lunes, julio 31, 2006

Publicidad bruta

De entre los premiados en el pasado Festival de Cannes, me ha gustado mucho este anuncio, que obtuvo una plata:



Me he estado riendo con esta muestra de humor cafre un buen rato. Ni que decir tiene que aquí en España no habría salido en la vida.

Actualización: no sé qué puñetas le pasa al vídeo que no se ve bien. A ver si lo arreglo en un rato, pero no tengáis muchas esperanzas, que tecnológicamente hablando el día está resultando un desastre.
Actualización 2: resulta que el problema estaba en el vídeo de origen y ya está en teoría arreglado, gracias a Elena (pásate luego por mi despacho para el reglamentario beso de tornillo). A ver si podéis verlo bien vosotros.

viernes, julio 28, 2006

Profesiones de alto riesgo

Rebeca, la chica que comparte cenas conmigo, me ha enviado esta interesante noticia que podéis leer completa aquí: la policía interviene más de un millón de "lunnis" sin licencia. Bueno, mira, la pongo aquí también, no os vayáis:

MADRID.- La policía ha intervenido más de un millón de muñecos de peluche de 'Los Lunnis' importados y distribuidos sin licencia y cuyo precio en el mercado podría haber superado los siete millones de euros, en función de la denuncia de Radiotelevisión Española, titular de los derechos de la serie televisiva.

La Dirección General de Policía ha informado en un comunicado de que, tras la denuncia de RTVE, se procedió al registro de dos establecimientos comerciales y un almacén de la empresa Parques Reunidos, SA, radicados en el interior del Parque de Atracciones de Madrid, donde se hallaron más de mil 'lunnis' fraudulentos.

Con la colaboración de un perito de RTVE se descubrió que se trataba de muñecos, que reproducen a los distintos personajes de la serie de TVE, fabricados en China e importados por una conocida empresa juguetera española para su distribución en España y terceros países.

En un segundo registro, esta vez en un almacén de la compañía de juguetes en la localidad alicantina de Onil, se intervinieron 1.048.795 'lunnis'.

Tras tomar declaración al director comercial de la empresa, éste dijo que su compañía tiene licencia de RTVE para fabricar y comercializar productos relacionados con esos personajes, aunque reconoció que disponen de dos líneas de producción: una de mayor calidad y otra de menos, a la que pertenecen los 'lunnis' intervenidos.

Los representantes de RTVE, según la nota de la policía, consideran dicha actividad una sobreproducción sistemática no controlad, y por tanto no autorizada, tratándose dicho producto como falso en toda su extensión.

Cómo cambian las cosas. Los chinos antes se ponían tontos a hacer ejércitos formados por soldados de terracota, y ahora en cambio producen ejércitos de Lunnis. Que también son inquetantes, imaginen 80.000 de estos todos juntos:



¿A que acojona? Pero no veníamos a hablar de esto ahora. Yo quería hacer hincapié sobre un detalle de la noticia que igual se les ha pasado por alto. Hagamos zoom:

En un segundo registro, esta vez en un almacén de la compañía de juguetes en la localidad alicantina de Onil, se intervinieron 1.048.795 'lunnis'.

Lo habéis visto, ¿no? Por si acaso, zoom con negrita:

En un segundo registro, esta vez en un almacén de la compañía de juguetes en la localidad alicantina de Onil, se intervinieron 1.048.795 'lunnis'.

Sí. 1.048.795 lunnis. No "un millón más o menos así a ojo de buen cubero". No: 1.048.795. O el tipo encargado era el Conde Draco, o qué putada de trabajo. Porque contar los 300.000 primeros muy bien, qué gracia, pero a partir del 501.236 ya debe empezar la risa nerviosa, la espuma en la boca y los deseos de comprarse un fusil de mira telescópica. Para que luego llegues al 1.048.795 y el bromista de la brigada diga que te has equivocado y que habría que hacer un recuento. Qué cabronazo.

Así que ya sabéis: cada vez que penséis que vuestro trabajo es asqueroso recordad que hay un tipo en algún lugar del mundo que está contando muñecos de peluche, un hombre al que su jefe, que le odia, le dice: "Muy bien, 1.048.795 en total. ¿Pero cuántos Luchos hay, cuántas Lulilas, cuántos Lutecios, cuántas Lubinas? Que es que hay que decírselo todo a usted, Fernández, no tiene iniciativa".


jueves, julio 27, 2006

Hambre de libros

El otro día mi querida mitad recordó con nostalgia en este blog aquellos libros de Los Cinco tan castos, llenos de aventuras varias, con los que Enyd Blyton conquistó a medio mundo. Yo sólo puedo decir que a mí lo único que me provocaban aquellos libros era un hambre tremenda. Cada dos por tres aquellos chavalillos ingleses se ponían a cocinar y se montaban unos festines que ni te cuento. Pura falacia, porque, os repito, eran ingleses. ¿Desde cuando los ingleses cocinan? ¿O cocinan algo que esté medianamente bueno? Pero a la tierna edad de ocho o nueve años yo no sabía eso y los libros de Los Cinco me provocaban un hambre feroz, hambre de ponerme ciega a huevos cocidos, salchichas y cerveza de jengibre (si, ya sé, alguien también dijo en este blog que la cerveza de jengibre era una cosa asquerosa, pero con ocho o nueve años yo no lo sabía y podía imaginar que era una cosa deliciosa y fresquita). Por si todo esto no fuera poco, Los Cinco también se ponían morados a helados y a bollos de las pastelerías de los pueblos donde ocurrían sus aventuras. Una delicia para una jovencita de imaginación exacerbada y con una madre poco proclive a llenar la mesa con dulces y chocolatinas y sí con acelgas cocidas e insulsos filetes a la plancha.

Luego, cuando me pasé a Agatha Christie y sus novelitas de misterio también experimenté ataques de hambre cuando la buena de la señorita Marple invitaba al té a sus vecinas y les servía sandwiches de pepino o cuando Poirot se ponía ciego en cualquier lugar del mundo a cualquier hora. Menos Muerte en la Vicaria. Muerte en la Vicaria me quitó el apetito sólo de ver cómo el pobre vicario protagonista tenía que trasegar con una esposa desastre en la cocina y una criada que servía las aves medio crudas. Más dramático que el crimen en sí.

Desde entonces (más de quince años, ostras) se me ha hecho la boca agua leyendo muchos libros. Como por ejemplo:

-Como agua para chocolate de Laura Esquivel. La historia del amor prohibido entre Tita y Pedro se salda con tragedias, muertes, espíritus y una cantidad impresionante de arrebatadoras recetas de cocina.

-Chocolat de Joanne Harris. Para los aficionados a este dulce, este libro es un “must.” En general, cualquier libro de Joanne Harris siempre te deja buen sabor de boca, no por lo excepcional de su escritura sino por la soltura con la que la autora maneja los términos culinarios y se recrea en las sensaciones que provoca la comida bien hecha.

-Charlie y la fábrica de chocolate de Roald Dahl. Imprescindible. No sólo por ser el chocolate uno de los protagonistas sino por la cantidad de dulces imposibles que el autor describe y que hacen que tu imaginación vuele mucho más allá.

-La Señora de las Especias de Chitra B. Divakaruni. La historia de Tilo, una mujer sabia que experimenta una pasión que ninguna especia puede apaciguar.

-Afrodita de Isabel Allende. Un compendio de relatos, anécdotas y recetas que provoca burbujas en el estómago.

En fin, son unos pocos, pero seguro que hay muchos más. Os invito a compartir vuestras experiencias en este área y a contarnos qué libros os han abierto más el apetito.

Grandes Frases de la Publicidad

Hoy, en GFDLP, un clásico:

A veces, a la vida se le escapa una sonrisa.

(Bombones de la Caja Roja de Nestlé)

martes, julio 25, 2006

Hazme tuya, supervisor de sistemas senior

Este resumen no está disponible. Haz clic en este enlace para ver la entrada.

lunes, julio 24, 2006

Forza Italia!

Noticia de última hora: Italia ha ganado el Mundial de Fútbol, con la correspondiente alegría de los italianos, que ahora aprovechan cualquier oportunidad para decir que son los mejores del mundo –ya no en fútbol, sino en general.

Otro que se habrá alegrado es el protagonista de esta espectacular noticia que podéis leer aquí, bajo el título de Un locutor chino pierde los papeles con el gol de Totti. En resumen, parece ser que en el Australia-Italia del Mundial, un locutor chino dejó de lado la objetividad y aprovechó cualquier oportunidad para animar a Italia, ante la indignación de los espectadores. Entre otras perlas, gritó en varias ocasiones “larga vida a Italia”, “No le deis ninguna oportunidad a Australia” y otros comentarios del mismo tipo. Me ha hecho gracia la crítica de un internauta, que dice:

No debería exaltar el feo juego italiano y ridiculizar a la brava escuadra australiana

Toma objetividad. Y también es bonita la respuesta del locutor, estilo Rostro de Hormigón Armado, que dice que no es una máquina y no puede ser imparcial todo el rato:

Australia me recuerda a un pésimo equipo que eliminó a China en 1981 en la clasificación del Mundial.

Es curioso que exijamos objetividad en la narración de los eventos deportivos, y miremos con prevención a los que se dejan llevar por su fanatismo, y sin embargo nos parezca lo más normal del mundo que el resto de la información que vemos o leemos sí esté teñida de ideología. Porque hubo un tiempo en que los periódicos, las radios y la televisión se cuidaban de ofrecer una imagen de independencia, presumían de contar la verdad. Hoy, sin embargo, parece que cada periodista es un tifosi, y no nos extraña su exaltación, casi la buscamos. Creo que lo más grave que ha sucedido en la prensa española es que se ha hecho común la frase de que la objetividad no existe, que se admite ya como premisa sin ningún análisis ni resistencia. Hasta tal punto de que si quieres enterarte de lo que está pasando en el país te ves obligado a leer a los comentaristas italianos, luego a los australianos y a dividir por dos. Triste, triste.

jueves, julio 20, 2006

Ni chicha ni limoná


Nada más terminar La máscara de Ripley comencé a leer Mensajero del futuro, horrible nombre tras el que se esconde The Postman, una novela de ciencia ficción pos-apocalíptica de David Brin -me temo que la lectura tan reciente de la Highsmith no benefició en absoluto al pobre Brin-.

De Brin no había leído nada hasta que me encontré de saldo un montón de libros de la colección Nova de Ediciones B. como soy un tipo incapaz de decir no a una oferta de libros -o a una oferta femenina, pero eso es otra historia-, compré, además de otros muchos, tres suyos. Viva el riesgo y las compras a ciegas o al peso -que por cierto, el otro día vi que el Carrefour se pueden comprar libros por kilos, literalmente-. Me hice, pues, con Gente de barro, que es una inteligente y entretenida mezcla de ciencia ficción y novela negra clásica, y juega con la idea de unos clones especializados y desechables, lo que sirve al autor, además de para construir una trama detectivesca ligera, para reflexionar sobre la existencia; con Mensajero del futuro; y con Arrecife brillante, que tengo sin leer, pendiente junto a varias docenas de libros más.

Mensajero del futuro comienza bien: en un futuro postapocalíptico en el que el Estado ha desaparecido y los pocos supervivientes se dedican a eso, a sobrevivir, un hombre encuentra un uniforme de cartero y lo usa para conseguir comida y techo en un pueblo cercano: inventa una historia en la que él es el representante postal de unos Nuevos Estados Unidos en misión oficial. La gente cree en él y lo toma como muestra de la autoridad -quizá debiera escribir Autoridad- y de pronto la sociedad empeza a construirse en torno a él, que es el símbolo del orden, de la estabilidad. O en torno a una mentira, más bien, puesto que esos Nuevos Estados Unidos no existen en realidad. Sin embargo el cartero empieza a sentirse obligado por su mentira, y comienza a actuar y a tomar responsabilidad en el desarrollo de esa nueva sociedad.

Pintaba bien; podría haber sido un análisis certero de por qué creemos en las autoridades, o cuál es el fundamento que nos lleva a seguir a los símbolos, o cómo se estructura una sociedad en torno a hechos falsos si la gente cree en ellos ciegamente. Pero no es nada de eso. El muy prometedor comienzo se desinfla y se desaprovecha por completo, y da pie a una aventura del montón en el que aparecen soldados modificados genéticamente, mensajes confusos y mucho envoltorio para contar poca cosa. Una lástima porque ni siquiera como aventura sin más acaba de funcionar: el personaje del cartero está casi sin desbrozar, como si el autor hubiera perdido interés en él, y llega un momento en que sus aventuras y los intentos de Brin de justificar las acciones del protagonista resultan muy poco creíbles.

lunes, julio 17, 2006

Desvío provisional

He empezado a subir al blog de Fuco Lois la presentación que hicimos de la novela en la Feria del Libro de Madrid el pasado 2 de junio. De momento se pueden ver los discursos de Melquiades Prieto, Andrés Sorel y Antonio Gómez Rufo -aquí no se repara en gastos, señoras- y supongo que mañana o esta misma tarde si tengo un rato subiré mi lisérgico discurso, mezcla de El Club de la Comedia y los delirios de alguien que ha tomado tres cañas más de las que necesitaba.

Creo que fue divertido, así que si no estuvieron allí, en directo (¡muy mal!) tal vez les interese echarle un vistazo.

Actualización: ya está subida mi intervención.

viernes, julio 14, 2006

Granujas incompetentes

Entre los muchos desaprensivos que circulan por ahí (hoy no voy a hacer chistes de politicos, lo siento) se está haciendo popular esa técnica llamada phising, que consiste en engañar a los usuarios de la banca electrónica para que entreguen sus claves al malhechor. ¿Cómo? Pues muy sencillo: se envía un correo electrónico masivo imitando a un banco en el que se solicita al cliente a que introduzca de nuevo sus claves al entrar en la página del banco a través de un link que se facilita. Sólo que la página en la que entras no es del banco sino de los malvados, y cuando introduces tus claves se las estás suministrando a ellos, no al banco.

Soy capaz de apreciar el perverso sentido del humor de algunas clases de phising, que astutamente mandan un correo simulando provenir del Departamento de Seguridad del banco y para evitar el fraude en internet han introducido mejoras en la página, para lo que solicitan las claves del usuario. Hay que ser cabrones, ¿eh?

Bueno, yo he recibido correos en inglés de CitiBank muy creíbles. Pero claro, no he caído porque no tengo cuenta en CitiBank y si la tuvieran no me hablarían en inglés. En cambio el otro día me mandaron uno que se acercaba más a mí. Es un decir. Hice una captura de pantalla para que lo veáis:


Hay que ser cenutrio. Pero mucho. Y torpe. Porque no me digais que el potencial tolay no va a sospechar al leer esta bella frase: "Para eso empuje esta referencia y entre en su cuenta". ¡Coño, un poco de cuidado al redactar! ¡Y si no sabes español, pues contrata a uno, panoli! Ya vemos que incompetentes hay en todas partes, frecuentemente en las altas esferas, como nos enseña el Principio de Peter, pero esto ya es demasiado. Aunque habrá quien haya picado, claro.

Alguno de las altas esferas.

jueves, julio 13, 2006

El tocón del pájaro del obispo


¿Qué diablos es “el tocón del pájaro del obispo”? En el fondo, no es más que una inútil atrocidad decorativa victoriana que desencadena una de las novelas de ciencia ficción más divertidas (y atípicas) que he leído en toda mi vida.

Pero eso no es extraño en Connie Willis.

Por algo es una de las pocas escritoras que sabe combinar el humor y una temática desenfadada con elaboradísimas teorías del caos, viajes en el tiempo tremendamente documentados y toda la complejidad que suele acompañar al género de la ciencia ficción.

Como ya es usual Connie Willis aterrizó en mi vida de la mano del Sr. José Antonio Palomares y, desde entonces, soy adicta. Además, no es solo una de las mejores escritoras de ciencia ficción de los últimos años porque yo lo diga. También ha ganado 8 Premios Hugo, 6 Nebula, el John W. Campbell y 9 premios Locus (el que otorgan los lectores) que lo confirman. Aún no he leído todo lo que ha publicado , pero ahí va una breve reseña sobre los libros que he devorado…

El Libro del Día del Juicio Final: El último que he leído, el mejor y el más premiado de la norteamericana (en el año 1992 esta novela ganó todos los premios habidos y por haber). En él, Willis desarrolla a fondo sus teorías sobre los viajes en el tiempo y presenta a esos maravillosos personajes que son los historiadores del futuro, temas que ya había tocado algo en su primer relato corto “Servicio de Vigilancia”. Es el año 2057 y en la Universidad de Oxford un equipo de historiadores ha descubierto la manera de viajar en el tiempo para estudiar épocas pasadas. Kivrin, una joven estudiante, se ofrece voluntaria para viajar al periodo más mortífero de la historia de la humanidad: la Edad Media. Pero un terrible error provoca que Kivrin quede atrapada en el momento equivocado, en el peor sitio en el que un ser humano podría estar. Empecé esta novela un día en el Metro de Madrid y me olvidé de las miserias que me rodeaban. Las miserias de la Edad Media sí que eran miserias de verdad y Connie Willis abre una ventana a esta época tan bien recreada que casi puedes verlo con tus propios ojos. La obra de ciencia ficción más conmovedora que he leído en mi vida.

Remake y otras historias: En el Hollywood del futuro Humphrey Bogart y Marilyn Monroe están actuando juntos en “Ha nacido una estrella”, los cigarros han desaparecido de todas las películas clásicas y si no te gusta el final de la historia, puedes cambiarlo a tu antojo. Así empieza la novela corta que da título a esta pequeña antología de relatos. Imaginación a más no poder, teorías descabelladas sobre como será el mundo en unos años y personajes reales. Muy bien.

Por no mencionar al perro: Premio Hugo y Premio Locus. Una vez más, los historiadores del siglo XXI de la Universidad de Oxford viven una aventura, esta vez, mucho más divertida y banal, en la época victoriana. ¿El motivo de tanto viaje? Satisfacer la obsesión de una ricachona americana por reproducir hasta el último detalle de la catedral de Coventry destruida por los nazis. Y el último detalle es una cosa llamada “el tocón del pájaro del obispo”, un objeto decorativo absurdo que volverá loco al protagonista de la novela y que provocará todo tipo de situaciones más absurdas aún, saltos en el tiempo a tutiplén y que pondrá en peligro el curso de la historia. “Por no mencionar al perro” fue la primera novela que leí de Connie Willis (sí, aquella que puso en mis manos el Sr. Palomares) y sigue siendo mi favorita por su ritmo frenético, su protagonista estresado de tanto ir y venir del pasado y todos sus estrambóticos personajes: dos profesores universitarios obsesionados por la pesca, un mayordomo culto, una reina del espíritismo, lánguidas damas que en el fondo no lo son, etc.
Seguro que “El libro del Día del Juicio Final” es mejor novela, pero si queréis pasar un buen rato ésta debería ser vuestra elección.

Tránsito: Premio Locus 2002. Una psicóloga especializada en ECM (Experiencias Cercanas a la Muerte) comienza a colaborar con un neurólogo, lo que le permitirá simular clínicamente este tipo de experiencias con el uso de drogas psicoactivas. Sin embargo, todos los sujetos del experimento comienzan a ver cosas completamente distintas a lo esperado. Sí, está la famosa luz al final del túnel de la que todos hemos oído hablar, pero no tiene nada, pero nada que ver con lo que imagináis. Tras una serie de intentos fallidos, la doctora decide someterse ella misma al experimento y descubrir qué se esconde detrás de las ECM en persona. Aunque debo reconocer que hubo cosas de esta novela que me decepcionaron bastante, no dejéis de leerla porque la portentosa imaginación de Willis lleva a elaborar una teoría tan bizarra como fascinante sobre las ECM. Engancha desde el principio.

Los sueños de Lincoln: Interesante, pero en mi opinión, la peor de todas. Quizás porque es la primera novela de Connie Willis y eso se nota. Una joven americana experimenta extraños sueños que le hacen vivir en persona acontecimientos de la terrible Guerra de Secesión Americana. Realista y también exhaustiva en cuanto a la documentación, la novela tiene un aire tétrico y agobiante. Os gustará si estáis interesados en ese periodo histórico.

Libros que no he leído pero que estoy deseando leer:

Servicio de vigiliancia: El primer relato corto famoso de la Willis y en el que ya recurre a su obsesión por los historiadores que viajan en el tiempo. Uno de ellos viaja a la época del bombardeo de Londres durante la Segunda Guerra Mundial para acabar mezclado en el intento de salvar la catedral, durante el cual conocerá bastante más de sí mismo que de la historia que pretendía estudiar.

Oveja Mansa: La vida de una investigadora se va a ver complicada por culpa del objeto mismo que estudia, a encontrar extraños compañeros de viaje; especialmente, y por este orden: una descerebrada secretaria que crea el caos por donde quiera que va, un matemático que estudia el caos y consigue que éste se le presente en la puerta, un montón de jefes ineptos, un rebaño de ovejas y... un hada madrina (hablando de subvenciones). La pregunta que intriga a nuestra protagonista es uno de los misterios más grandes de las culturas y sociedades humanas: ¿cómo demonios se originan las modas? ¿De donde salen esas modas efímeras sociales y/o estéticas? La búsqueda de la respuesta llevara nuestros protagonistas investigadores a crear un par de deliciosas situaciones de enredo cómico y romántico, a un modelo teórico matemático acerca de cómo funcionan determinados sistemas y a ver como se expanden algunas de las modas más irritantes que haya visto nadie... porque, por supuesto, la respuesta a la pregunta que se hacen estaba bajo sus narices todo el tiempo.

En fin, que mi entusiasmo con Connie Willis y su obra es evidente. Espero habéroslo contagiado un poquito y que os animéis con alguno de sus libros porque es una autora recomendable incluso para aquellos a los que no le guste la ciencia ficción.

martes, julio 11, 2006

Cortar el aire con un cuchillo

Odio el Metro de Madrid. Y lo amo. Sí, es cierto. Es una de las mejores maneras para moverte por esta terrible ciudad. A veces, vuelas. A veces, te teletransportas. A veces.
Pero en verano...
En verano el Metro de Madrid es lo más parecido que puede haber al Infierno de Dante. El servicio se reduce, comienzan las obras, la gente se agolpa en los andenes, el aire acondicionado brilla por su asuencia...
Leo hoy en el periódico gratuito "20 minutos" que el 27% de los vagones del Metro de Madrid no tienen aire acondicionado. ¡El 27%! Lo que quiere decir que
-o bien tengo un karma nefasto y, a pesar de que cojo cuatro vagones distintos a diario, mi mala suerte me impide disfrutar del 76% de vagones con aire acondicionado,
-o bien me están mintiendo y son sólo el 27% de vagones los que tienen aire acondicionado.
Pero lo peor, lo peor, es la sensación de que el aire del interior de estos vagones se podría cortar con un cuchillo. No sólo por las altas temperaturas sino por el estado de crispación de todos los que estamos allí encerrados en la misma situación. Esos vagones cerrados a cal y canto te hacen sentirte de todo menos persona.

lunes, julio 10, 2006

Dos curiosas formas de ser

Una pareja va por la carretera en su flamante coche viejo cuando ven, doscientos metros más adelante, uno de esos camiones que transportan vehículos a los concesionarios. Ya saben: quince Audi A3 de diversos colores, o quince Fiat Punto, o quince Seat Ibiza. Entonces ella -a la que vamos a llamar Rebeca, más que nada por comodidad-, dice:

-¿Sabes? Cada vez que veo un camión de estos, me imagino que se desprende uno de los coches y podemos quedárnoslo, como si nos lo hubiesen regalado.

-Qué curioso -contesta él, al que llamaremos José Antonio por la misma clase de comodidad-, a mí me pasa lo mismo. Pero yo imagino que se desprende, no podemos esquivarlo y nos matamos en la carretera.

Y se quedan ambos en silencio, pensando en lo que ha dicho el otro. Ella piensa: "qué tipo tan raro". Y él piensa: "qué chica más extraña".

¿Y bien? ¿Qué sois vosotros? ¿Regalo o muerte? ¿La dama o el tigre? ¿Epi o Blas? ¿Apocalípticos o integrados?

viernes, julio 07, 2006

Echo de menos El Bohío

Lo reconozco. Yo soy una persona que necesita comer bien, preferentemente, un par de veces al día y por este orden: primero, segundo y postre. A veces (si tengo suerte y se dan las circunstancias adecuadas),añado café y un cigarrito a esta lista. Sin embargo, hay un par de veces en la vida (y algunos más en la no-vida que son las horas extras) en los que estoy dispuesta a hacer una excepción y me salgo de esa rutina. O bien, apenas pruebo bocado o bien, me lanzo de cabeza a la piscina y me voy a El Bohío a meterme entre pecho y espalda un menú de degustación con tantos platos que luego nunca puedes recordar qué tomaste exactamente.
Para los no iniciados, El Bohío es, en mi opinión (y según esos señores de Michelín que van por ahí repartiendo unas estrellitas) uno de los mejores restaurantes que hay cerca de Madrid. Hace algunos años nos lo descubrieron unos estupendos amigos (que no son más estupendos por descubrirnos sitios maravillosos, pero que sí ganaron algún punto más) y desde entonces nos hemos hecho adictos. Que no visitantes asiduos, porque los precios (75 euros el menú degustación) son como para pensárselo dos y tres o cuatro veces. Pero montar en globo es mucho más caro… y mucho menos agradecido (lo hemos comprobado).
Desde aquella primera vez, cada año hacemos un esfuerzo por visitar el restaurante de Illescas y cada año cometemos los mismos errores de principiantes:
1.- nos atiborramos de delicioso pan (no sé cuántas variedades pueden llegar a servir, pero el de aceite es para ponerle un piso) y luego no dejamos casi sitio para los postres;
2.- no llevamos ropa con cinturillas ajustadas (sí, ya sé que es un sitio de postín, pero no desmerece un buen chándal en esta ocasión)
3.- nos llevamos a algún menor de edad que petardea un rato y,
4.- nos olvidamos de todos y cada uno de los platos que nos sirven (lo que luego nos echan en cara los amigos glotones que quieren saber por favor, por favor, por favor, qué comimos).
Afortunadamente para mí, este año el crítico gastronómico de ABC ha publicado en su blog “Salsa de chiles” el último menú degustación de El Bohío. El de esta temporada. Así que este año, si me atrevo a ir, no tendré que preocuparme de tomar nota. Ahí va el listado:
-atún en escabeche de tomate y pomelo
-pisto con chopitos
-bogavante con aguacate y tomate
-cigala con emulsión de coco, almendra y miel en una especie de ajoblanco dulce
-queso de cabra de Toledo frito con aceituna negra y naranja
-el huevo de primavera con guisantes y trigueros
-rabo de cerdo con col trufada y lentejas
-velo de garbanzos, la pringá y su caldo
-salmonete con guiso de alcachofas
-presa con berenjenas y aroma de eucalipto
-torrija helada
-plátano con azafrán y yogur
Impresionante, ¿no? Y la cosa no acaba aquí porque, cuando piensas que ya no puedes más, y pides un café para rematar, en El Bohío te comienzan a llenar la mesa de pequeños platitos repletos de todo tipo de menudencias dulces como fruslerías con forma de gominolas minúsculas, bizcochitos del tamaño de un bocadito y pipas recubiertas de chocolate. Y cuando preguntas confuso al camarero qué es todo aquello te responden que ¡es el servicio del café! ¡El maldito servicio del café! Pero si con todo eso podría comer cualquier lunes en la oficina.
En fin, que si os gusta comer (mucho pero que mucho) merece la pena invertir en una visita a El Bohío (mucho mas que montar en globo). Aunque si el dinero os parece exagerado encontraréis una alternativa un poco más barata justo al lado, en el nuevo local que han abierto los dueños de El Bohío. Allí podréis saborear raciones originales y algunos de los platillos que hicieron tan famoso a este restaurante por mucho menos dinero.

Yo, por mi parte, seguiré soñando con que mi mitad y yo volvemos a El Bohío. Y ¡ufff! menos mal que soñar es gratis.

jueves, julio 06, 2006

Secuelas que se escriben y se leen quince años después

Hace poco me leí La máscara de Ripley, de Patricia Highsmith, secuela de El talento de Mr. Ripley. Tom Ripley, el fascinante protagonista, es un tipo que no es malvado, pero tiene cierta tendencia a aprovechar las oportunidades que se le presentan para cometer crímenes, no como deporte sino como manera de obtener beneficios. En la novela que abría camino a la serie Ripley mataba a Dickie Greenleaf, un joven americano que vive la buena vida en Europa, y se queda con su fortuna. En efecto, os he destripado la novela.

Pero lo de menos, cuando escribe Highsmith, es la trama; su talento consiste en iluminar la zona oscura de los seres humanos, mostrarnos el Mal, con mayúscula, que habita dentro de nosotros, confortablemente escondido en las tinieblas hasta que algo lo hace aflorar. Ya ocurría en su extraordinaria primera novela, Extraños en un tren, donde el pobre Guy se ve empujado al crimen por un completo desconocido, Bruno. Highsmith explora la ambigüedad moral de sus personajes y logra transmitir mendiante un lenguaje frío, casi notarial, una incomodísima sensación de desasosiego.

Bien, hacía mucho que a pesar de sus virtudes, no leía nada de Highsmith; como pasa a menudo con los autores que frecuentas obsesivamente en la adolescencia, pueden transcurrir muchos años hasta que vuelves a ellos. Puede que hiciera quince años que no leía nada de Patricia Highsmith, y para reencontrame con ella he leído una secuela que ella escribió, fíjense que cosas, quince años después de escribir la primera novela. Me pregunto qué la impulsó a retomar el personaje de Ripley, si serían presiones editoriales o la necesidad de volver a contar la historia de un hombre con una facilidad innata para contar mentiras creíbles, que se aprovecha de los recovecos que le dejan los demás para sobrevivir. En La máscara de Ripley, Tom vive confortablemente en una mansión francesa. Se ha casado, recibe una renta anual producto de unas falsificaciones de obras de arte; desde Londres, un pintor produce obras de un misterioso autor exiliado voluntariamente en un pueblo mexicano, pero que en realidad está muerto. Cuando un coleccionista americano sospecha que le han vendido un cuadro falso, Ripley se ve empujado a actuar.

Empujado, esa es la palabra. Ripley no desea verse envuelto en nada turbio, pero algo hay en él, en las circunstancias que le rodean, que le obligan a tomar partido. Y no es sólo una cuestión material, sino algo siniestro que le posee, algo que no es ajeno al lector. Porque la habilidad de Patricia Highsmith hace que el lector vea como algo inevitable el acto criminal, que se sienta identificado -fascinado, repelido, pero también identificado con el protagonista-. Nos revela nuestra ambigüedad moral retratando soberbiamente a un hombre que quizá sólo ha dado un paso más que nosotros al otro lado de la línea.


La edición que yo he manejado es muy mala, por cierto. Mejor la de Anagrama.

La máscara de Ripley no es la mejor novela de Highsmith, no recomiendo leerla sin más. Es notablemente inferior al original, y sin embargo aún mantiene las poderosas virtudes que hacen de la americana una autora excepcional, en especial su capacidad de retratar lo más negro que cabe dentro de un hombre. No es su mejor obra, no, pero, quince años después, me ha devuelto las ganas de leer obras de Patricia Highsmith.

martes, julio 04, 2006

Me llaman Fuco Lois, de José Antonio Palomares

Hace ya varias semanas que no hablamos aquí de esa extraordinaria novela, puntal de la Literatura del siglo XXI, que se conoce con el nombre de Me llaman Fuco Lois. Un clásico instantáneo que ya están tardando en comprar, caramba.

A pesar de que hace ya un mes que la novela está en las tiendas, todavía no había ido a ver qué se sentía al ver tu nombre escrito en un libro, escondido entre los cientos de ejemplares de novelas de Paulo Coelho. En la Fnac estaba en una de las mesas de Narrativa española contemporánea (muy bien colocado, soy español y es narrativa). Le hice una foto, venciendo mi legendaria timidez y el miedo de que un guardia de seguridad me llamara la atención, porque soy aún más fetichista que vergonzoso:



No está mal, al lado de Fernando Quiñones y Suso de Toro. Os juro que estaba así, no lo puse yo.

Luego me di una vuelta por la Casa del Libro y ahí estaba en una estantería; no hice la foto porque no era muy lucida: sólo quedaba un ejemplar, estaba en un sitio muy bajo y habría tenido que montar un show para que saliera bien o medio reconocible. Y ya tenía la foto de la Fnac, claro. Una chica que estaba bastante bien (qué duro es el verano en Madrid) estaba mirando en la mesa de Narrativa española contemporánea, Novedades. Pensé que podía sacar mi libro de la estantería, dejarlo sutilmente junto a ella, indicarle como quien no quiere la cosa que lo cogiera y ya decirle que yo era el autor, convencerla de que lo comprase con la promesa de firmárselo y ya que estábamos pues tomarnos un café y vivir un tórrido romance. Pero como, ya digo, soy tímido y mi mujer estará leyendo esto, no hice nada. Nada de nada. Un libro menos vendido.

Despues me pasé por El Corte Inglés, pero no por el bueno porque no encontré la novela. Conozco gente que lo ha comprado en algún centro de esos, pero no en el que yo visité. ¿Se lo pido al dependiente? No, de nuevo actúa la timidez.

Así que me fui a casa, tan contento. Ya veis si soy sencillo. Una foto y/o una tableta de chocolate y me pongo como unas castañuelas.

Apunte adicional: He abierto otro blog dedicado en exclusiva a Me llaman Fuco Lois (está aquí o en el enlace a vuestra derecha) para tener reunidos los artículos sobre la novela en un solo sitio y facilitar su búsqueda. Allí hablaremos de personajes, pondré las críticas, contaré chascarrillos y cosillas así. De momento sólo hay un refrito de artículos aparecidos en El sabor del cerdo agridulce, pero imagino que irá creciendo con el tiempo. Echadle un vistazo si os apetece.

Actualización: Luisru me avisa en los comentarios de que (una de esas casualidades que no parecen casualidades pero que lo son) ha salido una reseña de Me llaman Fuco Lois en el ABCD, el suplemento literario del ABC. Me ponen bastante bien, y eso que en la novela le doy alguna que otra galleta al periódico (galleta injusta, por lo que veo). Podéis leerla aquí o, próximamente, en el Blog de Fuco Lois.

lunes, julio 03, 2006

Una aventura a la vuelta de la esquina

Lo que molaba de Los cinco era que estaban paseando tranquilamente por la campiña inglesa, comiendo emparedados y cerveza de jengibre (¡no me lo estoy inventando!) cuando de pronto se veían envueltos en una aventura con secuestradores o estafadores o personas cuyo oficio terminaba en ores, gente chunga, en cualquier caso. En mitad de un paisaje se encontraban con la aventura, por así decirlo.

Valga esta extraña introducción como preámbulo para nuestra tesis principal de hoy: en España no acechan los villanos (aunque cualquiera lo diría) sino los elementos fantásticos, como bien entendió Torrente Ballester, por ejemplo, o el riquísimo repertorio de leyendas que existen por too el territorio. No somos un país realista, por mucho que se empeñaran los literatos de la posguerra, e incluso cuando somos realistas nos gusta más el tremendismo de Cela. Nos gustan los hechos fantásticos, vaya (aquí una prueba). Ahí fuera nos aguarda todo un mundo de sucesos extraños -no en el sentido que le da Íker Jiménez- que nos conviene explorar.

Vamos a ver, por ejemplo, una foto tomada en la adusta tierra salmantina:



Sí, en mitad de Salamanca hay un cartel que te señala la dirección de tres poblaciones que es imposible que existan fuera de un libro de Lewis Carroll. Que no, que no puede ser. Si tomas el camino de la derecha, amigo viajero, has de saber que te vas a adentrar en un mundo fantástico, donde tal vez habiten las hadas, o que sea el último reducto de los centauros, o en el que estén vivos los personajes que hemos leído en los libros de Editorial Bruguera. En mitad de Salamanca.
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