viernes, marzo 30, 2007

¡Aaaaaaaaaaaaaahhhh!

La culpa se la echáis a Miss Altovoltaje. Que si yo me jodo vosotros también:



Hay por ahí una delirante versión en reggaeton que está levantando polémica entre los reggaetoneros porque no les parece suficientemente pura. Pero ya con enseñaros la original yo creo que os he martirizado bastante.

Actualización: He encontrado una foto promocional de Tata Golosa donde, con notable sutileza, desvela el significado de lo de los micrófonos:

No se me ocurre nada que pueda mejorar esta foto.

Y como no hay materia sin antimateria ni acción sin reacción ni obra sin problemas, Alexis C. ha tenido la cortesía de mandarme este otro vídeo que podría ser el negativo de Los micrófonos. A lo mejor ya lo conocéis, que parece que ha rondado masivamente por la blogosfera, pero por si acaso os pongo la Oveja naranja:



No os cortéis que hay mucho que comentar.

¿No sería interesante que Tata Golosa hiciese una versión de Oveja naranja? ¿Y que las chicas del coro cantasen Los micrófonos? ¿O que se uniesen en un dueto magistral como el que cita Luisru de Encarnita Polo y Locomía (¡no es posible!) o el de Los del Río con King África?

jueves, marzo 29, 2007

Una pinta de Guinness

Antes yo tomaba bastantes Guinness, porque me gustaba el sabor y su cremosidad y porque era una forma de ser distinto al resto de los adolescentes (aunque ya no es así: el otro día leí en algún sitio que Madrid es la segunda ciudad del mundo con más bares irlandeses; que es difícil de creer, pero yo digo lo que he leído). De la Guinness lo que más molaba, aparte de ser negra y que la espuma parecía nata, es que había que seguir un rito para tirarla, no como la Mahou que se sirve de cualquier manera: ¡Manolo, ponme una caña! Y te la pone y ya está. Con la Guinness se sirve primero un poco y luego se espera y luego se sirve más y se vuelve a esperar y al cabo de un rato ya está lista, cuando tú ya te has acabado el platito de cacahuetes.

Esto del tiempo de espera es bastante coñazo, y en el fondo es un defecto de la Guinness. Así que cuando en 1998 Abbot Mead Vickers BBDO ganó la cuenta de esta cerveza decidió hacer hincapié en este defecto, para transformar esa debilidad en una ventaja. Es una estrategia de libro que sin embargo pocos anunciantes usan, a pesar de que hay múltiples ejemplos espectacularmente eficaces a lo largo de la Historia (por ejemplo, la campaña americana para vender el Volkswagen Escarabajo, Think Small, o la clasiquísima campaña de Avis, We try harder, señalando en que eran el número 2, no los líderes). Pero a lo que íbamos, que AMV decidió que el eje de la comunicación debía ser precisamente que hay que esperar para beberse una Guinness. Y se sacaron de la manga este pedazo de anuncio:



A mí me pone todavía los pelos como escarpias ese It's the waiting. Tremenda realización a cargo de Jonathan Glazer, que es uno de esos directores con los que jamás trabajaré, para mi inmenso dolor. Es perfecto el montaje, la música (y los silencios), el locutor, los efectos especiales y la idea.

Este brutal anuncio tenía un antecedente -coincidieron casi en el tiempo-, también dirigido por Glazer, y con el que creo que hace muy buena pareja:



Tuvo mucho menos éxito, publicitariamente hablando, pero a mí me gusta más, no sabría decir por qué. Me parece que tiene de todo: emoción y humor. Y está escrito que te cagas, para decirlo elegantemente. Puede que sea peor anuncio, pero a mí me llega más.

Y dos años después Guinness sacó este otro, que sin duda es inferior, pero es tan divertido que merece estar aquí:



Lo dirigió Frank Budgen (otro de esos directores, etcétera, aquí su productora), y tiene tal cantidad de detalles que aún hoy sigo descubriendo cosas nuevas. Y puedo oír la canción ochenta veces seguidas sin cansarme (es, para los que se lo pregunten, Barabaratiri, de la Orquesta de Pérez Prado y Beny Moré).

Así que ese es el truco: encontrar un concepto potente, tener ideas brillantes, soltar un chorreo de pasta y sacar anuncios de minuto y medio. Casi nada. Me pongo a ello de inmediato, pero mientras tanto, decidme: a vosotros, ¿cuál os gusta más?


miércoles, marzo 28, 2007

Internet es otro de los nombres de Satanás

A mí nunca me ha gustado mucho el tenis ni el ciclismo, excepto el Tour de Francia cuando demarraba Perico o cuando estaba Indurain, que no es que te guste sino que ver ganar a los tuyos no te resultaba aburrido, pero cuando yo era joven y tenía que presentarme a exámenes acababa tragándome unas etapas infumables del Giro de Italia o viendo un dieciseisavos de final de Roland Garrós. Cinco minutillos, me decía, y luego vuelvo. Y eran quince, claro, luego miraba la asignatura de Introducción al Derecho Publicitario y ya me quedaba a ver si el final era en sprint o en sprint. Cuando se acababa la etapa haraganeaba mirando qué había en la nevera -hay que ver qué hambre entra en época de exámenes-. O me ponía a ordenar las carpetas donde guardaba recortes de periódicos. O encontraba una palabra que no conocía o que me resultaba curiosa y la buscaba en la Enciclopedia Plaza&Janés que teníamos en casa, y una palabra llevaba a otra y acababa empleando veinticinco minutos con la enciclopedia. Por cierto que en algún momento os explicaré mi teoría de que las enciclopedias son agujeros negros. Bueno, en realidad acabo de hacerlo.

Ahora no hago exámenes, pero escribo. Y no hay Giro de Italia, pero está Google. Y siempre hay una palabra que buscar, o te surge de pronto la duda de dónde murió Magallanes. O miras a ver si has recibido correo. O a ver si a actualizado alguno de los blogs que visitas. O si ha pasado algo en el mundo. O si has recibido correo (otra vez). O miras en Statcounter a ver cuánta gente te ha visitado, y por qué. Y está Youtube, encima.

Total, que estás más tiempo haciendo pequeñas búsquedas y pequeñas pausas y resolviendo curiosidades que escribiendo. Lo noté mucho la semana pasada, en la que no tuvimos internet por el desfallecimiento del router: he escrito con una velocidad y una constancia como hacía mucho tiempo que no me pasaba. Así que voy a intentar mantener el ritmo, y trataré de ver Roland Garrós sólo a partir de las semifinales. No sé si lo lograré.


lunes, marzo 26, 2007

Aquí hay gato encerrado

Bueno, por increíble que parezca, ya tenemos de nuevo router en casita. Ya.com dijo que tardaría una semana y no, tardó sólo cuatro días: el viernes ya estaba aquí. En el paquete que nos han enviado había un router nuevo -que fui incapaz de instalar- y un adaptador nuevo para el antiguo router. Probamos con el adaptador de corriente y, ¡epa!, funciona. O sea que no era el bicho sino el cordón umbilical. A navegar de nuevo.

El caso es que a mí tanta eficacia me da mala espina. Llamadme desconfiado, pero es así. Acostumbrado a que todo salga chapuceramente o no salga, que una empresa cumpla los plazos que ella misma dice me resulta sospechoso. Mucho. El otro día, cuando llamé a ya.com y una máquina me llamó por mi nombre, también dijo que como yo era un cliente preferente me atendería en breve. Cliente preferente. Eso no lo he sido yo en la vida, amigos. Sospechoso sin duda.

Al día siguiente el Servicio de Satisfacción del Consumidor de Ya.com (o como se llame) se puso en contacto de nuevo conmigo a ver si había quedado satisfecho con el Servicio Técnico. Les dije que a falta de recibir el router, sí, estaba satisfecho. Sospechoso.

El viernes me llegó un SMS al móvil avisándome de que me iban a entregar el router en 48 horas. Qué rápido. Sospechoso.

Y cuando abrí la caja y tras una breve pelea con el router nuevo, quedó todo arreglado con el viejo, respiré de alivio. Y luego pensé que era todo muy sospechoso.

¿Que ya.com pertenezca a unos alemanes ha hecho que se comporten como alemanes? Qué raro. La otra explicación me parece más lógica: me tienen que estar tangando de lo lindo y están desesperados porque no me irrite con ellos lo más mínimo no vaya a ser que se les acabe el chollo.

viernes, marzo 23, 2007

Las grandes olvidadas

Creo que entre los 13 y los 18 años me leí aproximadamente unos 1.500 libros. Las empleadas de la biblioteca de Caja Madrid de mi barrio no sólo se conocían de memoria mi nombre de pila y mis apellidos sino que me regañaban como madres por aterrizar en su sala a las cuatro de la tarde todas las tardes de aquellos veranos calurosos (“en pleno mes de agosto, con toda la solera, te vas a poner mala, ¿adónde crees que vas?) y me limpiaron y cuidaron las heridas aquel día que me presenté con las rodillas chorreando sangre después de despeñarme camino a la biblioteca con mis patines nuevos en la cuesta del mercado. Y es que yo pasaba más tiempo en la sala de lectura que en el salita de estar de mi casa, que en la calle y que en cualquier otro sitio juntos. Vale, vale… esto puede tirar por tierra el mito que tan insistentemente ha intentado implantar el Sr. Palomares de Rebeca=mito sexual. Lo siento, amigos. De adolescente yo era un ratoncito de biblioteca y en el colegio me apodaban La Monja. Luego las cosas cambiaron y me volví una Loca Pendeja de la Noche, pero esa es otra historia que dejaré para otro post o me la callaré para siempre por que soy una madre y tengo una imagen que mantener.

En fin, que me voy por los cerros de Úbeda.

1500 libros. Ya se puede decir. Un montón. Y vosotros os preguntaréis “¿qué libros eran esos, eh, Rebeca?”, “demuéstralo si puedes”, “eh, ¿a que no puedes?”. La verdad es que no puedo demostrarlo, pero tampoco José Antonio y ahí está, yendo de ilustrado por la vida.

Los dos sufrimos experiencias paralelas, seleccionado libros de aquí y allá sin ningún criterio o guía. Algunas veces malos, otras (las más) excelentes. En aquellos cinco años leí mucha literatura española (sí, señores, he leído El Quijote enterito), mucha Agatha Christie y mucho de todo lo demás, sobre todo, esa literatura a la que se le denomina como Literatura Universal. Igual que José Antonio. Pero un día, hablando de este tema nos dimos cuenta de que él, lector voraz como nadie que yo conozca, se había saltado una parte fundamental de esa Literatura Universal. Y es que no había leído “Cumbres Borrascosas”, ni “Jane Eyre”, ni “Orgullo y Prejuicio” o “Emma” o “Mujercitas”, por poner algunos ejemplos. Es decir, no había leído ningún libro clásico escrito por una mujer. Tampoco había leído nada de George Sand o Edith Warton, por poner más ejemplos. Aquello me produjo mucha curiosidad y hablando con otra gente que leía tanto como nosotros comprobé que él no era el único. Y lo que es más, haciendo un esfuerzo memorístico, recordé que ningún libro de estas autoras formaba parte de los programas educativos que yo había seguido, a pesar de que había tenido dos profesores de literatura, Pablo y Luisa del Raimundo Lulio de Madrid, atípicos que seleccionaban material extra fuera del programa obligatorio que siempre solía destacar por su peculiaridad y salirse de lo corriente (ejemplo: en 2 de B.U.P. Pablo nos obligó a incluir “El hobbit” de J.R. Tolkien entre las lecturas obligatorias de aquel curso. ¡A ver qué profesor serio hace eso! ¡Gracias, Pablo!). Pero nunca Jane Austen, nunca las hermanas Brönte.

¿Por qué?, me pregunté.

¿Por qué eran las Grandes Olvidadas?

Sin entrar en la misoginia y en los problemas que, en general, han tenido las mujeres para acceder a la cultura, poder desarrollarse y ser valoradas en igualdad (aunque me resulta difícil no hacerlo), me resulta incomprensible que estos clásicos de la Literatura Universal se sigan considerando en el inconsciente colectivo como novelas de chicas. Vale, es cierto que eran novelas protagonizadas por mujeres en su mayor parte. Pero, ¿no lo son también Ana Karenina, Madame Bobary o La Dama de las Camelias, clásicos tan universales como las otras? ¿Por qué José Antonio sí ha leído estos tres libros y no los otros?

Así que, después de pensarlo mucho y de leer esta mañana un bonito post de la señorita Cayetana Altovoltaje que toca un tema parecido, he decidido hacer esta pregunta en voz alta para ver qué pensáis vosotros. ¿Habéis leído a estas escritoras o también las habéis olvidado? ¿Pensáis que merecen estar entre los clásicos de la Literatura Universal o que sólo son libros para chicas?








martes, marzo 20, 2007

DE MAYOR QUIERO LEER LIBROS DE NIÑOS DE BABETTE COLE

Realmente es increíble las maravillas que se pueden encontrar hoy en día en la sección de niños de cualquier librería. Nada que ver con los cuentos cursis e inocentones de antaño (aunque esos siguen estando, pero peor aún, porque ahora el final es políticamente correcto y la cestita de Caperucita no tiene miel sino alimentos bajos en grasa y sal, etc., etc.). La literatura infantil de hoy en día es todo lo contrario a la de nuestra infancia, es lo contrario de convencional, es lo contrario de inocente… y aún así, sigue siendo fresca, divertida y una importante herramienta de enseñanza para toda una generación.

Los libros de Babette Cole son una excelente muestra.

Babette Cole trabajando, lo que explica porqué sus libros son más divertidos que los de Sánchez Dragó.

Babette Cole es mi autora de libros infantiles favorita. Una escritora e ilustradora tan divertida como provocadora, poco amante de lo naif y muy amante de lo escatológico (ahora ya entendéis porque me gusta). En sus libros trata temas difíciles y hasta polémicos, sobre todo, cuando el público objetivo de estos libros es menor de los 12 años, pero Babette Cole siempre logra salir adelante con una gran dosis de humor, mucha valentía para coger al toro-tema por los cuernos y toda la naturalidad del mundo para hablar de esos temas que “otros” considerarían peliagudos (y no sólo para niños).

El primer libro de Babette Cole que entró en nuestra casa fue El Doctor Guau y unos consejos para su salud”.



Así, a voz de pronto, parecía un libro infantil cualquiera: un perro de familia que, además, de ser mascota es médico (lo normal, vamos). Hasta aquí todo bien. Pero cuando seguimos leyendo, las cosa se puso un poquito más fuerte. Para empezar la familia protagonista, los Palomares (¡ajajá! O sea, que el libro aquel llegara a nuestra casa no fue ninguna casualidad) no eran la típica familia ejemplar de cuento sino una modestísima familia de clase baja inglesa que vivía en un adosado de esos de los que salen en Secretos y Mentiras o Billy Elliot: la madre siempre iba con bata de casa, rulos y zapatillas y al padre no había quien le sacara su cigarrito de la boca, el abuelo se pasaba el día comiendo judías y bebiendo cerveza y los niños estaban más que dejados, sobre todo, el mayor que había empezado a fumar a escondidas en el garaje (y lo que el libro no cuenta). En fin, como veréis, poco que ver con el material típico de los cuentos infantiles que conocíamos. ¿Qué digo? Era mucho más que eso. Era irreverente, provocador y contaba las cosas tal y como eran, sin finales felices o maquillados, asumiendo que los niños no son tontos y que tarde o temprano se enterarían de cómo era el mundo en realidad. Como soy partidaria de la sinceridad y de preparar a mi hija para la vida con, según mi opinión, la herramienta indispensable que es el conocimiento de la realidad, aquel libro me enganchó.

Movida por el entusiasmo, me fui corriendo a las tiendas y di con dos libros de Babette Cole más: "Mamá no me contó" y "Niños: manual del usuario (o como funcionan los niños)". El primero trataba de un montón de temas que mi madre nunca me había contado (anda, a lo mejor eso explicaba el título): la homosexualidad, el terror a que el dinero no llegue para pagar las facturas, los niños adoptados, el fracaso en los estudios, cómo se hacen los bebés… Todo contado con toda la naturalidad y dejando que, en cualquier caso, fuera el progenitor quien decidiera hasta qué punto ahondar en la información de cada uno de los temas. El segundo era un divertido manual de anatomía que explicaba de forma sucinta y divertida cómo funcionaba el cuerpo humano, aunque haciendo un distingo entre los niños buenos y los niños malos. Los niños buenos según Babette Cole tienen pulmones con los que obtienen oxígeno, los niños malos, como fuman, tienen unas cosas asquerosas de color negro que rezuman grasa apestosa. Los niños buenos comen fruta, verdura y se acaban el pescado. Los niños malos comen hamburguesas malas y fango. Muy divertido.

Seguí buscando y dos libros más no tardaron en llegar: "Pelos por todas partes" y "El libro de etiqueta de Lady Lupina": un libro que explicaba cómo los niños se transformaban en adultos por culpa de las hormonas del crecimiento (y les comenzaban a salir pelos por todas partes, granos, etc.) y un manual divertido sobre educación y buenas costumbres.


Todos en casa nos lo hemos pasado pipa leyendo estos cuentos, pero puedo decir que los mayores los que más, porque sólo nosotros hemos sido capaces de ver más allá a través de la ironía y el sentido del humor tan brutal de Babette Cole. Todavía hay docenas de libros más de ella que quiero leer: Mamá puso un huevo (que explica la concepción y el embarazo), Una niña maleducada o Lucrecia Cram domada, El libro apestoso, Todo Doble, Hurra por Ethelyn, Estirar la pata, Los animales me aterrorizan y muchos otros que sólo se pueden encontrar en inglés porque la Editorial Destino (que es la editorial que publica a la señora Cole en España) todavía no se ha puesto del todo en marcha. Libros maravillosos en los que Babette Cole explica a los niños que a “a veces, los adultos se comportan como niños de cinco años”, que algún día nos haremos viejos, o por qué las niñas de doce años comienzan a tener la regla.







Libros que espero que vosotros disfrutéis algún día a pesar de que sean libros infantiles. Solos o en compañía.

lunes, marzo 19, 2007

Aparatos que hacen "puf"

El otro día a nuestro router le dió un aire y cayó enfermo, aparentemente a causa de un colapso nervioso. No se ha recuperado y tememos por su vida. Primero intentamos reanimarlo encendiendo y apagando el cacharro -así es cómo se llama técnicamente el bicho-, pero ni se encendía ni se apagaba (esto último porque ya estaba apagado). Así que probé una táctica que siempre me ha dado resultado desde hace mucho tiempo: mirar fijamente el aparato durante unos minutos con bastante intensidad.

Pero nada, el router sigue muerto, ahí con sus patas hacia arriba.

Hemos llamado a ya.com y nos han dicho que nos lo sustituirán, después de hacernos preguntas como: ¿está enchufado? ¿Ha probado a apagarlo y encenderlo? ¿Ha probado en otro enchufe? Por cierto que el servicio ha sido impecable aunque ha comenzado con algo inquietante: he llamado y lo primero que he oído es, literalmente: Bienvenido a ya.com, Don José Antonio Palomares Blázquez. Acojona que una máquina te conozca sin intercambiar palabra.

En fin, que los de ya.com nos han dicho que tardarán una semana o así en cambiarnos el router. Luego tendré que instalarlo, en lo cual puede que emplee otra semana. Bueno, espero que no sea para tanto. El caso es que mientras tanto, y a menos que Rebeca R. Rus, esa mujer que oficialmente comparte la responsabilidad de este blog, decida escribir un artículo -cosas más raras hemos visto-, El sabor del cerdo agridulce no se actualizará en un tiempo (esto lo hago desde un ciber, hay que ver qué precios).

En fin, mientras no estamos, visiten ustedes los enlaces que tenemos a la derecha, que para eso están. Y que lo pasen muy bien. Y que sea hasta pronto.

P.D. Hay novedades en el Caso del Cubo de Basura, pero claro, no puedo contarles nada hasta que no tenga router, este canal está, creo pinchado.

miércoles, marzo 14, 2007

Un trabajo frustrante

Ayer vi un cubo de basura al lado de casa que tenía escrito esto:


Qué desesperado grito de socorro. Un cubo de basura que aspira a algo más que a ser un cubo de basura y busca la libertad. A él le gustaría haber nacido para otra cosa, tertuliano, por ejemplo. Bueno, es un mal ejemplo, es casi lo mismo. El cubo de basura quería ser publicitario. Vale, es otro mal ejemplo. El caso es que no quería ser cubo de basura, y su desgarrador grito estremece nuestras conciencias, sacude nuestros prejuicios. ¿Por qué hemos de tirarle basura sólo porque haya nacido cubo de basura? Él dice no. No a la basura en los cubos de basura.

Esta mañana el cubo de basura rebelde ya no estaba en su sitio. ¿Represaliado o ha aprovechado la noche para huir? Como soy un romántico, espero que sea esto último, y me imagino al cubo huyendo al amparo de la noche, con su hatillo al hombro (o lo que tengan los cubos en vez de hombros), iluminado por una luna cómplice que le señala el camino.

Nunca le dije nada, así que voy a decírselo ahora. Allá donde estés, suerte con tu nueva vida. Eres un ejemplo para todos nosotros.

martes, marzo 13, 2007

Bluff

La verdad es que en los últimos tiempos no tengo mucha suerte con mis acercamientos a la novela negra moderna. Ya sabrán ustedes que últimamente hay un florecimiento de la novela policíaca, o al menos de la novela negra en las editoriales de nuestro país, que se alimentan de más autores españoles, los habituales anglosajones y un buen puñado de autores de países que no tenían tradición negra. De pronto hemos conocido autores rusos como B. Akunin, argelinos como Yasmina Kadra o el cubano Leonardo Padura (de los cuales aún no he leído nada). El caso es que las nuevas figuras de la novela negra me han ido decepcionando una tras otra. Del sueco Henning Mankell he leído Asesinos sin rostro y me pareció una obra sin alma, fría y antipática. Del nuevo peso pesado americano, Michael Connelly, fui incapaz de terminar El eco negro, que me pareció plagado de tópicos (así se describe la novela: Harry Bosch, detective de la policía de Los Ángeles, ha sido siempre un solitario. Hijo de una prostituta asesinada, fue criado en orfanatos y quedó luego marcado por la dura experiencia del Vietnam...), y de la estadounidense Donna Leon, cuyas primeras obras me resultaron prometedoras, he acabado desengañado según ella iba perdiendo el Norte. Del escocés Ian Rankin leí Black & Blue, que tampoco me gustó. Y de Denis Lehane ya hemos hablado en esta santa casa. Me dejo otros cuantos que ni fu ni fa.

Así que de la última hornada de autores policíacos sólo Andrea Camilleri, que me gusta cada vez más (pero que tiene 80 años, así que no es estrictamente un joven autor), y Janet Evanovich, con la que me río una barbaridad (Rebeca habló de ella hace tiempo), me parecen apreciables.

Tenía mis esperanzas puestas en el griego Petros Markaris y su inspector Jaritos, pero también me ha decepcionado. Defensa cerrada, la segunda novela de la serie, me ha parecido tan insoportable que la he tenido que abandonar a las doscientas páginas. Un personaje que me resulta artificial a base de querer que me resulte simpático y humano, diálogos forzados, una trama llena de casualidades inverosímiles y que parece simple como el asa de un cubo y en definitiva una novela muy insatisfactoria. De esas doscientas páginas sólo rescato una frase que, eso sí, me hizo mucha gracia:
Dos cosas hay que detesto de esta vida: el racismo y los negros
En fin, a la chimenea con ella. Aunque tanto fracaso con la novela negra moderna me hace preguntarme si el fallo no estará en mí. ¿Me habré convertido ya en un carca? Pues bueno, pues vale. Pero que viva Agatha Christie, Donald Westlake, Raymond Chandler y Elmore Leonard. He dicho.

jueves, marzo 08, 2007

Gente fea y gente guapa

Al público le gusta ver gente guapa interpretando papeles de héroes. Nos gusta que nuestros modelos sean más altos, más fuertes y con pinta de ser más listos que nosotros. Por eso Tom Cruise gana quinientas veces más que Paul Giamatti. Porque es mucho más guapo (ya sé que no es más alto, pero lo finge).

Lo curioso es que a la gente también le gusta ver gente como ella, real, porque así puede sentirse identificado con sus problemas, puede sufrir y reír y llorar y emocionarse con sus aventuras y desventuras: es como si le estuviera pasando al espectador. Y por eso James Stewart es el actor más grande de todos los tiempos, porque en realidad usted es James Stewart, amigo.

Así que, ¿qué elegimos? ¿Guapísimos o gente como usted y como yo? En publicidad pasa lo mismo; nos gusta ver gente más bella que nosotros. Después de todo en la publicidad se representa el ideal. Pero también nos gusta sentirnos identificados con el actor, cosa que no es fácil si el actor es un o una supermodelo. ¿Cómo elegir? Pues va en gustos.

Los clientes tienden a pedir una representación ideal de la vida, o sea, tíos y tías buenos. Los creativos, gente normal, porque, y aquí está el secreto, es muy difícil que un buen actor sea al mismo tiempo un tío cañón, por pura probabilidad. Y si hay que elegir, elegimos un tipo que sepa actuar, aunque sea feo, en vez de alguien que esté buenísimo pero que actúe como un ladrillo (la putada es que al final no se consigue ni una cosa ni la otra: el actor que está bueno no está tan bueno como para que se te olvide lo mal actor que es; y el actor feo no actúa tan bien como para que se te olvide que es feo).

En fin. El caso es que a veces que el actor tenga un aspecto normal es vital para el anuncio. Y si es tirando a friki es casi mejor porque su rostro será más memorable. Como en este estupendo anuncio que se basa esencialmente en un casting espectacular y un temazo:



Otro día ponemos anuncios con macizos y macizas, que también los hay estupendos, no os enfadéis.


Sistemas de seguridad

Mi amigo Javi, al que de vez en cuando se le puede ver por el Blog de Barduino, tiene sobre sus hombros la grave responsabilidad de haber sido uno de los tres culpables de que exista El sabor del cerdo agridulce. Aunque no se prodiga mucho por aquí -tómate una caña aquí con los parroquianos, hombre-, me mandó hace algunas semanas un PowerPoint con algunas pintadas de esas que nos gustan tanto. Igual han recibido también ustedes ese PowerPoint, o tal vez han visto algunas de las pintadas por separado, pero por afanes puramente documentales, vamos a poner aquí las tres que más gracia me han hecho, que casualmente están todas dedicadas a los amigos de lo ajeno (anda que no mola esta expresión). La primera, un ejemplo clásico de finura y malas elecciones ortográficas que podría competir con aquel cartel que vimos hace tiempo:


Mención especial al abernacio, que me costó entender y que puede convertirse en una de mis palabras favoritas a poco que me empeñe. Y fíjense cómo se va calentando el autor, de manera que hasta lo que había escrito bien (valla) lo vuelve a escribir, pero mal (Balla).

Otra más:


Claro, contundente, prácticamente correcto si exceptuamos la licencia poética dely el incomprensible uso del ke. ¿Será para parecer moderno?

Y el último:


Hermosísima expresión la de los muertos pisoteaos, gran dominio de la tipografía con el uso alterno de mAYúsculas y minúscULas, perfecta la negrita en la t de pUTA para hacerla más sonora y en la BA de Balla para hacer hincapié en lo que se está protegiendo, y sobre todo magnífico el dibujo de la calavera y las tibias cruzadas, estilo naïf, para que entiendan el mensaje incluso los que no saben leer.

A ver si aprenden un poco los de Prosegur.

miércoles, marzo 07, 2007

Un adjetivo que odio

Vale, admito que voy a ser un viejo horrible, que estaré lleno de manías y gruñiré todo el rato. Lo sé porque ya soy un viejo horrible lleno de manías que gruñe todo el rato, a excepción de la edad. Pero ¿no os pasa a vosotros que hay palabras que detestáis, y que al verlas aparecer os ponéis de mal humor?

A mí me ocurre en las novelas que estoy leyendo tranquilamente y disfrutando de los diálogos y pensando en la naturalidad con la que escribe el autor y de pronto aparece la palabra predilecto y me rechinan los dientes y se me cae toda la novela, enterita. Como si estuviera tomando sopa y apareciera una mosca nadando estilo crol de lado a lado del plato. Como si estuviera haciendo ojitos con una rubia y descubriera que es un rubio. Como si estuviera escribiendo un tercer ejemplo gracioso y de pronto no se me ocurriera nada gracioso.

El melocotón en almíbar era su postre predilecto. ¡Anda que no hay maneras de decir lo mismo sin parecer un niño repipi! Era su postre preferido. Era su postre favorito. Era el postre que más le gustaba. ¿Por qué decir predilecto? Íbamos bien, todo era creíble, y ahora no puedo mirarte a la cara sin pensar que eres un remilgado, un pedante y un papanatas. ¡Ya nadie dice predilecto, amigo! Vale, tampoco se dice remilgado ni papanatas, pero estamos hablando de predilecto. Y además yo digo lo que me da la gana aquí, que para eso el blog es mío. El caso es que predilecto debería estar prohibido; o su uso restringido a la caracterización de personajes remilgados, pedantes, papanatas.

¿Y a qué viene esto? Pues a que estoy leyéndome El faro, de P.D. James. ¿Y ha aparecido la palabra predilecto? No, aún no. ¿Entonces? Pues que por alguna razón incomprensible el hábitat predilecto de la palabra predilecto es la novela negra escrita por damas del crimen (o su traducción española, habría que decir, y a propósito: ¿en catalán es más habitual o menos moña el uso de predilecto o su equivalente?). Predilecto ya salió, para mi disgusto, en la novela de Rendell que contamos aquí y en la de P.D. James que contamos aquí. Así que estoy en guardia, preventivamente.

No sólo soy gruñón, en efecto; también rencoroso.

domingo, marzo 04, 2007

Otro de esos premios

No nos gustaría que El sabor del cerdo agridulce se fuera transformando en una plataforma autopublicitaria y que poco a poco sólo habláramos de lo que hacemos y de los premios que nos han dado y de lo estupendos que somos y de lo delgados que nos estamos quedando, pero me temo que tenemos que volver a hablar de un premio literario, porque hace un par de meses me concedieron uno recién nacido, el Vallecas Cuenta, y el próximo martes se presentará el libro.

El libro recoge mi relato premiado, Tenemos la mascota que usted necesita, y los relatos finalistas, entre los cuales está, fíjense qué casualidad más sospechosa, uno de Rebeca. Como lo oyen, así es el azar y el soborno a los jurados. Lo presentaremos el martes 6 de marzo a las 18.00 horas en el Centro Juvenil de Villa de Vallecas, en la calle Real de Arganda con la calle Sierra Torcal. Estáis invitados a asistir, por supuesto.

viernes, marzo 02, 2007

Un anuncio que no me canso de ver

Ya tiene diez años, pero me sigue encantando:



Cuando lo vi por primera vez me pareció una chorrada. ¿Qué hacía un gordo hablando interminablemente y desnudándose mientras iba hacia un ring? ¿Qué hacían los Harrier apareciendo al final? (este detalle era muy irritante, porque el coste de ese único plano era equivalente a todo lo que yo había hecho hasta entonces) ¿Qué tenía que ver todo eso con un refresco?

Os contaré un secreto: no entendía ni una palabra de lo que decía el gordo. Nada. Pero luego encontré el texto en un libro, y mi inglés mejoró. Y me di cuenta de que el anuncio era maravilloso. Para los que les cueste entender lo que dice Ray Gardner, una chusco-traducción:

"Hola, soy Ray Gardner, el portavoz de Tango. Esta carta es de Sebastian Loyes, un estudiante de intercambio francés. Sebastian dice: He probado su nuevo Blackcurrant Tango, y no me gustó tanto como otros sabores de Tango." Bueno, Sebastian, todo lo que puedo decir es "Lo siento". Hicimos lo que pudimos. Intentamos dar satisfacción a todos los que beben Tango, incluso aunque sólo estén de visita en nuestra gran nación. Ah, no es fácil. Mi amigo Geofrey ha estado trabajando en ello durante tres años. O sea que un estudiante de intercambio, ¿no? Todo gomina en el pelo y panes exóticos. ¿Cuáles son tus credenciales, Sebastian? ¿Qué te mueve? ¿Cuándo fue la última vez que te levantaste a las cuatro de la mañana por algo en lo que creías apasionadamente? No te necesitamos, ¿me oyes? Eres una voz disidente en un millón, franchute, eso eres. Sí, Blackcurrant tango es un reto para las papilas. Cuesta. Hacen falta agallas. ¡Como las que tenemos nosotros, Sebastian! ¡Míranos! ¡Vamos, Sebastian! ¡Venga! ¡Aquí, ahora! ¡Tú y yo! ¡Vamos, Francia! ¡Europa! ¡El mundo! ¡Puedo con todos! ¡SOY RAY GARDNER Y BEBO BLACKCURRANT TANGO! ¡VENID A POR MÍ!"

Tango hacía saltar por los aires todas las convenciones. La famosa frase de El cliente tiene razón, por ejemplo. Aquí al cliente se le trata como un trapo. Se le desafía a un combate. Lo que debería ser una medida y políticamente correcta respuesta de un portavoz se convierte en una exaltada demostración de orgullo. Orgullo por un refresco de arándanos: el anuncio también se toma a chacota a la propia empresa, implicada emocionalmente en la creación de un nuevo sabor, capaz de desafiar al mundo para defenderlo. La empresa representada por un tipo que al principio parece serio y luego se desnuda -qué cuerpo-, cegado por la pasión.

Es un anuncio desmedido, absurdo, tan pasado de vueltas que seguramente muchos considerarán que es una imbecilidad. A mí me encanta (ahora que lo entiendo). Hasta he aprendido a convivir con los tres Harrier del final, que son una sobrada importante.

Que Sebastian Loyes fuera francés le costó al anuncio que estuviera sólo dos días en antena antes de ser retirado por incitar al racismo -como lo oís-, pero a cambio obtuvo una repercusión brutal, y que mucha gente considerara al Blackcurrant Tango como un producto patriótico, un motivo de orgullo para el Reino Unido frente a los extranjeros. Una nación unida en torno a un refresco, no me digáis que no mola. No sé si era la intención de los creadores del anuncio, pero seguro que se sintieron orgullosos de que Ray Gardner simbolizara el patriotismo precisamente con un anuncio que era esencialmente sarcástico, que muestra un hombre tranquilo que se encendiendo poco a poco. Qué rara es la gente.




jueves, marzo 01, 2007

La gente sigue siendo maja en Logroño

Pues nada, que volvimos al lugar del crimen. Hace ya casi un año estuvimos en Logroño porque me habían concedido el Premio Café Bretón-Viña Alta Río, como se contó, en los primeros pasos de este blog, aquí y aquí (anda que no ha corrido agua en el río desde entonces). El sábado volvimos a Logroño para presentar el libro, que está recién publicado y luce así:

(El libro, para los que se lo estén preguntando, es una edición de 999 ejemplares, todos numerados, y se puede comprar por 9 euros en las librerías de Logroño o aquí).

La visita relámpago fue bastante parecida a la del año pasado; esencialmente, muy corta y muy agradable. Es increíble lo amable que es la gente en Logroño. O al menos los que tienen que ver con el premio. Gente que además es muy peculiar y que parecen tener el don de hacer cien cosas a la vez. Por ejemplo, Colo Cortés, el propietario del Café Bretón, que en lugar de limitarse a llevar su negocio, que bastante trabajo es, es un guerrillero cultural que organiza ciclos de poesía, el premio de novela corta y hace colecciones de sobres de azúcar con poemas referidos al café en el dorso. Por ejemplo, Francisco Páez de la Cadena, uno de los encantadores miembros del jurado con el que estuve hablando largo rato -y que me puso colorado- del que luego me contaron que, además de ser catedrático de Jardinería, había ganado el Premio Sésamo y era traductor de, agárrense, Chandler, Hammet y Naipaul. Por ejemplo, Francis Quintana, arrollador miembro del jurado y locutor. Por ejemplo, Alfonso Lanza, empresario y presidente de las bodegas que patrocinan el premio, un hombre que parece conocer a todo el mundo y saber de todo, ante el que uno empequeñece. Etcétera. Pero etcétera de verdad, porque el que no cantaba en un coro en sus ratos libres estaba preparando un libro de recetas de platos que tuvieran más de mil años. Qué gente tan impresionante.

Por lo demás, la presentación del libro fue agotadora, como suele suceder: mucha firma (hubo una chica que me pidió que firmara como Fuco Lois, lo cual me hizo una ilusión bárbara), mucha entrevista con los medios, mucha foto posada intentando no poner cara de tonto, y la sensación constante de que uno se está perdiendo lo que sucede en el otro corro mientras te multiplicas para que nadie quede desatendido.

Una metáfora de si se puede vivir de la Literatura: mientras el autor atiende a los medios, un plato de jamón de pato yace abandonado a su suerte, sin que nadie, especialmente el propio autor, pueda llegar a él.

A pesar de mi práctica en coger canapés casi con los ojos cerrados, gracias a mis ya múltiples horas de vuelo en estos saraos, en esta ocasión estuve tan ocupado que me quedé sin probar nada del catering que habían preparado en el Café Bretón. Por fortuna sí pude beber del estupendo Rioja (claro) que había proporcionado el patrocinador del Premio, un Alta Río Crianza del 2003, que estaba bastante rico, pero que palidece comparado con el que tomamos más tarde, en la comida, un vino que también produce la misma bodega, Consejo de la Alta, Reserva del 2001, que os recomiendo vivamente porque es espléndido (y se puede comprar aquí, ya os lo doy todo hecho, qué caramba) y además está bien de precio, creo yo. Que ya, que parece peloteo, pero no, fiaos de mí: tremendo vino. A ver si volvemos pronto por Logroño. No necesariamente para recoger un premio.


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...