba de definirse el personaje y me encuentro con una serie que me ofrezca diversión sin profundidades para esos momentos en los que a uno sólo le apetece pasar páginas.

Ya os contaré.

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