El otro día mi querida mitad recordó con nostalgia en este blog aquellos libros de Los Cinco tan castos, llenos de aventuras varias, con los que Enyd Blyton conquistó a medio mundo. Yo sólo puedo decir que a mí lo único que me provocaban aquellos libros era un hambre tremenda. Cada dos por tres aquellos chavalillos ingleses se ponían a cocinar y se montaban unos festines que ni te cuento. Pura falacia, porque, os repito, eran ingleses. ¿Desde cuando los ingleses cocinan? ¿O cocinan algo que esté medianamente bueno? Pero a la tierna edad de ocho o nueve años yo no sabía eso y los libros de Los Cinco me provocaban un hambre feroz, hambre de ponerme ciega a huevos cocidos, salchichas y cerveza de jengibre (si, ya sé, alguien también dijo en este blog que la cerveza de jengibre era una cosa asquerosa, pero con ocho o nueve años yo no lo sabía y podía imaginar que era una cosa deliciosa y fresquita). Por si todo esto no fuera poco, Los Cinco también se ponían morados a helados y a bollos de las pastelerías de los pueblos donde ocurrían sus aventuras. Una delicia para una jovencita de imaginación exacerbada y con una madre poco proclive a llenar la mesa con dulces y chocolatinas y sí con acelgas cocidas e insulsos filetes a la plancha.
Luego, cuando me pasé a Agatha Christie y sus novelitas de misterio también experimenté ataques de hambre cuando la buena de la señorita Marple invitaba al té a sus vecinas y les servía sandwiches de pepino o cuando Poirot se ponía ciego en cualquier lugar del mundo a cualquier hora. Menos Muerte en la Vicaria. Muerte en la Vicaria me quitó el apetito sólo de ver cómo el pobre vicario protagonista tenía que trasegar con una esposa desastre en la cocina y una criada que servía las aves medio crudas. Más dramático que el crimen en sí.
Desde entonces (más de quince años, ostras) se me ha hecho la boca agua leyendo muchos libros. Como por ejemplo:
Desde entonces (más de quince años, ostras) se me ha hecho la boca agua leyendo muchos libros. Como por ejemplo:
-Como agua para chocolate de Laura Esquivel. La historia del amor prohibido entre Tita y Pedro se salda con tragedias, muertes, espíritus y una cantidad impresionante de arrebatadoras recetas de cocina.
-Chocolat de Joanne Harris. Para los aficionados a este dulce, este libro es un “must.” En general, cualquier libro de Joanne Harris siempre te deja buen sabor de boca, no por lo excepcional de su escritura sino por la soltura con la que la autora maneja los términos culinarios y se recrea en las sensaciones que provoca la comida bien hecha.
-Charlie y la fábrica de chocolate de Roald Dahl. Imprescindible. No sólo por ser el chocolate uno de los protagonistas sino por la cantidad de dulces imposibles que el autor describe y que hacen que tu imaginación vuele mucho más allá.
-La Señora de las Especias de Chitra B. Divakaruni. La historia de Tilo, una mujer sabia que experimenta una pasión que ninguna especia puede apaciguar.
-Afrodita de Isabel Allende. Un compendio de relatos, anécdotas y recetas que provoca burbujas en el estómago.
En fin, son unos pocos, pero seguro que hay muchos más. Os invito a compartir vuestras experiencias en este área y a contarnos qué libros os han abierto más el apetito.
-Chocolat de Joanne Harris. Para los aficionados a este dulce, este libro es un “must.” En general, cualquier libro de Joanne Harris siempre te deja buen sabor de boca, no por lo excepcional de su escritura sino por la soltura con la que la autora maneja los términos culinarios y se recrea en las sensaciones que provoca la comida bien hecha.
-Charlie y la fábrica de chocolate de Roald Dahl. Imprescindible. No sólo por ser el chocolate uno de los protagonistas sino por la cantidad de dulces imposibles que el autor describe y que hacen que tu imaginación vuele mucho más allá.
-La Señora de las Especias de Chitra B. Divakaruni. La historia de Tilo, una mujer sabia que experimenta una pasión que ninguna especia puede apaciguar.
-Afrodita de Isabel Allende. Un compendio de relatos, anécdotas y recetas que provoca burbujas en el estómago.
En fin, son unos pocos, pero seguro que hay muchos más. Os invito a compartir vuestras experiencias en este área y a contarnos qué libros os han abierto más el apetito.
16 comentarios:
La verdad es que no me gustaron ninguno de los libros que dices. Charlie no lo he leído (¡Al paredón! ¡al paredón!) y eso que a mí el Roald Dahl adulto me chifla. La señora de las especias tampoco lo he leído.
A mí me entra hambre al leer cualquiera de Andrea Camilleri. Qué cosas más ricas come, y cómo disfruta con ellas.
En alguno de Carvalho también, aunque en general que se ponga a cocinar manitas de cerdo a las tres de la mañana es algo que no me motiva mucho.
Escribí una novela corta que debería dar hambre, la "Guía para cenar en Lisboa", aunque no sé si lo conseguí.
A mí el libro que más hambre me ha dado es el Lazarillo de Tormes, pero por empatía con el prota, supongo. Y porque soy más de manjares castizos (ese jamonsito, ese queso grasiento) que de dulzainas británicas. Ah y "Charlie y la fábrica..." es tan recomendable como el Dahl adulto. Divertido y cruel.
Hablando de empatías con el personaje... ¿que me decís del pobre Carpanta? Ese que sí que sabía loque era pasar hambre.
A mí me encanta la descripción que hace de todos los manjares que se preparan para una fiesta Perec en 'La vida, instrucciones de uso', aunque no es un libro muy culinario, la verdad... Y no he leído 'Chocolat' ni 'Charlie', pero las pelis me parecen muy alimenticias.
Jo, Palomares, cuanto ha escrito usted.
Y Carpanta ni fu ni fa, me quedo con Zipi y Zape, recuerdo una historieta en la que aquellos amigos tan tacaños que tienen los padres les invitan a "comer" y cuando vuelven a su casa tienen que volver a comer porque se mueren de hambre. Genial.
En mi caso recuerdo dos libros: "Robinson Crusoe", que no hacía más que comer galletas y llenarse los bolsillos de los pantalones de galletas; aunque el tío se había quitado previamente los pantalones para entrar al agua... Daba igual, el caso es que cada vez que Crusoe comía galletas, yo tenía que comer galletas.
Y luego "El señor de los Anillos", claro. Esos desayunos hobbit, una y otra y otra vez... me daba hambre sólo de coger el puñetero libro.
Yo si sufria las meriendas y segundas meriendas, te y demas que se metian entre pecho y espalda "Los Cinco".
En general, cualquier libro de esos apasioantes me abria el apetito, de eso que era emdia tarde, estabas tumbado tan ricamente en la cama leyendo calentito mientras fuera hacia un frio de aupa, y corrias a la cocina para aprovisionarte de un buen taco de galletas maria (Sin tener que leer a Crusoe). Como aquella maravillosa escena en la que Bastian se sube a la buhardilla del cole, se tumba en un coclchon y se pone a comer esa jugosa manzana o ese impresionante sandwich (seguramente de pavo seco, epro que rico estaba). Cuando me lei la "Historia..."o me dio tanta hambre como cuando vi esa escena.
Ahí me has tocao. Los libros de los cinco han marcado mi infancia, quizás porque hacían todo lo que a mi no me hubieran dejado hacer o porque siempre me he sentido un poco chico o porque a lo mejor estaba enamorada de mi primo. No se.. Hay que reconocer que te mantenían enganchado a la lectura y eso con 8 o 10 años es mucho, sobre todo hace veinticinco ! Sobre lo de los huevos duros, nunca comprendí por qué eran para ellos tan exquisitos. ¿ Porque los compraban en las granjas cercanas? Están ricos, pero donde esté un bocata de tortilla con pimiento y no digo nada del jamón serrano...
Os olvidais todos de vuestra mas tierna infancia de la delicia escrita por los afamados hermanos Grim y su deliciosa "Casita de Chocolate". Lectura sin parangon con la que pudimos deleitarnos hace muuuuucho tiempooooo....Blanca
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