lunes, octubre 02, 2006

El fino sentido comercial del bar de al lado

En mi calle, que es una calle normal y corriente de la capital del Imperio, hay desde el portal 1 al 25 la friolera de 10 bares (datos reales cogidos a pie de obra; y cuento sólo mi calle, no los aledaños; no, que no exagero, que los he contado de verdad). Hace un año y medio uno de los bares cerró y durante algunos meses hubo un cartel de Se alquila en la ventana. Luego desapareció el cartel y empezaron a hacer obras. Por increíble que parezca, iban a poner un bar.

Si fuera usted, astuto lector, a poner un negocio, ¿elegiría un negocio con nueve competidores en la misma calle y donde ha quedado demostrado, cierre mediante, que tal vez no haya clientela para todos? Y aunque haya clientela para todos, ¿no buscaría un mercado más grande, en lugar de limitarse a pelear por la subsistencia? El nuevo dueño del nuevo bar pensó que no: si les ha funcionado a los otros nueve, debió figurarse, ¿por qué no iba a funcionarme a mí?

Hizo una reforma en el local. El sitio no era muy grande, apenas tenía una barra con seis o siete taburetes, un pasillo que desembocaba en la tele para ver al Madrid los domingos y un cuartito con cuatro mesas. Así que la reforma se limitó a ofrecer lo mismo pero con otra disposición diferente. Cambió el nombre del local: Mesón Tinajas (no es mal nombre, porque lo sitúa en un segmento de mercado que está sin cubrir en el barrio: el del mesón tradicional). Pero el resto de los elementos era el de Bar Manolo o Bar Conchi o Bar Emyfa; vamos, que no era un mesón, sino un bar. Como los otros nueve de la calle. Con su máquina tragaperras en una esquina, su botella de Carlos III a medio gas, sus servilletas de papel en el suelo, arrugadas. Lo que viene a ser un bar cutre de los de toda la vida con la corteza de cerdo reseca tras el cristal.


Foto del interior del bar. Más o menos como esto, pero multiplicado por –1.

El dueño, sin embargo, ha dado sobradas muestras de que se conoce todos los trucos para mejorar su negocio. Se conoce que debe haber un curso de Marketing en CEAC o algo así. Por ejemplo, al irse de vacaciones:



Exacto. Varios: más de un día, o sea que mañana no vuelvas, chato. ¿Pero cuántos? Ah, si te lo dijera no sería sorpresa y no tendría gracia. Pásate otro día y a lo mejor estamos. O a lo mejor no. Así, manteniendo en tensión a la clientela. Que hagan apuestas.

Otro truco: ¿por qué en verano no ponemos una terracita para que la gente beba su caña al fresco? Hombre, pues porque no hay espacio y no estarían al fresco, sino en mitad de la chicharrera. ¿Que no hay espacio? ¿Que no? Lo hay:


Dos paisanas disfrutando de las vistas a la obra de enfrente.

Una mesa. Para dos personas, que la tercera no cabe. Bien pegada a la pared, que si no, no se puede pasar. ¿Había espacio o no, listos? Fijaos, si no lo habéis hecho ya, en el detalle de la planta en mitad de la mesa (detrás de la de rojo). Para que no estén tampoco muy sobrados ellos, que no es cosa de que todo el mundo quiera la mesa de la terraza. ¿Y por qué no ponemos otra en el otro lado? ¿Pero hombre, botarate, si pusiéramos otra mesa, dónde dejaríamos la bombona de butano? Esto sí que es aumentar exponencialmente el negocio, sea lo que sea que signifique exponencial. Con este sencillo truco todos los días puedes llegar a ganar, que sé yo, 7 cervezas por un euro cada una, 7 euros. O más, si le pones suplemento por terraza. Que luego puede que venga la Policía y te monte el pollo por tener una terraza sin licencia –coño, no vas a pedir permiso al Ayuntamiento por una mesa, no serás tan bobo-, y a lo mejor te pone una multa y acabas palmando pasta… Pero a lo mejor no.

¿Pero el sitio es bueno o no? ¿Se come bien, se tira bien la cerveza, los cacahueses te los ponen sin que tengas que pedirlos? Pues mirad, no he entrado nunca, no soy tan valiente, pero mis padres sí. Vinieron un día a casa y como estábamos dando un paseo se metieron a esperarnos en el bar. Y fuimos a buscarlos, lo que no hagas por un padre...



La señal lo decía muy claro: no entréis. Pero los padres hacen lo que les da la gana.

-¿Pero cómo entráis aquí?

-Hijo, como estaba tan cerca…

-Bueno, ¿y qué tal?

Mi madre miró el café; medio desparramado en el plato. Miró los cacahuetes rancios –recién abierto el bar; tiene mérito inaugurar un sitio con los frutos secos ya rancios-. Me miró a mí. Es una mujer discreta:

-No son muy limpios…

Que tu madre sea capaz de sacar esa conclusión con dos cafés es cosa que debe hacernos temblar.

Uno diría que con estas características el destino natural de un bar así es perecer rápidamente, víctima de la soledad. Pues no. Por increíble que parezca siempre hay alguien dentro; a veces hasta está lleno, pero siempre hay tres o cuatro parroquianos consumiendo. Que tiene su público, vaya -¿cuánta gente ve Ellas y el sexo débil? Ah, la Humanidad, qué frágil eres-. Que igual hasta venían con el bar, yo de negocios no sé nada. El caso es que el tipo sobrevive. Y hasta estará ganando su dinerito. Porque por incomprensible que nos resulte, en Madrid sobreviven bares infectos en los que no entrarías ni loco y que en otro sitio habrían desaparecido. ¿Y por qué? Ni idea, yo no soy tertuliano, lo siento.

Estos últimos días han cerrado otro bar en nuestra calle y han puesto un cartel de Se alquila. ¿Hacemos apuestas sobre qué tipo de negocio abrirán dentro de poco?

16 comentarios:

Unknown dijo...

Ah, esos bares, oscuros, sucios y con olor a encurtidos. Mahou y anís. Palillo y servilleta de papel. Banderín del numancia y caja con botellas de cocacola vacías.
Si son una delicia.

Anónimo dijo...

Cachis la mar, siempre dije que equivocamos la profesión...

Anónimo dijo...

Pues a mí esos bares me parecen entrañables. De hecho, me encantan. Siempre y cuando sea sólo para tomar una cerveza (preferiblemente a morro y después de haber revisado minuciosamente la botella). La fauna que te encuentras en esos sitios es muy interesante. Me gustan tanto como los garitos más selectos. Pero no soporto los que se quedan en un quiero pero no puedo. Otra apasionante sección: bares de carretera.

Carmona Dixit.

Palomares dijo...

¿Con la fauna te refieres a los clientes o a las cucarachas?
Como lugar para una investigación de campo, vale.

Anónimo dijo...

Conozco yo un bar/restaurante de carretera en el Bierzo que en su momento habría merecido también una buena entrada en el cerdoagridulce...
Cómo eran esas croquetas "de nuestra chef Lourdes", cómo eran!!!! (de asquerosas, claro).
Por cierto, que he encontrado el link del menú que dicho antro propone para las próximas jornadas gastronómicas de El Bierzo: http://www.ccbierzo.com/index.php?elementoID=373
y allí hay que pinchar en "restaurante los rosales". Ay, que tiempos aquellos!

Palomares dijo...

Ja, ja, ja. Es verdad, qué tiempos. Qué sitio.
Estoy pensando que Rebeca o yo mismo contaremos esa bonita historia un día de estos, que merece la pena.
Embutidos de la abuela, ja, ja, ja.

Anónimo dijo...

Pero quiénes son esas chonis que se meten mano en la barra del bar?
Y en el anterior post se veían tangas!

Rebeca, haz el favor de poner un tío bueno, o dos, para solaz del resto de la humanidad.

Anónimo dijo...

Oye, ¿por qué no alquilas tú el local y montas un bar de esos? Como decían Faemino y cansado: "a lo mejor empiezas perdiendo pero...."

Anónimo dijo...

Bares de serrín, con fotos de Benito y Camacho mirándote con fiereza y mahous bien frías. Si ponen patatitas de aperitivo gratis son imbatibles. Sí, definitivamente tienen su público. Ejem.

Anónimo dijo...

Me refiero a los dos tipos de fauna, obviamente. Y ya que se nombra el Bierzo... hay en Jarandilla de la Vera un bareto que se llama "Puta parió". Y peor aún: existe el "Puta parió II". Y para rematar: en el primero me comí un plato de jamón cortado por un tío que no se quitó el puro de los labios mientras lo preparaba. Si al final va a resultar que la tendencia suicida no consiste en mirar con arrobo los acantilados.

Carmona Dixit

Rebeca Rus dijo...

Diossss.... lo del restaurante de El Bierzo aquel sí que se merece un post. No sólo para reírnos de nuestro snobismo sino también para avisar a futuras víctimas. Txiqui, desde aquí te pido que no dejes pasar esta oportunidad y cuenta esa historia ya mismo. O tendré que hacerlo yo.

P.D.: Angua, en cuanto pueda buscaré la excusa para poner algún maromo.

Anónimo dijo...

Esa bloggera buena :)


ma-ro-mo, ma-ro-mo

Ricardito ëmore dijo...

Jijijijii. Ayns! Los lunes por la mañana y el "Cerdo Agridulce". Es como esa ducha relajante o como ese primer trago de agua que facilita la digestion del resto del dia!.

Me encantan esos bares. si se puede jugar al mus, mejor que mejor, con esas enormes enoooorme raciones que te ponen, justo hay que pedirlas un pelin despues de los tercios, para que pongan una tapita que entre primero. AY! mi España queda ya taaaaaaaann lejos!! :(

Anónimo dijo...

Ostras, perdón: lapsus mental. Me fui de León a Cáceres, del Bierzo al Jerte. ¿Qué fue lo que os pasó allí?

Carmona Dixit.

Palomares dijo...

Bueno... Es largo de explicar. Lo escribiremos esta misma semana y tendrá su espacio en una entrada que se llamará, como en las novelas de Sherlock Holmes, "La aventura del restaurante misterioso".

Pedro dijo...

Un tío mío decía siempre que en España era casi imposible ganarse la vida decentemente, excepto si montabas un bar... y es que es muy raro que un bar quiebre. Si lo cierran es porque creen que no ganan bastante.

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