Bueno, pues nos vamos de vacaciones un rato, así que este blog se actualizará aún menos durante algunos días. Pero antes de irnos vamos a contaros una historia.
Cuando Rebeca Rodríguez Rus tenía diez años, su padre la llevaba a su despacho los sábados, cuando iba a trabajar. Allí, Rebeca se ponía delante de una máquina de escribir y tecleaba las historias que se le ocurrían. Tanto leer no podía ser bueno, claro.
Pasó el tiempo y Rebeca dejó de escribir. Y volvió a pasar el tiempo y Rebeca volvió a escribir de nuevo, pero profesionalmente: textos publicitarios. Y volvió a pasar el tiempo y de pronto Rebeca se encontró en una empresa que iba a la deriva; a la bancarrota más bien. No había trabajo, no había clientes, pero los empleados tenían que ir un día tras otro a la oficina. A no hacer nada. Eso es algo insoportable, de veras. No tener nada que hacer en todo el día, sólo estar allí sentado, esperando a que pasen las horas para poder irte a casa. Hasta internet se queda pequeño en esas circunstancias. Y un día Rebeca se puso a escribir una pequeña historia. La historia creció y se convirtió en una novela, llamada Sabrina 1 - El mundo 0.
Era una novela divertidísima. Yo he leído muchas novelas divertidas: Mendoza, Wodehouse, Sharpe, Prattchett. Esta estaba a la altura. Era una novela, lo diré con elegancia, descojonante, de las de mearse de risa y no poder parar de reír y pensar mientras vas en el metro: "la gente va a pensar que estoy loco". Como no quiero pecar de exagerado diré que estaba entre las 10 mejores novelas de humor que yo haya leído nunca.
Naturalmente, Rebeca la envió a algunas editoriales. Y naturalmente, recibió las clásicas cartas de rechazo: "Hemos leído con atención su manuscrito titulado Nombre de la Novela y bla bla bla".
Pasó el tiempo y Rebeca escribió una segunda novela que era al menos tan divertida como la primera: Diez maneras diferentes de ser Laura. Y también la mandó a algunas editoriales. Y a algunos concursos. Sin ningún éxito. Y siguió pasando el tiempo. Rebeca se puso a escribir su tercera novela.
Pero un día, hace dos semanas, sonó el teléfono. Contestó Rebeca. Le dijeron:
-Shalakabula, chachikabula, dibididabididú.
Cuando Rebeca Rodríguez Rus tenía diez años, su padre la llevaba a su despacho los sábados, cuando iba a trabajar. Allí, Rebeca se ponía delante de una máquina de escribir y tecleaba las historias que se le ocurrían. Tanto leer no podía ser bueno, claro.
Pasó el tiempo y Rebeca dejó de escribir. Y volvió a pasar el tiempo y Rebeca volvió a escribir de nuevo, pero profesionalmente: textos publicitarios. Y volvió a pasar el tiempo y de pronto Rebeca se encontró en una empresa que iba a la deriva; a la bancarrota más bien. No había trabajo, no había clientes, pero los empleados tenían que ir un día tras otro a la oficina. A no hacer nada. Eso es algo insoportable, de veras. No tener nada que hacer en todo el día, sólo estar allí sentado, esperando a que pasen las horas para poder irte a casa. Hasta internet se queda pequeño en esas circunstancias. Y un día Rebeca se puso a escribir una pequeña historia. La historia creció y se convirtió en una novela, llamada Sabrina 1 - El mundo 0.
Era una novela divertidísima. Yo he leído muchas novelas divertidas: Mendoza, Wodehouse, Sharpe, Prattchett. Esta estaba a la altura. Era una novela, lo diré con elegancia, descojonante, de las de mearse de risa y no poder parar de reír y pensar mientras vas en el metro: "la gente va a pensar que estoy loco". Como no quiero pecar de exagerado diré que estaba entre las 10 mejores novelas de humor que yo haya leído nunca.
Naturalmente, Rebeca la envió a algunas editoriales. Y naturalmente, recibió las clásicas cartas de rechazo: "Hemos leído con atención su manuscrito titulado Nombre de la Novela y bla bla bla".
Pasó el tiempo y Rebeca escribió una segunda novela que era al menos tan divertida como la primera: Diez maneras diferentes de ser Laura. Y también la mandó a algunas editoriales. Y a algunos concursos. Sin ningún éxito. Y siguió pasando el tiempo. Rebeca se puso a escribir su tercera novela.
Pero un día, hace dos semanas, sonó el teléfono. Contestó Rebeca. Le dijeron:
-Shalakabula, chachikabula, dibididabididú.
Más o menos. Porque en realidad dijeron:
-Hola, llamamos de Esencia, de la Editorial Planeta, y queremos publicar tu novela.
Y fue como si un Hada madrina hubiese aparecido y la hubiese tocado con su varita, como si le hubiese concedido un deseo. Sólo que lo que le concedían no era un bonito vestido, sino la publicación de un libro. Porque sí, en enero se publicará Sabrina 1 - El mundo 0 y tendréis la oportunidad de troncharos de risa con las aventuras de una chica desastrosa llamada Sabrina. El Hada Madrina existe y la niña que escribía en el trabajo de su padre va a cumplir su sueño dorado y se siente explotar de felicidad. Enhorabuena, Rebeca. Y recuerda que aunque el Hada Madrina le hizo un bonito vestido a la Cenicienta, esta ya le daba sopas con honda a las hermanastras gordas y feas.
BSO: El gran Bobby McFerrin hace una versión del Dibididabididú:
Felices vacaciones.
-Hola, llamamos de Esencia, de la Editorial Planeta, y queremos publicar tu novela.
Y fue como si un Hada madrina hubiese aparecido y la hubiese tocado con su varita, como si le hubiese concedido un deseo. Sólo que lo que le concedían no era un bonito vestido, sino la publicación de un libro. Porque sí, en enero se publicará Sabrina 1 - El mundo 0 y tendréis la oportunidad de troncharos de risa con las aventuras de una chica desastrosa llamada Sabrina. El Hada Madrina existe y la niña que escribía en el trabajo de su padre va a cumplir su sueño dorado y se siente explotar de felicidad. Enhorabuena, Rebeca. Y recuerda que aunque el Hada Madrina le hizo un bonito vestido a la Cenicienta, esta ya le daba sopas con honda a las hermanastras gordas y feas.
BSO: El gran Bobby McFerrin hace una versión del Dibididabididú:
Felices vacaciones.